Un presidente con una muy mala gestión económica tiene chances de reelección. Una ex presidenta multiprocesada, que gobernó durante la cleptocracia que inició su esposo, tiene chances de volver al poder. Otros dirigentes peronistas, ex aliados K, aspiran a tener chances electorales presentándose como lo nuevo. Y hasta un tapado, que dice no querer ser candidato salvo que se lo imploren, sería un presidenciable competitivo. Bienvenidos a la Argentina, país milagroso.
Desmenucemos caso por caso, porque no todo es lo mismo. Contra lo que nos quieren hacer creer, nunca lo es.
Mauricio Macri cierra el peor año en su primer trienio de mandato. Con una inflación nunca vista desde las híper de Alfonsín y Menem, con la mayor devaluación tras el estallido del dólar posconvertibilidad de 2002, la más alta presión impositiva de la historia y una recesión con fuerte impacto en los niveles de pobreza, consumo y empleo (aunque esta última variable no se descontroló, por ahora).
Si en las calles no se prendió fuego todo, en especial en los principales centros urbanos, acaso sea porque la impericia económica del macrismo no se extendió a sus áreas de contención social, en muchas oportunidades con la colaboración opositora.
Aun así, es difícil de explicar que el Presidente mantenga niveles de aceptación de un núcleo duro que le otorga posibilidades reales de ser reelecto. O al menos no hay antecedentes de ello en los últimos 35 años de democracia. Razones hay, claro.
Lavagna: el cisne negro de Macri y CFK
Para hacerla fácil: el Gobierno argumenta que estamos como estamos por culpa del kirchnerismo y que este camino doloroso es el único para terminar con setenta años de frustraciones. Según estudios serios de opinión pública, hay al menos un tercio del electorado que manifiesta creer en esas explicaciones.
Estos motivos se nutren además de contraponer a Cristina Fernández de Kirchner en la competencia electoral. Más allá de los deseos o de la decisión de la actual senadora de postularse para intentar el regreso, es obvio que al Gobierno esa polarización le da mayores posibilidades de triunfo.
Lo cierto es que igual Cristina tiene otro núcleo de respaldo electoral cercano al tercio, pese a los problemas judiciales que acarrea y que la tendrán como imputada en los juicios orales que empezarán durante la campaña electoral. No darían los tiempos para que en 2019 esté incluido el juzgamiento del Cuadernogate, el escándalo de corrupción público-privada más extendido y comprobado de nuestra era.
El alto rechazo a Macri y a Cristina complica sus probabilidades en una casi segura segunda vuelta. En esas aguas es donde quiere pescar el peronismo alternativo de Urtubey, Schiaretti, Massa y Pichetto, entre otros. De ellos, solo el salteño y el bonaerense serían presidenciables pero no terminan de despegar. El gobernador cordobés va por otra reelección provincial y el senador por Río Negro tal vez se conforme con ir de vice, si es que sale indemne de ser el portavoz defensor de los fueros de Cristina.
Esta demora en la consolidación de una tercera opción (donde no faltan quienes allí coquetean con la ex presidenta) ha llevado a miembros del corazón del círculo rojo a tentar con su respaldo a Roberto Lavagna, ex ministro de Economía de Duhalde y Kirchner. A sectores poderosos del mundo empresario y sindical les resulta confiable como piloto de tormenta. Piensan que CFK causaría nuevos daños económicos y que Macri tiene un plan de ajuste pero no de desarrollo.
Lavagna, que en marzo cumplirá 77 años y mantiene un férreo silencio público aunque no privado, les decía que no pero cada vez es menos tajante “si la situación lo requiere”. El gobernador socialista de Santa Fe, Miguel Lifschitz, lo postuló. Y comentan que hasta hubo algún guiño de la Iglesia para que jugara. ¿Será con la bendición papal?
En el terreno de los milagros, qué mejor metáfora que el hecho de que sea el Sumo Pontífice argentino el que también aporte su granito de arena a la confusión general.