COLUMNISTAS
UN TIEMPO NUEVO

Electores de la Sociedad Líquida

Las encuestas han producido revuelo en las elecciones celebradas después de la pandemia, aunque tuvieron pocos aciertos adivinando el futuro. Esto no es porque los encuestadores son malos. En todos los países hay vivos que comercian con los números, pero también existen profesionales serios. Todos se han equivocado. Pasa lo mismo con políticos y analistas que no recuerdan que vivimos en una Sociedad Líquida. Con gran anticipación anuncian que han ganado los comicios, pero se cumple casi siempre la vieja norma de que quien se cree ganador antes de tiempo, pierde las elecciones.

20230604_cortoplacismo_temes_g
| Pablo Temes

La Tercera Revolución Industrial venía cambiando nuestra  forma de ser, pero la pandemia aceleró el proceso. Encerró a buena parte de la humanidad en su casa y le obligó a incorporarse a la cultura de la red. Proliferaron las tiendas virtuales, el emprendedurismo, cada persona se siente dueña de su destino, desconfía del Estado, de las instituciones, cunde la inocente utopía de una sociedad que puede prescindir de la autoridad.  

La crisis de la democracia representativa se agudizó porque los cibernautas no sienten la necesidad de ser representados. En todos los países democráticos, la mayoría es crítica del establishment, no cree en los partidos, las ideologías, los proyectos de largo plazo.

Los electores cambian de preferencia fácilmente, no por las propuestas de los candidatos, sino movidos por imágenes, sentimientos, pasiones. No oyen la política, la ven. Decodifican las imágenes desde complejas identidades que se conforman también por la sensación de enfrentar a otros.

Cuando un millonario dice que tiene un plan económico, los habitantes de un barrio marginal huelen peligro. No entienden, ni les interesa entender el contenido del plan. Simplemente lo rechazan porque lo perciben peligroso para ellos y su metro cuadrado. En principio, no les parece natural que un grupo de potentados haya formado un partido para solucionar sus problemas.  

Cuando otro con imagen de izquierdista dice que transformará radicalmente la economía del país, muchos comerciantes, ciudadanos de clase media, productores, desconfían. No quieren estudiar los éxitos del Plan Quinquenal soviético, o del Gran Salto Adelante en China. Perciben que les van a quitar lo que tienen y no votan por candidatos que enarbolan hoces y martillos en una sociedad en que, la mayoría de los trabajadores tiene celulares, no cosecha trigo usando hoces, ni funde hierro usando martillos.

Ofertas y democracia

Algunos candidatos se dedican a organizar campañas sucias. Su eficiencia es baja. Cuando algún político intenta pegar a Horacio Rodríguez Larreta con el suicidio de Favaloro, su ataque no afecta al acusado, sino que revela la miseria del atacante. No mueve un solo voto. Lo mismo ocurre con los que quieren descalificar a Wado de Pedro porque es tartamudo. Es un argumento discriminatorio, que solo resalta los méritos de alguien que ha sabido superar problemas personales para obtener un sitio en la política del país.

En toda la región hay candidatos dedicados a denunciar a sus adversarios y abrazar a sus aliados. Bastantes políticos parecen presos de sus ambiciones, de intereses inconfesables, del culto a la personalidad. No parecen preocupados por lo que le ocurre a la gente. Se toman fotos, se apoyan, a los pocos días se enfrentan, viven en burbujas en las que no hay espacio para los sentimientos y los intereses de la gente común.

Algunos dirigentes que copan los espacios públicos lucen fanáticos, pero tienen público. La lucha libre tiene adeptos, pero pocos luchadores o personas que se dedican a matar a otros ganan las elecciones. Hay espectáculos en los que los candidatos parecen enfrentar a los ricos y a los malos, pero en realidad no ofrecen matar a nadie. La popularidad de ciertos líderes que atropellan los derechos humanos se explica por la situación excepcional de los países que dirigen.

En un país normal, es difícil creer a un candidato que buscará el bienestar para todos y sabrá respetar la diversidad de los habitantes, si es incapaz de dialogar y debatir puntos de vista distintos con otros.

Pronto se celebrarán las PASO, esa primera vuelta estrafalaria que existe en  la Argentina. Todos los ciudadanos tendrán que votar en las elecciones internas de cualquier partido para elegir a sus candidatos.

Algunos analistas anunciaron hace meses que iríamos a una segunda vuelta entre las dos grandes coaliciones, el Frente de Todos y Juntos por el Cambio. Varios políticos de oposición creyeron que con el estrepitoso fracaso  del actual gobierno, su triunfo era inevitable.

El kirchnerismo es una hidra con varias cabezas que se mantiene con enormes sumas de dinero del Estado, que sirve para mantener y promover una cultura política popular que existe y de la que se aprovecha. Tiene una retórica de izquierda, pronunciada por dirigentes que nunca fueron revolucionarios.

