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Defensor de los Lectores

El mejor oficio del mundo

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El martes próximo, los periodistas festejaremos nuestro día, instituido en 1938 como homenaje al creador de La Gazeta de Buenos Aires, Mariano Moreno, quien fundó aquel medio el 7 de junio de 1810. Cada año, debemos aprovechar esta fecha para recordar algunas cuestiones centrales que dan sustento a esta pasión por servir de cinta transportadora entre la noticia y sus destinatarios –lectores, televidentes, escuchas, consumidores de medios digitales– de manera veraz, veloz, independiente, en un sitio alejado del poder, con espíritu curioso y firme actitud ética.
Difícil tarea, por cierto, en los tiempos que corren. Sin embargo, y pese a la constante caída de fuentes de trabajo, dramáticos cambios en las formas de ejercer la profesión, muchas veces complejas relaciones entre los profesionales y las conducciones de los medios, éste es un oficio apasionante, incomparable, full life.
Este ombudsman quiere reproducir algunas frases que acercan a la gente la profesión de periodista, su razón de ser, muchos de sus sueños y objetivos.
Gabriel García Márquez murió capturado por cierto escepticismo acerca del futuro del periodismo: “Actualmente –dijo–, las salas de redacción son laboratorios asépticos para navegantes solitarios, donde parece más fácil comunicarse con los fenómenos siderales que con el corazón de los lectores”. He ahí uno de los dilemas que quitan el sueño a quienes trabajamos en esto. Dijo también que “la ética debe acompañar siempre al periodismo, como el zumbido al moscardón”. Simple y directo.
Para el periodista y escritor argentino Tomás Eloy Martínez, “ser periodista significa ponerse en el lugar del otro, comprender lo otro. Y, a veces, también ser otro”.
Para ejercer este oficio, definió el maestro de periodistas Ryszard Kapuścińki: “Hay que ser un buen hombre, o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas”. Y amplió: “Si se es una buena persona, se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias. Y convertirse, inmediatamente, desde el primer momento, en parte de su destino”. Sus enseñanzas son infinitas, todas encaminadas a mejorar esta profesión. “El verdadero periodismo es intencional –enfatizó–: se fija un objetivo e intenta provocar algún tipo de cambio. El deber de un periodista es informar, informar de manera que ayude a la humanidad y no fomentando el odio o la arrogancia. La noticia debe servir para aumentar el conocimiento del otro, el respeto del otro”.
El pasado jueves, la Fundación Tomás Eloy Martínez publicó un trabajo basado en entrevistas a periodistas de diferentes partes de América. Es muy interesante lo que allí dijo la estupenda cronista argentina Josefina Licitra (quien fuera, lo digo con admiración y humildad, mi discípula hace largo tiempo). Generaliza: “El oficio está siendo interpelado como nunca antes. Es difícil ejercer en medios argentinos sin que la propia tarea quede inscripta en el marco de intereses empresariales del medio que nos publica. Aunque no hay que perder de vista la falta de neutralidad de los medios de prensa, temo que el trabajo periodístico sea hoy el blanco de una lectura que pasó de ser compleja y analítica a ser directamente paranoica”. Cáustica, crítica, Licitra señala que “en el nombre de la modernización, el trabajo de prensa está cada vez más flexibilizado y degradado. Los editores piden a los periodistas que filmen y tomen fotos con el teléfono, echando por tierra el trabajo de los fotógrafos. Y el aumento de tareas nunca tiene un correlato con el aumento salarial”. Y dedica un párrafo al tema de la formación de nuevos profesionales en el marco de las redacciones, que “se achicaron y los que quedan adentro tienen cada vez más obligaciones, por lo tanto queda poco margen para hacer de las redacciones un espacio de formación como el que alguna vez fueron”. Así, los talleres por una parte y los espacios académicos por otra han venido a reemplazar los ámbitos de formación que hacían de la práctica un ejercicio cotidiano.
No es la suya una mirada optimista, aunque deja una luz encendida en el fondo del camino: “Los mayores desafíos son mantenerse en eje y no olvidar las razones por las que cada cual eligió ser periodista. Si eso se mantiene en pie, y si se trabaja la paciencia (el gran desafío de esta época), las empresas y las coyunturas políticas serán siempre un factor circunstancial contra el que se irá aprendiendo, con el paso de los años, a lidiar del modo más digno posible”.
El mejor oficio del mundo, como lo definió García Márquez, sigue siendo un desafío de práctica diaria. Gimnasia creativa, reparadora, necesaria y comprometida