El peronismo mutó desde 2019 al Frente de Todos, y los dirigentes políticos con mayor peso específico en la coalición poco (o nada) coinciden en ideas y prácticas concretas al momento de hacer política, se enfrentaban entre ellos antes de ser parte de un mismo frente, y se enfrentan entre ellos luego de ser gobierno. El presidente de la Nación, Alberto Fernández y el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, han manifestado barbaridades sobre la actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y sobre La Cámpora, la agrupación que lidera hace años el hijo de Cristina, Máximo Kirchner, quien acaba de renunciar a la presidencia del bloque de Diputados de su partido, porque está enojado con los acuerdos que querría sellar el presidente Alberto Fernández con el Fondo Monetario Internacional (cabe destacar que Máximo Kirchner al cargo no renunció, las ventajas materiales y judiciales de permanecer con su banca son formidables).
Se escucha que Máximo es Cristina, y que Cristina es el Frente de Todos, sobre lo primero algunos se atreven con más osadía a pronunciarse, sobre lo segundo, muchos observamos como Cristina convocó al “moderado” de Alberto para que ocupe la presidencia y a otro gran crítico de ella, Massa, para que aporte votos al nuevo frente, porque el +-30% de electorado que era incondicionalmente cristinista, no alcanzaba para ganar las elecciones. Actualmente Cristina cuenta con menor apoyo que en aquel momento, por lo tanto, Cristina también necesita a Alberto, a Massa y a muchos más si quiere seguir libre vicegobernando por la vida.
Kirchnerismo y macrismo: una dialéctica poco feliz
Como sea, Máximo renunció a la presidencia del bloque pronunciándose a través de una carta cargada de pase de facturas al presidente, y Cristina le cantó las cuarenta al presidente bajo un estilo muy “Pimpinela”, como mencionó en una entrevista el flamante dirigente radical Federico Storani, cuando luego de las PASO ésta le reprochaba al presidente que no la escuchaba, que no la atendía, que no la entendía. Si se pone en jaque la gobernabilidad como algunos temen, Argentina reventaría en mil pedazos (ya reventó en cientos de ellos), pero aún faltan 23 meses para que el Frente de Todos comience a gobernar y termine como corresponde su mandato.
Respecto a la otra coalición, la opositora, Cambiemos rebautizada en 2019 como Juntos por el Cambio, de la cual el radicalismo forma parte (desde 2015 hasta 2019 de modo decorativo), y desde 2019 hasta la fecha lidiando para poder pronunciarse como el partido centenario que aportó territorialidad y votos al PRO, fuerza que gobernó y monopolizó Cambiemos durante la gestión pasada, y que no contaba con apoyo electoral más allá de la General Paz o el Puente Pueyrredón, también hay mucho para apuntar.
El mismo Federico Storani, también se pronunció sobre la coalición Juntos por el Cambio, el rol de cada fuerza al interior de esta y sobre las prácticas “amarillas” que parecen alejarse de la retórica pro-república, manifestando lucidamente "no resulta coherente invocar y reclamar permanentemente la práctica de valores republicanos y democráticos y luego ignorar esas prácticas al interior de la fuerza política que representan, como ocurre con la mayoría de los dirigentes del PRO, quienes resuelven sus diferencias digitando y no acudiendo a procedimientos democráticos que son más transparentes y saludables sobre todo si se integra una coalición de partidos políticos”.
Elisa Carrió, Mauricio Macri y un radicalismo desenfocado
Probablemente al PRO le cueste entender, una vez más, que forma parte de una coalición, y al radicalismo le cueste entender, una vez más, que forma parte de una coalición. Ambas fuerzas fundantes, junto a la Coalición Cívica, abrieron sus puertas al GEN y a algunos dirigentes peronistas republicanos y así sigue ampliándose el espacio político. Parte de la dirigencia política del PRO proclama e insiste con ampliarlo aún más incorporando al libertario Javier Milei, que nos contó cómo reventó a piñas hasta destruir a un muñeco con la cara del Dr. Raúl Alfonsín, y por esto y otras tantas insolencias, la dirigencia radical de alta gama, viene diciendo “Milei o nosotros”. Como sea, pero con más bullicio, la coalición opositora parece seguir sintonizando el mismo dial que en 2015, con un PRO macrista que se reúne para discutir el reparto de cargos para 2023 y un PRO larretista que se reúne para discutir el reparto de cargos para 2023 ¿Qué pasa mientras tanto con el radicalismo? Surgieron y siguen surgiendo líderes con enorme experiencia y trayectoria, y/o con enorme capacidad y valores republicanos, y sin causas judiciales, pero con frecuencia se enfrentan entre ellos mientras siguen mirando por tv como el PRO duro y blando continúa repartiéndose futuros cargos. Macri Mauricio se reúne con alta frecuencia con Patricia Bullrich para seguir diagramando estrategias (con invitación incluida al anti radical Javier Milei); por su parte, Macri Jorge desembarcó en el gobierno porteño y manifiesta abiertamente que en sus reuniones con Rodríguez Larreta se siguen organizando para que el PRO continúe siendo “el tronco de la coalición y coloque al próximo presidente, jefe de gobierno porteño, gobernador de la Provincia de Buenos Aires, etc. para 2023”.
Luego de observar cómo han funcionado (correctamente) coaliciones de gobierno durante varias gestiones, cruzando un río, en Uruguay, o del otro lado de la cordillera, en Chile, pregunto: ¿si el peronismo presume ser una fuerza que antes que nada es peronista no debería dejar de lado cartas reclamadoras / desestabilizadoras, mantener cohesión y gobernarnos? Pregunto también, si el PRO invoca constantemente sobre valores republicanos, ¿no sería momento de poner en práctica esos valores republicanos, alentando tanto el equilibrio como la alternancia de poder al interior de la coalición?
Por su parte ¿el radicalismo se estaría prestando a este juego de concentración de poder PRO? Hasta hace semanas, Gerardo Morales y Martín Lousteau se enfrentaban para disputarse la insignia radical; mientras tanto Morales, actual presidente del radicalismo, manifestó durante las últimas PASO pretender presentarse para 2023 en una fórmula con “la halcona” Patricia Bullrich, mientras tanto en la ciudad porteña Lousteau apoyaba la estrategia de “las palomas” donde Larreta, Vidal, Santilli y ahora Jorge Macri pretenden mantenerse, con otros PRO, como “el tronco de la coalición”. Mientras tanto el masivo y creciente voto “morado” sigue fortaleciendo a Juntos por el Cambio. Nobleza obliga destacar, que en los últimos días se observa una reacción radical más radical.
Coaliciones electorales: el que quiere morado que le cueste
Las PASO son una excelente herramienta para que la ciudadanía elija quiénes deben detentar mayor poder al interior de las coaliciones, sin embargo, las mismas coaliciones tal vez deberían apelar a mayores debates internos, buscar consensos, liberarse de tamaña codicia, compartir espacios de poder, alternar espacios de poder, comportarse como coaliciones y no como una mera fuerza, que necesita de otra, solo para asumir cargos y gobernar con los suyos.
*Sandra Choroszczucha Politóloga y Profesora (UBA). www.sandrach.com.ar