COLUMNISTAS

Brasil anticipa

Las elecciones en el país vecino son un reflejo de las argentinas. Tendremos ballottage.

Dilma se tambalea, Aecio besa a Marina. El último debate estresó a la presidenta; ayer la oposición, junta por primera vez.
| Cedoc Perfil

Lo que está pasando en Brasil es un espejo anticipado de las elecciones argentinas del próximo año. Sin importar quiénes terminen siendo los candidatos más votados, por primera vez en la historia de nuestro país tendremos un ballottage. Y cuando hay ballottage hay sólo una forma de ganar votos: sacándoselos al único oponente, y en ese caso herirlo no pocas veces es mejor que mostrar bondades propias.

Si la política en Argentina es de por sí agresiva, hay que imaginarse lo que será entre el 25 de octubre y el 24 de noviembre del año próximo, cuando ya se sepa quiénes fueron los dos más votados en primera vuelta y pasaron a la segunda. Y vale prestar atención a que entre la fecha del ballottage y la asunción del próximo gobierno sólo habrá dos semanas de diferencia.

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Dicen que Scioli sólo pide que quien llegue a la segunda vuelta sea Macri. Es que Scioli se percibe seguro entre los dos primeros y lo último que desea es un ballottage con Massa. Imagina que Macri cuidaría más las formas mientras que Massa no tendría empacho en hacerle todo tipo de acusaciones ya que cuando aún no competían y hasta habían analizado una alianza, su esposa, Malena, le gritó “forro” en un canal de televisión.

La primera señal de cómo lo que sucede en Brasil se replica en Argentina –no pocas veces degradado– vino de la mano del pronóstico acusatorio de Alex Freyre, quien sostuvo que si ganara Massa los enfermos de sida se quedarían sin remedios. A lo que, más institucionalmente, le siguió una serie voceros del oficialismo diciendo que si ganara la oposición derogaría la Asignación Universal por Hijo y otras mejoras sociales. Eso mismo fue el arma de la campaña del PT en Brasil: repitió sin cesar que si Dilma perdía, la oposición iba a sacar la Bolsa Família, equivalente a nuestra asignación universal.

Antes de sufrir una baja de presión tras el debate del jueves, Dilma acusó a Aécio de conducir un auto alcoholizado y drogado, por no haber aceptado hacerse un test de policía de tránsito en 2012. Aécio le reprochó hacer con él lo mismo que el PT hizo con Marina Silva, a quien destruyó con una campaña negativa en las elecciones de primera vuelta. Y, peor aún, terminar haciendo lo mismo que el PT criticaba de la derecha, que en la época de Collor de Mello destruyó electoralmente a Lula pasando un video de una ex novia, Miriam Cordeiro, contando que Lula le había pedido que abortara la hija extramatrimonial concebida quince años antes, justo diez días antes del cierre de la campaña de 1989, dando vuelta la tendencia triunfadora de Lula hasta entonces.

Marina Silva padeció esa campaña negativa teniendo sólo dos minutos de publicidad televisiva por día para responder los doce minutos diarios del PT, que la acusaba de todo, lo que en parte explica por qué en tan sólo un mes pasó de ser primera en las encuestas, arriba de Dilma, a tercera en las elecciones de primer turno.

Lo que resulta más difícil de entender es cómo las encuestadoras de Brasil, cuatro días antes de las elecciones, el jueves previo a la votación del domingo, cuando realizaron la última encuesta antes de que comenzara la veda electoral, todavía daban a Marina levemente por arriba de Aécio Neves, y luego las urnas mostraron que Aécio sacó 50% más de los votos que Marina (34% a 21%). Y no se trata de una encuesta pagada por algún candidato con fines de influenciar con un resultado falso sino de todas las encuestadoras reconocidas y con años de aciertos.

El sábado pasado, en PERFIL, Manuel Mora y Araujo, quizás el sociólogo argentino con mayores credenciales en el tema, en una columna titulada “La inestabilidad electoral”, detallaba los motivos de la volatilidad de las preferencias de los votantes. Vale agregar que en realidad la intención de voto a Marina Silva que reflejaban las encuestas era una intención de voto opositor a Dilma, un voto por el cambio, y al ver los votantes que Marina comenzaba a debilitarse y Aécio a subir, pasaron al candidato opositor que más les garantizaba confrontación con el gobierno.

Este puede ser otro anticipo de nuestro ballottage dentro de un año: ¿los votos de Massa son de oposición al kirchnerismo o de una línea interna del peronismo distinta al kirchnerismo? Si fueran lo primero y hubiera un ballottage entre Scioli y Macri, los votos de Masa irían a Macri; si fueran lo segundo, una parte significativa de los votos de Massa también podría ir a Scioli. Y si el ballottage fuera entre Massa y alguno de los otros dos, Massa podría verse beneficiado en su ambivalencia recibiendo votos peronistas de Scioli si le tocara enfrentarse con Macri, o votos opositores de Macri si le tocara enfrentarse con Scioli.

Paralelamente, los votos del panradicalismo en un ballottage podrían ir –simultáneamente– en parte para Macri por afinidad antiperonista, para Scioli por su simpatía alfonsinista, o para Massa por ser opositor. Esa misma diversidad tensa las diferencias dentro de UNEN y hace que su papel –como muy bien describió Carlos Pagni en su última columna en La Nación– sea comparable al del PMDB en Brasil, que con varios gobernadores pero sin posibilidad de competir para presidente, una parte apoya a Dilma y otra a Aécio.

Brasil nos anticipa.