Durante veinte años los Kirchner encabezaron una coalición integrada por gobernadores con mentalidad feudal, dirigentes sindicales, que se hicieron ricos participando de la gesta revolucionaria, y dueños de empresas pobristas capaces de gastar en movilizaciones millonarias para ampliar su cartera. Este modelo de negocio necesita un dinero que no existe cuando su propio gobierno ha llevado al país al colapso económico.

El triple empate

La formas del kirchnerismo podían parecer graciosas en la sociedad tradicional, pero chocan con la cultura de la red. Cuando Cristina arma un escenario millonario para el 25 de Mayo, dice a sus seguidores que es “viva” porque se construyó un techito para estar confortable y no mojarse como ellos, pisa los límites de lo tolerable en una sociedad que se volvió horizontal. Cuando quiere designar a dedo a los candidatos del Frente, sin que se sometan a unas PASO, abre la puerta a la ruptura. Aunque cuente con la iluminación divina, esos gestos autocráticos, sin plata para repartir, son cosa del siglo pasado.

Los números dicen que el liderazgo de Cristina está en crisis. ¿Tiene sentido que haga lo que quiera con el Frente alguien que ni siquiera pudo instalar su candidatura? Hay dirigentes peronistas que tienen sentido de la dignidad. No debe gustarles el trato que suele dar Cristina a sus subordinados, que más que compañeros de lucha política, parecen pajes del siglo pasado.  

La oposición tenía mejores números hace poco. El PRO fue una fuerza nueva, progresista, que apareció como una alternativa moderna a un populismo que envejecía. Las declaraciones desafortunadas de algunos miembros de Juntos por el Cambio hicieron que resucite el fantasma de que es un grupo gorila de algunos barrios de la Ciudad de Buenos Aires. Con la involución ideológica llegó también una actitud de desprecio hacia los aliados de Cambiemos y la idea de un enfrentamiento cerril con los peronistas.

Los números, como están en esta semana, ponen a la suma de los candidatos de Cambiemos al frente de las PASO. Horacio está primero, seguido de cerca por Patricia, y algún aspirante radical con un porcentaje marginal. Pasa algo semejante con la suma de porcentajes de los eventuales candidatos de Frente de Todos, que obtienen un empate técnico con Cambiemos.

Lo que conmueve a muchos es que Javier Milei, individualmente, obtiene los primeros resultados, porque tanto oficialistas como Cambiemos van divididos.

Milei ha crecido. Eso tiene que ver más con su estilo de comunicación que con sus ofertas. Hace una campaña que atrae a muchos de los que están cansados de los viejos políticos. Los ataques rastreros de algunos adversarios, manipulando datos de su vida privada, le ayudan. También algunas de sus metidas de pata, que asustan al establishment. Bastantes de sus propuestas son lo suficientemente difíciles de entender como para hacerle daño. El tema de la dolarización puede darle muchos votos si sabe emplearlo.

Hablando en serio

En todo caso, para que el país cambie y se desarrolle,  necesitamos promover actitudes democráticas. Esto significa aceptar que existan y se fortalezcan grupos políticos de distinto signo, que puedan disputar el poder libremente y alternarse en él. También aceptar los resultados de las elecciones, sean los que sean, respetar la diversidad de las fuerzas políticas del Parlamento, apoyar al nuevo gobierno.

La cultura política del kirchnerismo no ha sido democrática. Cuando la gente ha elegido a un presidente que no les gusta intentan

acabar con el proceso democrático. En su mitología está instalado el club del helicóptero. Hay que terminar con eso. Las actitudes de Milei parecen ir en la misma dirección. No discrepa con su adversarios para debatir tesis. Simplemente insulta. Ese tipo de dirigente acaba mal. Es bueno discrepar, y realizar las transformaciones con la velocidad que sea posible, respetando la conformación de un Parlamento elegido por la gente.

En la campaña sería bueno evitar las ofensas personales que no llevan a nada, pero no hay límites para las discrepancias ideológicas. Cada grupo debería poder proponer lo que quiera, sin que haya jefes que les impongan luchar por lo que rechazan.

La sociedad mundial que surgió de la Tercera Revolución Industrial exige que nos pongamos al día. Cuando vivimos la revolución del conocimiento, no es posible que el 40% de los niños salgan de la escuela sin saber leer. Durante el período del próximo presidente el 50% de los argentinos perderá su trabajo por efectos de la revolución de la Inteligencia Artificial, la robótica y la impresión 3D. ¿Qué candidatos plantean lo que harán cuando esto ocurra?

Ojalá sea posible, después de las elecciones un amplio diálogo, no para distribuir prebendas, sino para acordar líneas generales, para el desarrollo del país en el mediano plazo. Los efectos de la Tercera Revolución Industrial, la defensa de la vida y del agua, deberán ser parte de la agenda, aunque no den votos.

*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.