COLUMNISTAS
Defensor de los Lectores

Columnistas, lectores, libertad para opinar, pero no censurar

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Masana Argüelles. Ética periodística subordinada a la libertad. | cedoc

Cuando un columnista expone en este diario sus posturas respecto de cuestiones vinculadas a la política, la economía, lo social o lo cultural, ellas quedan fuera del territorio reservado a los comentarios de este ombudsman, salvo que se trate de diatribas, de ataques a la libertad, la democracia, el bien común (pongo por caso las opiniones adversas a la aplicación de vacunas contra el covid) o críticas agresivas o violentas contra lo que publican otros articulistas. Esta postura forma parte de uno de los motores que alimentan los textos que publico cada domingo: la libertad de opinión es, en este diario, un bien no negociable. Es por ello que uno se siente cómodo, feliz de compartir las páginas de PERFIL con los lectores, a quienes debo buena parte de mi tarea. 

De igual modo, la selección de las cartas responde a varios criterios. Uno de ellos –tal vez el más importante– el no ejercer sobre ellas censura alguna en la medida en que no violen aquella salvedad de la que hablé en el primer párrafo. Quienes escriben al Correo tienen derecho a opinar sobre lo que el diario publica, incluyendo críticas a lo escrito por columnistas. No es territorio de este ombudsman el comentar lo que escriben los lectores o lo que publican los columnistas, salvo errores flagrantes o posturas extremas. 

Hace unas semanas (domingo 27 de febrero), PERFIL publicó la carta del lector Luis J. Grossman en la que comentaba negativamente los dichos del habitual columnista de Cultura Damián Tabarovsky expuestos en un texto de su autoría (https://www.perfil.com/noticias/columnistas/segundos-eternos.phtml). Como la crítica de Grossman no contenía agravios y orillaba cierto tono burlón respecto de las conocidas (y a veces también burlonas) opiniones de Tabarovsky sobre ideas y política, la carta no mereció comentario alguno de este ombudsman. Así como solo de manera excepcional me refiero a los contenidos de las columnas, solo de manera excepcional actúo en relación con los autores de las cartas. En este caso, dejé librado al criterio de los lectores aceptar o rechazar los dichos de uno y otro.

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El sábado 5,  Martín Kohan dedicó su espacio en la sección Escrituras a comentar lo enviado por el lector (https://www.perfil.com/noticias/columnistas/a-proposito-de-una-carta.phtml), con abundantes argumentos con los que lo cuestionaba. Por cierto, Kohan ejerce su derecho a opinar libremente, y no está en mi espíritu ni es parte de mi función el escribir sobre su columna salvo por el párrafo final: “No sorprende que tales discursos aparezcan con frecuencia en este tiempo, que es un tiempo en el que las violencias verbales notoriamente arrecian. Más extraño y preocupante es que un bisemanario que propende al pluralismo reproduzca una formulación de esa índole, así sea en su sección de Correo de Lectores, sin reparos ni objeciones, más bien con el aval de un asentimiento implícito”. Le respondo, entonces, a Kohan por lo que a mí (editor de las cartas y Defensor de los Lectores de PERFIL) respecta: no pongo reparo ni objeciones a los dichos del columnista Tabarovsky o del lector Grossman (y menos aún asiento implícita o explícitamente). Los espacios de uno y otro, y el de Kohan, son libérrimos y no pueden ser sometidos a censura. 

“Partiendo de la base de que la deontología periodística es de ámbito público, solo será eficaz si se da un compromiso voluntario de someterse a las resoluciones o dictámenes de las comisiones de quejas independientes, aun cuando se tenga que aceptar su publicación en los medios de comunicación. La supervivencia del periodismo depende de la responsabilidad ética que los medios asuman respecto a los derechos de los ciudadanos a recibir una información veraz mediante una buena praxis de la profesión periodística. La ética periodística es una herramienta fundamental para la evolución de la vida democrática de cualquier sociedad” (publicado en el El País de España en junio de 2011 (¡diez años atrás!) por la entonces vicepresidenta de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE,) María Dolores Masana Argüelles.