COLUMNISTAS
tristeza

Elegía de un viaje

default
default | CEDOC

Me embarga la tristeza. Veo omisiones, distorsiones y tibias diplomacias en la salida de Alejandro Tantanian del Teatro Cervantes. Hay conflicto laboral en un ámbito mixto, que reúne criterios de artistas y de empleados de planta. El teatro es el arte de los conflictos y lo que se haga en él es reflejo de mucho más que sus piezas; ningún director artístico puede ejercer bien su labor si además debe lidiar con los problemas que la división del trabajo asalariado supone.

Tantanian planeó un viaje y puso proa hacia altos mares. Por ello es triste que no le hayan dado cita en el ministerio para explicar su gestión; lo hicieron solo esta semana y porque presentó su renuncia. Aún no asume nadie. Un nuevo criterio en Cultura puede requerir la renovación de sus funcionarios, pero detrás de esta renuncia por abandono no parece pedírsele a Tantanian que se haga a un lado para aplicar una nueva política de programación. Se va tal vez por el mismo motivo por el que otros se quedan: conflictos sindicales y edilicios nunca resueltos. Su remoción surge más de los empleados del teatro que de los públicos y beneficiarios de la producción de este teatro. El conflicto es legítimo y lo entiendo. También deseo que los cambios por venir sean para mejorar todo. Pero la tristeza es grande: Tantanian programó con coraje, diseñó para un futuro, se atuvo a sus principios, siguió su instinto y su capricho (que son la misma palabra). Ojalá sea esto lo que recordemos cuando hablemos de esta era, breve era en la que el Cervantes volvió a brillar con luces de inéditos colores. Y que siga brillando.