En la calurosa tarde del 6 de enero de 1956, Día de Reyes, se conocieron dos hombres que participarían y dejarían su huella en la polémica historia argentina. En casa de Delia, Rogelio Julio Frigerio, 41 años, ya entrecano, fue presentado a Gabriel Arturo Frondizi, 47 años, entonces presidente de la antiperonista Unión Cívica Radical. A juzgar por los resultados, la reunión excedió con creces su cometido. Rápidamente congeniaron. Y no deja de ser un misterio cómo fue que catalizaron tan veloz e intensamente sus temperamentos. Pudo haber influido su común estudio apasionado del sistema marxista, del cual extrajeron categorías para el análisis, y la convicción de que los problemas económicos son los fundamentales, siendo lo político y lo social sus derivaciones.
Isidoro Gilbert, que en 1940 había trabajado como cronista parlamentario de la publicación comunista La Hora, relató que años más tarde, en un encuentro organizado por él entre Frondizi, Frigerio y el líder del Partido Comunista Argentino, Vittorio Codovilla, “entre los tres se disputaron quién era el mejor intérprete del marxismo y de Lenin, de quien Frondizi era un profundo conocedor y admirador” (1994, El oro de Moscú). El escritor peruano Eudocio Ravines proporcionó una versión diferente del encuentro; durante un almuerzo en su honor en el City Hotel en 1963, dijo que en 1935 consultó a Frigerio sobre a quién designar secretario de la Liga por los Derechos del Hombre, una organización pantalla del comunismo; éste le habría recomendado a un agudo y ambicioso joven que militaba en las filas de la UCR: Arturo Frondizi. Efectivamente, Frondizi fue el primer secretario de dicha fundación. Esto abonaría la razonable sospecha de que se conocían desde mucho antes del encuentro del 6 de enero. Sea como fuere, había entre ambos coincidencias asombrosas. Hijos de padre y madre italianos de clase media, nacida cada pareja en la misma región: los Frondizi en Gubbio (Umbría); los Frigerio en Lago di Como (Milán); localidades que distan entre sí 528 kilómetros. Ambos pertenecían a familias muy numerosas y eran los anteúltimos: Frondizi era el decimotercer hijo de catorce; Frigerio, el sexto de siete hermanos. Pero mientras al primero su padre, albañil devenido constructor, le leía a Hegel, a Frigerio su padre, comerciante de toda la vida, lo enviaba a trabajar a la tienda. Ambos vivieron de jóvenes en Villa del Parque, y cuesta creer que nunca se hubieran cruzado antes de este encuentro, ni en el barrio ni en sus actividades políticas. Como nota de color, el mismo Frigerio afirmó en un reportaje: “Ambos somos de Escorpio”. Además, sus apellidos comenzaban con “Fr” y sonaba armónico decir “Frondizi-Frigerio”.
Frondizi encontró en Frigerio no sólo ideas en estado latente, sin adornos retóricos ni disimulos, listas para alimentar su acción de gobierno; sino a un hombre de pluma brillante que le escribiría muchos de sus discursos y que estaba siempre listo para resolver problemas prácticos. También Frigerio se alegró de encontrar a Frondizi. Según Babini, decía por entonces: “Frondizi tiene un millón de votos y yo las ideas” (1983, Frondizi, de la oposición al gobierno). Su hijo Octavio desmiente esta frase adjudicada a su padre.
Juan Carlos de Pablo brindó una explicación más concreta de la afinidad. Según él, Frondizi advirtió en 1956 que podía ser el candidato a suceder al gobierno de la Revolución Libertadora, y se propuso encontrar al hombre que poseyera las mejores ideas. “¿Y quiénes estaban en la ‘vitrina’ de las ideas económicas a comienzos de 1956? Los economistas de la UCR, con los cuales estaba distanciado; Raúl Prebisch, cuestionado luego de su Informe de octubre de 1955; Alsogaray y Frigerio” (2005, La economía argentina en la segunda mitad del siglo XX, tomo I). Esta interpretación coincide con el relato que Frondizi le hiciera a su cercana colaboradora, Emilia Menotti.
