Luego de una era donde los europeos habían olvidado los principios de la disuasión convencional y nuclear y donde disfrutaban de un período postraumático desde la Segunda Guerra Mundial, París debe ahora, a causa de la guerra en Ucrania, reconfigurar integralmente su lógica estratégica en lo militar y en materia de energía.
Así, el conflicto ucraniano ha hecho trizas la convicción que existía en París, tras los acuerdos de Minsk, en cuanto a contener la violencia rusa, sin reconocer las prioridades e intenciones de Moscú, que incluían el estar dispuesta a tomar las armas. Desde el punto de vista ideológico, tampoco se llegó a apreciar plenamente que Rusia se ha ido reconstruyendo en cierta forma en oposición ideológica hacia la Unión Europea.
En este novel y traumático escenario, el presidente Emmanuel Macron ha declarado: “El momento ha llegado para una movilización integral, para armarnos mejor en todos los campos, dados los desafíos históricos en un mundo donde se confunde la competencia con la confrontación”. El conflicto armado en plena Europa obliga a retomar una lógica de defensa colectiva, luego de que por décadas las fuerzas armadas han sido orientadas hacia operaciones en el exterior. Esto hace necesario repensar completamente la política de reservistas, trabajando en estrecho contacto con la sociedad civil, cuya actitud sigue reflejando más bien lo escrito por Louis-Ferdinand Céline en su obra Viaje al fondo de la noche: “La guerra era todo aquello que no comprendíamos”. Por otro lado, el haber renunciado a toda ambición estratégica conjunta con Londres, ha debilitado a Europa, y contribuido a que esta nunca haya estado a la altura de construir una fuerza disuasiva convencional frente a Rusia. Dado esto, no es una sorpresa que EE.UU. haya retomado el control de la defensa europea, en momentos de conflicto en el este del continente.
La guerra en Ucrania ha puesto en evidencia, en adición a sus limitaciones militares relativas, la calidad de la inteligencia político/militar francesa, que no pudo prever con anterioridad la fundamental agresividad de la política de Vladimir Putin. Esto se ha verificado también en el accionar de Francia en el Sahel africano, donde no se anticiparon dos golpes de Estado en Mali. Ante esto, expertos norteamericanos como Walter Russell Smith se preguntan: Francia ha perdido el control del Mediterráneo, se retira de Mali, ¿y todavía nos propone ayudarnos a manejar el Indo-Pacífico?
El conflicto en Ucrania representa a su vez para Francia un enorme desafío en el campo energético y de, como afirma el experto francés Thomas Gomart, su “capacidad de integrar la dialéctica energía/clima en su proyecto como potencia”. La guerra ha redefinido los términos de intercambio entre países consumidores y países productores, a favor de estos últimos. La subida de los precios de la energía ha contribuido a que Francia tenga un déficit comercial de 156 mil millones de euros en 2022, y un nivel de deuda pública de 113% del PBI.
Ante esta situación, París debe definir cómo posicionarse dentro de la geopolítica de las energías fósiles, y de la geopolítica de las renovables.
La matriz energética francesa se basa en la nuclear (42%), el petróleo (28%) y el gas natural (16%). La energía nuclear –que representa el 67% de su producción de electricidad– le permite a Francia tener menores emisiones de carbono que Alemania o Gran Bretaña. Sin embargo, el parque nuclear mostraba fisuras al comenzar la guerra: 27 de sus 56 reactores estaban sin funcionar. En materia de energías renovables –eólica, solar–, Francia viene más retrasado que Berlín o Londres.
En este contexto, el presidente Emmanuel Macron expresó recientemente en Praga que Francia continuará diversificando su provisión de gas, importando de Noruega y EE.UU., lo que ya le ha permitido reducir su consumo de gas ruso del 35% del total a solo 7,5%. Y que sus tres prioridades energéticas serán: la sobriedad y la eficiencia en el uso de la energía, la producción masiva de energía renovable, y acelerar la producción de energía nuclear. A nivel Unión Europea, Macron expresó su creencia en la solidaridad y unidad en el campo energético, planteando que hay que continuar con el foco en la estrategia en descarbonizar a Europa, a pesar de las presiones planteadas por la guerra en Ucrania.
Ante esta evolución del contexto internacional, Francia parece estar en proceso de redefinir su “gran estrategia”, procurando alinear aspiraciones potencialmente ilimitadas con con medios necesariamente limitados. La “gran estrategia” francesa estuvo basada en la “grandeza” desde la Segunda Guerra Mundial –inspirada por Charles de Gaulle y continuada hasta Mitterand–, apoyada sobre cuatro principios: mantener un alto rango a nivel mundial, la preservación de la autonomía a partir de una considerable fuerza de ataque –incluyendo lo nuclear–, la centralidad del Estado-nación, y una actitud crítica de la hegemonía norteamericana. Según el experto francés Thomas Gomart, luego de la década de 1990, hubo una radical ruptura, y la “gran estrategia” tomó la forma de un “compromiso y participación liberal”. Esta privilegiaría la interdependencia por sobre la independencia, el reemplazo de la hegemonía norteamericana por un liderazgo occidental multilateral, y el apego a normas y valores a través de la construcción europea.
A partir de 2022, Francia ha ido adoptando una estrategia que Gomart está inclinado a denominar como de “solidaridad estratégica y ambiental”. Esta combina una lógica defensiva en lo militar, que implica tener aliados confiables ante las amenazas militares, con una lógica ofensiva ante los desafíos ambientales, que implica altos grados de cooperación internacional. Esta simultaneidad de enfoques obliga a París a tener relaciones políticas permanentes y más profundas con los actores estratégicos, y tener en cuenta sus puntos de vista.
En un escenario complejo y cambiante, París va encarando el reto descripto por el general francés André Beaufre: “A diferencia de la historia, el desafío de la estrategia es el de tener que actuar constantemente, antes de haber tenido el tiempo de entenderlo todo”. Y tiene consciencia de que toda ambición exterior debe estar apoyada en una economía sólida y en un adecuado nivel de cohesión social para producir efectos perdurables.
*Analista internacional.