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Escritura y narcisismo

1-11-2020-Logo Perfil
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Marguerite Duras dijo que solo hay una verdadera confrontación consigo mismo en la escritura, que solo la escritura (ella que tanto hubiera querido ser música) obedece a una exigencia absoluta e implica un alto riesgo. Habría que pensar qué cambió en este siglo, por qué parecería que la palabra escritor o el acto de escribir se desprendió de su carácter excepcional, o por qué le llegó la democracia, es decir, la peste. Hoy no cualquiera es pianista, de hecho si alguien va a presentarse a un concurso de piano sin conocimientos lo sacan con la fuerza del orden. Tampoco cualquiera es bailarín de ballet ni tenor, porque para ser tenor la tesitura de la voz tiene que estar situada entre la del contratenor y la del barítono, dirían, y para bailar ballet hay que tener un torso, espalda, pies y piernas fuertes, un cuerpo flexible, disciplina, estructura definida, etc. 

Con la escritura pasa algo insólito, como si se hubiera falseado el axioma, se escribe para devenir escritor, o se devino escritor porque se escribió. No hay más misterio en el pasaje de ser y no ser que la concreción de haber escrito y el libro. Hoy los escritores son personajes que se componen para ser vistos, no ya una política de autor, un nombre de guerra, una cruzada. Selfies, vivos, contribuyen a dulcificar el aspecto de los escritores. En un programa se les exhortaba a que contaran cómo habían escrito su libro más popular, y por qué, como si esa pregunta tuviera respuesta. Una autora me comentó que un libro que trataba de reflexiones acerca del arte terminaba cambiando el tono con la descripción de cómo ese autor había ganado un premio. No, de cómo se había enterado de que había ganado el premio. Ya no solo se exhiben la firma de contratos y el personaje del escritor es fabricado con gestualidades externas, tics, estribillos, sino que el enemigo del escritor llegó a su propio libro y es su narcisismo.