Decíamos en los inicios de enero que Mauricio Macri intentaba promover no un cambio de gobierno sino un drástico cambio de régimen y armar el andamiaje jurídico-político y socioeconómico básico, capaz de sostener el recomienzo post-kirchnerista del modelo neoliberal que dominó, casi sin interrupciones, la política doméstica hasta el año 2003.
Transcurridos los primeros dos meses de gobierno neoliberal sin duda es este el de mayor regresividad en materia distributiva y de inclusión social observado desde la recuperación democrática, al menos en su etapa inaugural.
Algunos datos son muy ilustrativos para caracterizar el bochorno. La inflación anualizada evoluciona por sobre el 40% tal como se advirtió desde esta mismas columnas, traccionada por el pase a precios de una devaluación que al cerrar esta columna alcanzaba el 52%. El tarifazo, solo en materia de electricidad, supera el 500% promedio para industrias y el 700 para hogares, en tanto el deterioro del salario real alcanza el 10% promedio.
Los despidos totalizan los 67.128 entre públicos y privados, por lo cual el desempleo pasó en noviembre del 5,9% al 6,3% de la PEA.
Por otra parte, las proyecciones de crecimiento son negativas: del -1% para el FMI y de estancamiento para la agencia Bloomberg.
Por otra parte, contra lo que explicita su discurso apalancado en la responsabilidad fiscal, todas las medidas desplegadas por el gobierno de Mauricio Macri desfinanciaron al Estado, beneficiando a los segmentos más poderosos de la economía. La quita de retenciones a la minería implica una pérdida de recaudación de 3.300 millones de pesos y 9.000 menos la quita de retenciones a las exportaciones de bienes industriales.
Por otra parte, la quita y baja de retenciones al agro supuso una caída en la recaudación de 22.000 millones de pesos a pesar de lo cual los grandes exportadores beneficiados por la medida, desde comienzos del año al 5 de febrero, liquidaron unos U$S 121 millones, es decir ni la mitad de los U$S 400 millones diarios prometidos al ministro de Hacienda Alfonso Prat-Gay y al presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger.
La gran novedad, supuestamente, a favor del pueblo llano fue el aumento de $129 pesos para AUH (una pizza de Prat Gay) y un 15% a las jubilaciones a efectivizar en marzo, cuando ya la inflación acumule un 18% adicional al aumento dado en diciembre.
Con respecto a la suba del piso de Ganancias, antes todos los que ganaban hasta $15.000 en 2013 no pagaban Ganancias. Si se toma en cuenta que las paritarias fueron de 25% en 2013, 32% en 2014 y 28% en 2015 (este es el último dato publicado, aunque seguramente la paritaria en 2015 va a terminar más cerca de 30%) esos $15 mil se transforman en $31.400. Quiere decir que el mínimo no imponible propuesto por Macri ya se encuentra por abajo de lo que subió el salario entre 2013 y 2015.
Pero, además, si se considera el efecto de las paritarias de 2016, que ya están empezando, ese número es, con la pauta ridícula del gobierno del 25%, $39.200. Y con una pauta del 40% que es la inflación real, $42.300. Conclusión: el mínimo no imponible de Ganancias no puede estar por abajo de $40 mil.
En el plano político, como novedad, el macrismo logró alinear a una veintena de diputados “peronistas no kirchneristas” agrupados bajo el originalísimo rótulo de “bloque justicialista”, una variante peronista de derecha conservadora.
Ofrecerán estos “justicialistas no K” al oficialismo la chance de aprobar y derogar leyes que den soporte al intento de recomienzo del modelo neoliberal post kirchnerista. En particular, la derogación de leyes como la cerrojo y la de pago soberano, para así reiniciar el ciclo de mega endeudamiento externo, clave para dar sustentabilidad macro a mediano plazo a la política económica del gobierno. Triste panorama. Por suerte, viene Obama a darnos ánimo, estimados lectores de PERFIL.
*Director de Consultora Equis.