COLUMNISTAS
Defensor de los Lectores

De sospechosos y acusados

Es imprescindible –tanto para los lectores como para la adecuada valoración de hechos e interpretaciones– el buen empleo de las palabras y así evitar a lectores u oyentes caer en confusiones.

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CASO ANAHI. Palabras que pueden confundir a los lectores. | cedoc

Es imprescindible –tanto para los lectores como para la adecuada valoración de hechos e interpretaciones– el buen empleo de las palabras y así evitar a lectores u oyentes caer en confusiones. Esto es así siempre y en cualquier texto periodístico, sea éste escrito o hablado.

Esto, que parece una verdad perogrullesca, no siempre es bien aplicado por quienes ejercemos este oficio. Así, suele suceder que llevamos al lector ante la imposibilidad de saber con exactitud qué pasó, a quiénes, cómo, por qué, y a protagonistas a sufrir situaciones no deseadas. El domingo 6, este diario incurrió en una de esas desafortunadas confusiones generadas por el mal empleo de la palabra. Para peor, en un título de la sección Policiales, espacio que obliga a manejar cuidadosamente los términos para no provocar –además de errores lingüísticos– injustas interpretaciones jurídicas o agravios contra personas involucradas en acontecimientos del área.

En la página 56, se trató el tema del asesinato de una chica de 16 años cuyo cuerpo fue hallado con evidentes signos de violencia en Lomas de Zamora. Se la buscaba desde hacía días, su caso trepó a las tapas de todos los medios y la trágica confirmación de lo que se presumía (un nuevo caso de femicidio, en el marco de la creciente violencia homicida contra mujeres, en particular de la franja etaria entre 16 y 21 años) derivó en la detención de un docente vinculado a la joven. El título de la nota decía: “Un profesor de Anahí que pedía su aparición es el principal acusado”. El hombre había sido detenido por la policía con intervención de la fiscalía zonal. El texto y tres fotografías identificaban al profesor con lujo de detalles. ¿Era un acusado o un sospechoso? ¿Vale lo mismo una palabra que la otra? No. Según el diccionario de la Real Academia, un sospechoso es alguien considerado como “posible autor de un delito o una falta”, aunque en este caso no se trata de alguien hasta ese momento judiciable. En cambio, un acusado es alguien a quien se atribuye –aquí es conveniente enfatizar este vocablo– “la culpa de una falta, de un delito o de un hecho reprobable”. Otra acepción, ajustada al Derecho, dice que acusar es “exponer en juicio los cargos y las pruebas de ellos”.

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Como sucede con buena parte de los hechos delictivos que se investigan, un detenido es sospechoso hasta que se reúnen pruebas suficientes para ser acusado del delito que se le atribuye. En el caso del asesinato de la adolescente Anahí Benítez, la presunción de culpabilidad contra el docente disminuyó (aunque no se descarta aún) cuando la investigación policial apuntó a otro sospechoso, quien hasta ayer continuaba preso. El profesor, en cambio, fue liberado.

En la edición de ayer, un recuadro en la página 45 insistía con la caracterización de acusado, esta vez en referencia a un nuevo sospechoso. La palabra lo identificaba en dos párrafos de la pequeña nota.

Para ilustrar mejor estas diferencias, recurro a los especialistas. Un sitio interesante y bien informado (diferenciaentre.info) lo explica con claridad: “Cuando alguien es sospechoso ante la ley, significa que está siendo investigado en relación con un crimen. La oficina legal o el organismo de prosecución sospecha que la persona en cuestión ha cometido algún delito y la investiga en busca de pruebas que demuestren si está o no implicada en los hechos”. En cuanto al vocablo acusado, desde el punto de vista legal se trata de “una persona que es sometida ante la ley con el cargo de haber cometido un crimen; en otras palabras, se considera a alguien como acusado cuando se le han levantado cargos con relación a un acto criminal. Los acusados son enjuiciados una vez que el caso ha sido abierto contra ellos y en el juicio se presentan la parte acusadora y la defensora. Cada una de las partes muestran las pruebas y argumentos pertinentes que apoyan sus intereses”.

La presunción de inocencia garantizada por la ley también vale para quienes ejercemos la profesión periodística y estamos obligados a no afectar el nombre y la vida de las personas hasta que se demuestre o se tenga firme información sobre su culpabilidad.

Aborto. En la portada del suplemento Domingo del día 6, con el título “Discutir un tabú”, fue incluida una fotografía a la cual no duda este ombudsman de calificar como desafortunada (más bien, inadecuada). Es la imagen del rostro de un bebé, presuntamente recién nacido, con la palabra aborto en mayúsculas impresa sobre ella. En páginas interiores se reproduce un fragmento del libro ¿Qué piensan los que no piensan como yo?, escrito por la doctora en Filosofía y magíster en Bioética Diana Cohen Agrest, motivo de la ilustración comentada.

PERFIL tiene recursos gráficos, fotos e imágenes que le permiten simbolizar, sin caer en lo que considero golpe bajo, uno de los mayores dramas contemporáneos, como es el irresuelto conflicto entre quienes reclaman la urgente despenalización del aborto y quienes fundamentan su oposición con argumentos mayoritariamente religiosos.