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Nuevas realidades

¡Guau!... Las redes sociales

1-11-2020-Logo Perfil
. | CEDOC PERFIL

La semana pasada, en el curso de una investigación profesional sobre ciertas cosas que ocurren en las redes sociales, acepté el contacto con una mujer que se comunicó por Messenger desde Encarnación, Paraguay. El asunto derivó en una llamada por WhatsApp de un presunto comisario, Mg. Rubén Oporto Sánchez, de la Comisaría Nº 03 de la ciudad de Encarnación, seguida de la fotografía del comisario en cuestión y del Acta de Denuncia Nº 456/19, en la que una señora me denunciaba por “acoso sexual a una menor por las redes sociales”. El comisario agregaba que quedaba a la espera de mi declaración. Ante lo que tenía toda la apariencia de una extorsión, justamente una de las circunstancias que estaba tratando de investigar, el 22 de mayo de 2021 publiqué en la red de Perfil los antecedentes del caso, aclarando que este “acosador” se había dado a conocer ante la presunta menor… con una foto de su carnet profesional de periodista (http://bit.ly/gabetta-guau-las-redes-sociales). De inmediato hice llegar ese artículo al comisario, para que tanto él como la denunciante lo consideraran.

Y desde entonces hasta hoy, 26 de mayo de 2021, no he vuelto a recibir llamadas ni comunicación alguna. ¿Un intento de extorsión? Según la cronología del caso, tiene toda la pinta. Mis abogados me indicaron que el procedimiento correcto es que el comisario se dirija a un fiscal del Paraguay, este a un juez y este, a su vez, a un juez argentino. Y que eventualmente se hubiese dado intervención a Interpol. Que un oficial de policía de otro país se comunique por WhatsApp y envíe por ese medio su foto y el texto de una acusación, con firma y sello de la comisaría, no sería el procedimiento. Dispongo en mi teléfono –en trámite de certificación ante escribano público– de todos los datos, incluidas las conversaciones y fotos de “acoso” a la presunta menor y la foto del comisario.

¿A qué se debe este silencio? ¿De qué se trata todo esto? En el mejor de los casos, de un oficial incompetente aficionado a las redes sociales y de una madre, “honesta mujer con una hija traviesa que se entretiene por las redes a las cuatro de la mañana”, tal como especulo en la nota citada. Es la razón por la que no menciono aquí el nombre de la denunciante. En el peor, de una extorsión fallida, de la que la madre puede o no ser cómplice. Hasta es posible que todo, nombres, fotos, etc., resulte falso; o el divertimento de algún imbécil.

En fin, que esta primera incursión de mi interés profesional por ciertas cosas que ocurren en las redes y las reflexiones que suscitan ha dado resultado. La evidencia de la posibilidad de extorsiones; de la falta de control de los padres sobre la actividad de sus hijos en las redes; de la eventual imposibilidad de ese control… Tengo sobrinos que desde sus 4 a 5 años se pasean por las redes a sus anchas. Otra reflexión necesaria es preguntarse a qué edad se es “menor” en esta época. Al menos en Occidente, muchos jóvenes de todas las orientaciones de género y clases sociales, con las variantes del caso, comienzan a tener experiencias sexuales a partir de los 14 o 15 años, algo que por otra parte ha dejado de ser mal visto. Por no hablar de todo lo que pueden ver y oír: pornografía, política, guerras, crímenes. Un adolescente de hoy dispone de los datos que hasta hace poco se consideraban de adulto mayor, si no de viejo…

Y por último, algo que nos concierne como periodistas. ¿Qué hubiese ocurrido si algún colega paraguayo se hubiese enterado del tema antes de que yo publicara mi advertencia en la web de  Perfil y se hubiese propagado por los medios y redes que “un conocido periodista argentino acosó por las redes sociales a una menor? El suscripto estaría ahora defendiéndose de una nube de acusaciones y proclamas escandalizadas que, de ser ciertos los hechos, serían justas. Pero puesto que los hechos reales habrían ido por detrás y vaya uno a saber dónde quedaron, mi culpabilidad, lo degenerado que soy y las cosas que soy capaz de hacer serían imborrables.

Puede que un colega paraguayo se hubiese enterado y, después de verificar los hechos –intentando comunicarse conmigo o leyendo mi aclaración– se hubiera abstenido. Pero no todos proceden así; la primicia está primero. Y al margen del periodismo: ¿qué hubiese pasado en las redes?

Todos debemos reflexionar ante esta nueva realidad.

*Periodista y escritor.

Producción: Silvina Márquez