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Breve cielo

El epílogo la encuentra sola y de vuelta en la Argentina, y allí habla de un viaje a Montevideo.

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Un palestino comenta con una argentina un ataque de Israel a Gaza y se queja de que mataron bebés. Esto ocurre en una novela publicada originalmente en 2015 y ahora reeditada, que transcurre entre 2011 y 2013. Se llama Preparación para el amor y la autora es Leticia Obeid. La novela es buena, está escrita con precisión y estilo y tiene la forma de un diario cuyo centro es la relación entre la narradora (artista visual y escritora como Obeid) con Kamal, un director de cine palestino al que conoce durante un festival en Buenos Aires a fines de 2011. 

El título mezcla otros dos de Roland Barthes y el diario narra la historia de la pareja, desde que se encuentran hasta que se separan poco tiempo después. La parte ligada a la fase amatoria está en medio de otras dos, que podrían considerarse un prólogo y un epílogo. El primero habla de la relación de ella con la ciudad de Frankfurt, a la que fue varias veces a partir de un intercambio estudiantil en la adolescencia y termina cuando vuelve a ella porque debe hacer escala allí rumbo a Berlín, donde se encontrará con su amante, que vive allí. El epílogo la encuentra sola y de vuelta en la Argentina, y allí habla de un viaje a Montevideo y de una abuela que fue maestra cerca de Diamante, de la que tomó su amor por las palabras, por una forma de hablar un entrerriano antiguo, que acaso se mezcla con algún acento árabe. 

Pero en el centro está la relación. Desde que se conocen en el festival y se enamoran (al menos ella de él), él prolonga su estadía hasta que deciden volver a verse en Berlín un mes más tarde. Y luego otro mes pasado en el departamento de él, una experiencia tan cambiante que va, según los momentos, desde el “me cogió bien cogida” al “diez a quince veces al día lo miro y pienso ¡qué pedazo de tarado!”. El hombre que sale mejor parado del libro es el psicoanalista (“una de las cosas más hermosas que he hecho en la vida (...) una pequeña superficie que me acompaña a todos lados como una alfombra voladora”.) 

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Creo que no coincido con Obeid ni en la comas (es capaz de decir burradas como que la Berlinale es una prueba de la americanización de Alemania después de la guerra), pero me asombra la capacidad que tiene para narrar con esa sequedad y esa distancia, aun cuando trata de sus sentimientos más profundos y para describir lo que la rodea, hasta para hacer que las largas notas al pie sean un deleite. El libro es además un canto a Berlín en el invierno, a la felicidad inexplicable que transmite esa ciudad llena de vida, aun en su temporada más fría y oscura. Pero también es una explicación del fracaso amoroso, aunque no sé si Obeid es del todo consciente de una explicación que no enuncia: con sus becas, su teoría, sus lecturas, su análisis, su experiencia en la crème cultural argentina e internacional, sus contactos con la gente linda, ella (que confiesa perder plata al dedicarse al arte), la narradora, está sobrecalificada para desempeñarse en el mundillo que habita mientras que él, aunque artista y profesor, no deja de ser un tercermundista que tuvo una familia muy pobre y al que una mujer así apabulla, aunque ella le reproche sus ronquidos, su egoísmo y sus atavismos machistas. Este es un libro que revela el grado de sofisticación cultural de un extraño país cuya clase intelectual se entregó al populismo.