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Explicaciones rotativas

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Medidas. La asignación de sentido ahora busca oportunidades en la economía. | AFP

Con una combinación de bronca y soberbia, funcionarios e infectólogos explicaban hace unos meses a los periodistas que no se podía comparar a la Argentina con casos como Uruguay o Paraguay, ya que ninguno de ellos tenía un “AMBA”.

Ese recurso conceptual iba acompañado de gráficos sobre la situación en otros países para los cuales las comparaciones sí eran fantásticas, ya que allí morían, producto del neoliberalismo, miles de personas. El paso del año permitió poner en conflicto esos argumentos.

El presente, como una referencia de tiempo del ahora mismo, como aquello que sucede en un único momento, irrepetible, suele recibir escasa atención, sobre todo por lo que obliga en los procesos sociales. Todas las operaciones sociales ocurren en el presente, ninguna en el pasado, ninguna en el futuro; todo ocurre en un “ahora” incesante.

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Este fluir constante obliga a un tratamiento especial con ese tiempo presente para evitar que sea un solo devenir sin sentido, dividiendo ese constante fluir en dos planos: entre aquello que marca el devenir del tiempo real e irrepetible (el avance del reloj) y aquello que puede ser fijado con algún sentido e identidad.

Una decisión política permite marcar un momento específico, un dictamen de la Corte Suprema o un lanzamiento de producto al mercado, pueden ser tratados como señalizaciones de aquello que alguna vez sucedió y ser ubicados a través de un ejercicio de historia, haciendo que episodios puntuales reemplacen procesos sociales múltiples y complejos, con secuencias manejables.

El despliegue de la ciencia, en su búsqueda de presupuesto para conseguir financiamiento para poder vivir de la ciencia como una profesión, ofrece una suerte de promesa de control en las secuencias del mundo; tanto en un formato de explicación de una situación presente, como en la detección de causas que generan determinados efectos.

Al comienzo del año, las recomendaciones sobre qué hacer en relación a la cuestión de la amenaza del Covid-19 eran ofrecidas como caminos para evitar consecuencias conocidas en otros territorios, por lo que determinadas decisiones (causas) ofrecerían determinados efectos gracias al saber de la ciencia.

Para el Gobierno y sus asesores, el paso del tiempo esperaba quedar registrado por los logros de una intervención reguladora, que daba un formato al presente próximo de éxito, donde el universo argentino era explicado en su devenir como consecuencia de la ciencia.

La experiencia kirchnerista ha sido muy productiva en la asignación de causas y efectos sobre un mundo complejo, y su abuso explicativo en el intento de conducción de la pandemia es reconocible como mecanismo propio de su base ideológica.

La decisión de la Corte es adjudicada a la presión mediática, los mensajes de los medios de comunicación a los grupos concentrados, la movilización de la Bonaerense a Mauricio Macri y la crisis económica al rol de la oposición. Esta secuencia compone un abrumador esquema reductor de complejidad, permitiendo hacer del mundo y sus múltiples operaciones un sitio comprensible para ellos mismos. Esa reducción encierra al mismo tiempo criterios de conflicto, ya que solo ofrece estima y valoración a quien sigue y acuerda en esa explicación del mundo, y rechaza con furia a todo aquel que no concuerda con esa idea.

El interés conceptual que ofrece la idea del presente radica en que permite visibilizar a ese instante recurrente como el momento en que incalculables operaciones producen y estimulan efectos, que permitirán generar otras tantas y nuevas causas sobre otros, después nuevos e indescifrables efectos.

Bajo estas condiciones, en realidad el mundo es inmanejable más que a través de una ficción de asignación de sentido. El control de riesgos, basado en decisiones, es un ejemplo fantásticamente terrible de algo que combina puntos de vista, ilusiones y hasta procesos moralizantes. Quien accione un proceso de control de daños, activará un nuevo problema en otro lugar, que necesitará otro nuevo control de daños.

La tradición humanista ofrece a su vez otros problemas. Se tiende a pensar que los hombres y mujeres, a quienes se puede señalar como ejecutores, serían los que moldean al mundo, pero la insistencia en esa concepción oculta detalles más interesantes. Los mismos personajes en determinadas condiciones pueden realizar acciones, y en otras condiciones modificarlas, algo que queda claro con Alberto Fernández o con la misma Corte Suprema, avalando o no avalando el traslado de jueces.

La salida a estos cambios se busca en las intenciones de los y las protagonistas y no en las condiciones mutables que siempre los diversos presentes ofrecen. Un cambio aquí debería ayudar a mejorar los diagnósticos.

Argentina acaba de pasar a México (quien tiene un AMBA “posta posta”) en cantidad de contagios y va camino a tener una cantidad de muertos por millón de habitantes similar a los países con peor desempeño. Los ejercicios de explicación y de asignación de sentido han sido abandonados para dar paso a las consecuencias de un virus complejo y ahora inabordable. En unos meses se cambió de la teoría del sujeto revolucionario a la de un mundo intocable.

En este abandono las intervenciones buscan nuevas oportunidades temáticas, ahora con la economía. La baja de retenciones son hoy los novedosos ejercicios de adjudicación causal, que si resultan serán producto de las virtudes académicas del ministro Guzmán. Y si fracasan, como el Covid, la consecuencia de un mundo al que se critica como decadente, pero al que se va a buscar para depositar las explicaciones de todo aquello que sale mal y no se puede cambiar.

*Sociólogo.