“Frondizi no estaba en condiciones de encontrar estas ideas en el ambiente de su propio partido. Según Daniel Cruz Machado, cuando Frondizi fue elegido presidente del Comité Nacional ‘el partido estaba «muerto»’. Durante todo el año 1953 no se había visto un alma en la Casa Radical. No había organismos juveniles, obreros, femeninos. Los unionistas hasta 1948, los sabatinistas hasta ahora, habían mantenido una atmósfera enrarecida de viejo comité. No se conocía más actividad que la tertulia de dirigentes al caer la noche. Frondizi encontró a un muchacho que escribía, mimeografiaba y distribuía –él solo– un periódico partidario. Y nada más. Encontró 200 pesos en caja. El archivo estaba revuelto. Ni siquiera había una lista de los convencionales del partido”.
Félix Luna, en cambio, atribuía la relación con Frigerio como producto de la tendencia de Frondizi a caer en la depresión y en la melancolía. Frigerio actuaba como su pilar de apoyo. Según el historiador, Frondizi era muy perezoso y Frigerio, con su conocida capacidad de trabajo, le resolvía todos los problemas: le escribía los discursos, señalaba los problemas principales, le indicaba qué debía decir y hacer.
Por su parte, Frigerio atribuyó la fortaleza de la unión a “una coincidencia fundamentalmente epistemológica […] Una conducta sistemática como la que observó Frondizi debe estar apoyada en algo más que la voluntad y la conveniencia. Se requiere compartir el fundamento mismo del método para pensar e inspirar la acción”.
El hecho concreto es que la influencia de Frigerio sobre Frondizi fue revolucionaria. Para dimensionarla hay que señalar que éste había sido, junto con Moisés Lebensohn, redactor principal de la Declaración de la ciudad de Avellaneda en abril de 1945, documento fundador del Movimiento de Intransigencia y Renovación en la UCR. Su mensaje central era la lucha contra el imperialismo, la nacionalización de los servicios públicos y el libre acceso a la tierra a quien quiera trabajarla, combatiendo el latifundio, incorporando así la visión de la izquierda democrática, nacionalista, socializante, federal y popular. Según afirmó Frondizi: “Fue mucho más una bandera de lucha que posibilitó el triunfo de la Intransigencia que una respuesta científica a los problemas que afligían al país en la década de 1940”. Conviene recordar que dos años antes de conocer a Frigerio, Frondizi había escrito Petróleo y política (1954), un libro en el que caracterizaba el proceso de dependencia argentino según el esquema marxista, si bien utilizando categorías principalmente extraídas y expresadas en los términos de la escuela Prebisch-Cepal, proponiendo la reforma agraria y la industrialización, así como la explotación del petróleo en forma exclusiva por YPF. Aquella reunión inicial en casa de Delia Machinandiarena se concretó poco después de que Aramburu hubiera reemplazado a Lonardi; en ese momento el sentimiento antiperonista se exacerbaba a través de todos los medios. Se trataba de un intento de desperonización del país que había alcanzado su apogeo. Valga como ejemplo de esa campaña que el gobierno militar acababa de enviar una misión al Aconcagua para retirar los bustos de Perón y Evita allí instalados. El encuentro y la larga conversación Frondizi-Frigerio buscaron, precisamente, la apertura para la superación de la antinomia peronismo-antiperonismo. La propuesta era aunar energías en pos de la búsqueda del desarrollo nacional, con el concurso del capital extranjero.
A partir de ese momento la actividad política de Frigerio fue vertiginosa: “Frondizi me preguntó de cuánto tiempo disponía yo para trabajar en la actividad política. Por entonces me encontraba a cargo de un grupo de empresas de carácter familiar y otras que habíamos ido creando en los años inmediatamente anteriores. Le contesté que podía liberar medio día para trabajar con él. En poco tiempo debía de advertir que esa presunción era errónea. La actividad política práctica me tomó casi inmediatamente el tiempo completo”. El primer paso a dar era la conformación de una alianza de fuerzas políticas para expresar al Movimiento Nacional. Según Frondizi, era necesario unir a las vanguardias populares que luchaban por la “liberación y el desarrollo”. Decidieron dividir las tareas entre ambos. Mientras Frondizi trabajaría dentro del radicalismo para obtener su candidatura e infundirle nuevas ideas, Frigerio transformaría la revista Qué en un medio oficioso de la campaña electoral y buscaría contactos con todos los sectores políticos, especialmente con el peronismo.
*Economista.