Pasó este round. Se retiraron los contendientes y llegó el momento de observar y curar las heridas. Ninguna sorpresa pero sí su densidad y proyección futura. Y una vez apagadas las luces del ring, llega la hora de pensar en las causas y efectos de un conflicto que, vale recordar, está sólo en una impasse.
Mientras dura esta tregua, el Gobierno corre contra reloj para implementar las medidas que alineen las declamaciones con parte de lo pedido por el campo en su conjunto.
Pero, en especial con la diferenciación entre grandes y chicos, opresores y oprimidos, próximos o lejanos al autodenominado modelo K. Pero la realidad se cuela tozudamente entre las líneas escritas de los discursos y las resoluciones.
Desde que el conflicto estalló, hubo algunos conceptos con que martillaron desde los sucesivos atriles oficiales y oficiosos:
<b>-Redistribución:</b> como la libertad, en su nombre se han cometido demasiados desaguisados. No queda claro si es el tironeo clásico entre ricos y pobres, o entre el campo y la gran ciudad. Esta dialéctica, sin embargo, entra rápidamente en zonas grises cuando contraponemos grandes conglomerados industriales contra chacareros minifundistas y no la clásica estancieros vs. obrero del Conurbano.
-Sojización: el ahora develado como un vulgar yuyo, por ahora goza del prestigio internacional que todavía no ha descubierto su malicia. Sus precios siguen en buen nivel, sin tocar los picos del verano austral. No quedó claro si el creciente vuelco a su cultivo se debe a sus buenos rindes, a la posibilidad de un doble cultivo anual o al castigo con que la política de puño de hierro y pistola sobre la mesa llevó a la competencia al desastre. Tamberos, invernadores y trigueros podrán dar testimonio de su discriminación en aras de tener los alimentos más baratos que en los países vecinos, como recordaba Martín Lousteau.
<b>-Pymes vs. Grandes:</b> o abnegados productores vs. pulpos monopólicos. Insistir en esta confrontación implica explicar que la productividad de las grandes unidades agropecuarias es mucho mayor que la de las más chicas y por lo tanto desembocar en un dilema mucho más difícil: producción vs. distribución. Como en estas cosas, es difícil establecer el límite y también es cierto que no se puede meter en la misma bolsa a todas las actividades. Pero de ser real esta colisión, una mejor distribución llevaría a bajar el rendimiento global del sector y empeorar la recaudación para el fisco, que prefiere cobrarles mucho a pocos productores formales que casi nada a muchos informales.
<b>-Retenciones vs. Ganancias:</b> ambas son impuestos, sólo que las primeras se cobran sobre el volumen de ventas y las segundas sobre el resultado de la actividad. La primera es rápida y efectiva y la segunda, orientada al pago de quienes más ganan, se diluye en el tiempo y hay que coparticiparla. Al preferir las retenciones, los productores lógicamente ganan menos y entonces pagan menos por sus ganancias. La carga fiscal sobre el sector debería sumar, entonces, no sólo estas dos gabelas sino otras estrellas de la recaudación: débitos bancarios (de difícil elusión en pagos cuantiosos), bienes personales (con la última reforma, 1% sobre todo el patrimonio si es mayor a $ 300.000; unos US$ 100.000 o 20 hectáreas en la pampa húmeda o 50 hectáreas en zonas más desfavorables). Con seguridad, la actividad más jugosa para la AFIP.
<b>-Agro vs. Industria:</b> la tradicional puja entre ambos sectores encuentra en esta etapa un contexto diferente. Si fomentar actividades secundarias era conveniente por el deterioro de los términos de intercambio de los países de base agraria, la actual coyuntura es la inversa. En términos de desarrollo, implica trasvasar recursos de un sector más competitivo y con mejores precios a otro más vulnerable y sujeto a una feroz disputa por los mercados. Habrá que encontrar nuevas explicaciones.
<b>Otras más.</b> Sin embargo, hay otras antinomias en los que no se abundó pero de ahora en más estarán en el centro de los debates, a medida que la inflación siga su curso y las arcas fiscales necesiten más recursos.
<b>-Nación vs. Provincias:</b>la política económica del último lustro encontró un límite. La aspiradora fiscal se detuvo ante un sector que no quiere dar más sin ver cerca los efectos del gasto público o directamente por sospechar que dichos recursos se están despilfarrando. El ejemplo del tren bala (ahora abonado por su carísima financiación: proyectada en más del 16% anual) se usará como modelo negativo.
<b>-Cobrar más vs. repartir más:</b> si la distribución del ingreso fuera un imperativo, el vector impositivo no es la única herramienta progresiva. También el gasto: los chacareros demandan y utilizan servicios educativos, sanitarios, seguridad, de administración municipal y caminos de verdad que a los pools de siembra les son indiferentes. Claro, todos esos los debe proveer el estado provincial o municipal y para eso el Gobierno nacional debería resignar recursos.
<b>-El que gana, pierde:</b> el cuestionamiento oficial a la tasa de rentabilidad choca con el motor del sistema capitalista: los beneficios. Que sea un funcionario quien los pondere y sentencie cuánto es mucho o poco tiene otro nombre. Las energías de los empresarios se orientarán al lobby antes que a la innovación. Más justificación de concentrar poder.