COLUMNISTAS
El arte de la disrupción

Críticas al sistema, desparpajo y respuestas desconcertantes: la clave del éxito de Milei

No alcanza un truco mágico de la tecnología que nos haga parecer sino que, para poder llegar a conseguir la efectividad del presidente, hace falta ser.

Javier Milei 20240224
Javier Milei en Estados Unidos | AFP

Mucha gente del mundo de la política piensa que la efectividad política de Milei en las redes consiste únicamente en tener un ejército de  trolls. A menudo parece que esto le sucede incluso al expresidente Mauricio Macri que ha sido de los primeros que han sabido ver con claridad la adhesión popular a Milei y su potencial transformador. Esos mismos hoy se rasgan las vestiduras no pudiendo creer que un disruptivo, con un equipo muy pequeño de gente en su entorno de  toma decisiones, logre plantear cambios estructurales que ellos nunca hubieran logrado aunque los quisieran. Sin embargo esto muestra más la incapacidad para el cambio de sus opositores basado en una concepción política vieja de la política que la capacidad de Milei de romper viejas estructuras mentales.

La disrupción de Milei comenzó con su estilo exaltado, discutidor y hasta bravucón que lograba destacar en la televisión al complementar la particularidad del personaje con su pelo largo y la relación con sus perros y su hermana. Sin embargo, lo que logra capturar definitivamente la atención del público parecen ser sus críticas al sistema, su desparpajo y sus respuestas desconcertantes  hasta lo agresivo en muchos casos.

Javier Milei
Imagen compartida por Milei.

Hay políticos que hoy en día piensan que todo esto se gana solamente con el truco tecnológico de los trolls y, en consecuencia, le piden a sus equipos tener granjas de trolls para estar a la par del presidente y lograr ser como Milei. Pero este pensamiento es, a todas luces, demasiado simplista. No alcanza un truco mágico de la tecnología que nos haga parecer sino que, para poder llegar a conseguir la efectividad del presidente, hace falta ser.

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El funcionamiento del troll en general sirve para generar un conflicto que desvíe el foco de la atención ante un tema que puede ser problemático para el gobierno. Esta desviación se logra mediante la generación de conversaciones que introduzcan mucho ruido en el debate público mediante una controversia que despierte pasiones agitadas y luego, finalmente, mediante una insistencia alimentada con bots (cuentas que se dedican a responder de forma automática) que hacen que el tema tenga muchas menciones y genere tendencias en las redes, y que logra que muchas personas se cansen de defender una determinada postura. Para esto se necesita que en el medio de los trolls haya gente con muchos seguidores para que la comunicación fluya y tenga impacto porque a veces el vehículo para desestimar una noticia es generar una fake news dentro de un círculo rojo de opinión para así lograr meterse en las conversaciones masivas dentro de distintos estratos de la sociedad.

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Esta larga aclaración muestra que lo que sucede en redes es un mundo complejo y no tan sencillo de abordar como para despreciar la ayuda de profesionales dándole la comunicación digital a cualquier militante. Lamentablemente los políticos son inexpertos en el uso de las redes, miserables a la hora de contratar equipos de profesiones y desconfiados al punto de preferir la ayuda de conocidos que saben algo del tema antes que la asistencia de profesionales probos en la materia.

El problema de los políticos que no entienden a Milei pero quieren copiar algo de su éxito, es que siguen pensando que las redes son una especie de complemento para la política con mayúsculas que se sigue haciendo en “las calles” y en los actos. Piensan que lo que sucede día a día en las redes tiene un peso infinitamente menor a lo que sucede en los medios tradicionales, y ni que decir respecto de actos más oficiales como un discurso frente a un público, la inauguración de sesiones legislativas o un debate presidencial.  

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Milei cuaja perfectamente con la lógica de la construcción de imágen en las redes. En sus declaraciones cotidianas reproduce la lógica de X (ex twitter): utiliza la radicalización del discurso: en palabras, acciones y gestos y con esto logra un gran volumen de impactos positivos y negativos. De la misma forma, todo el tiempo minimiza las críticas y observaciones. Incluso en la forma de recibir las críticas ejerce una selección para poder quedarse con aquellas que mejor le calzan para construir un enemigo adaptado y elegido a imagen y semejanza de sus construcciones simbólicas.

El presidente actúa sin intermediarios , maneja sus cuentas de X y de Instagram él mismo. Los tiempos que dedica a estas redes también son algo interesante para notar: utiliza las redes sociales en sus momentos de relax: cuando está en el auto, cuando está almorzando o incluso antes de irse a dormir o cuando no puede conciliar el sueño.  Esto podemos saberlo porque vemos que sus likes y RT se dan en cualquier momento del día, incluyendo altas horas de la madrugada sin importar si está en el país o en el exterior. Esta utilización es algo que también lo acerca a la cotidianeidad del ciudadano que también usa las redes como una forma de interacción social en los espacios que le roba al trajín cotidiano.

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En este momento la economía argentina necesita tiempo para acomodarse y su estilo  comunicacional obliga todo el tiempo a estar pendientes de otras cosas además de la economía. Con su disrupción permanente, corre la conversación todo el tiempo de eje conflictivo y logra marear a sus interlocutores para convertirse en el centro de la discusión. El mismo Javier Milei se mete en el barro de las redes sociales dándole entidad a personas, trolls y fake news por igual sin reparar demasiado en la “seriedad” de lo dicho. Este rédito presidencial que logra comunicar ahora a través de un retweet o incluso de un simple “like” logra ocupar un volumen central en la agenda cotidiana y genera el discurso pasional que necesita este tipo de comunicación para lograr hacer el ruido que lo distraiga. 

En esta época, las guerras entre narrativas las gana la que tiene mayor difusión y no la tenga mejores argumentos. A eso nos ha acostumbrado, tristemente, la posverdad. Tal vez el presidente no lo sepa teóricamente, pero sí logra ser efectivo al actuar intuyendo bien esta máxima que define la disputa en las redes y la clave del poder en la actualidad.

RB CP