Gimnasia con cierta aureola literaria. Ejercicios físicos que transforman a los escritores. Gimnasio y libros. Pero nada de pesas. Se trata del método Franz Kafka para tener un físico perfecto. Un físico perfecto según los cánones de 1920 circa, claro. Antes de que a fines de los 60 Keneth Cooper inventara los ejercicios aeróbicos y se llevara el cetro de la actividad corporal por excelencia, la gente confiaba en la calistenia, es decir en una serie de ejercicios físicos que se realizaban con el propio peso corporal con el objetivo de que el cuerpo adquiriera gracia, fuerza y belleza. Desde comienzos del siglo XX, el sistema de entrenamiento calisténico en boga era el de Jorgen Peter Müller, un gimnasta danés, autor de una serie de guías para una sana educación física.
Müller era un personaje atractivo. No solo físicamente: sabía distribuir bien sus dotes, tanto corporales como histriónicas; por ejemplo, circulaban fotos suyas donde se lo veía esquiando en la nieve, llevando solamente un taparrabos. El método de Müller (Mi sistema) fue abrazado con pasión inusual por Kafka, quien le dedicaba –se lo comenta en una carta a su prometida, Milena Jesenska– 15 minutos diarios, poco después de despertar, frente a la ventana abierta, completamente desnudo –desconocemos la razón de ese ingrediente, y tal vez Kafka también la desconocía, pero él se desnudaba sin discutir. Fue muy exitoso: traducido a por lo menos veinticinco idiomas, conoció también su versión exclusivamente para mujeres (Mi sistema para las señoras).
El método de Müller implicaba también una dieta, un estilo de vida sano, para el que se aconsejaba evitar vestimentas muy ajustadas (se venía de una época en que abundaban los corsets y las calzas), controlar el estado de los dientes, llevar zapatos adecuados y mantener abierta la ventana, aun con frío, para cambiar el aire. La vida sedentaria, entonces como hoy, era considerada una enemiga de la salud.
La oficina era otra enemiga –de la buena postura, sobre todo. “El tipo de persona que trabaja en una oficina es un fenómeno triste permanentemente doblado, con los hombros fuera de lugar, pálido, con la cabeza pegajosa de brillantina”. Kafka debe de haber sentido, al igual que nosotros, que Müller estaba hablando de él, y puso en práctica el método, pero lamentablemente no podemos saber con qué beneficios, dado que el método de Müller no protegía de la tuberculosis.
“Mi cuerpo es demasiado largo para su debilidad”, escribió una vez Kafka en su diario. “¿Cómo podría un corazón tan débil como el mío empujar la sangre por todo el largo de estas piernas? Por causa del largo del cuerpo, todo está desarticulado. ¿Cómo un cuerpo así podría lograr algo? Incluso si se compactara, tendría demasiada poca fuerza en relación con lo que quiere alcanzar”.
Mi sistema apareció por primera vez en 1904, y naturalmente está en español –todavía se encuentran ejemplares por ahí. Lo compré hace poco, lleno de curiosidad. Esperaba encontrarme con cosas ridículas, pero para mi sorpresa debo decir que está muy bien. Müller da particular importancia y ofrece buenos ejercicios para fortalecer el abdomen y la espalda. Además, brinda buenos consejos: tomar alcohol con moderación, hidratarse adecuadamente, limpiarse los dientes al menos dos veces al día y dormir como mínimo ocho horas diarias. No creo que fuera tan común recomendar esas cosas en 1904.