COLUMNISTAS
Cultura violenta

La educación vence al odio

Escolaridad, maestros y chicos en aulas 20220317
Escolaridad, maestros y chicos en aulas | Agencia Shutterstock

Hace unos meses, hacíamos referencia a la necesidad de educar para la paz, explicando que la humanidad tiene una historia violenta, a punto tal que dividimos las etapas de nuestra vida social en base a periodos entre guerras y revoluciones. En ese momento decíamos que la invasión rusa a Ucrania, es un episodio más de esta cruel forma de tratarnos y aunque ya no ocupe titulares, esa guerra sigue y todos los días mueren personas.

La definición de guerra, entendiéndola como la política por otros medios, coloca a la política en un en lugar en donde la violencia es algo válido o por lo menos permitido.

Paradójicamente, recientemente la muerte de Gorbachov, permitió ponderar su rol en el fin de la guerra fría, el desarme y la construcción de paz.

En estos días, el atentado contra la vicepresidenta, por suerte, repudiado por la inmensa mayoría del arco político renovó el debate sobre el discurso de odio en Argentina.

La historia de nuestro país, muestra que la lucha facciosa, no es novedosa. Unitarios y federales, radicales y conservadores, peronistas y antiperonistas, militares y sociedad civil, campo e industria, etc. son algunos de contrapuntos que hemos visto a lo largo de diferentes etapas. Sin dudas, el punto extremo de violencia política lo muestra la última dictadura y la configuración de un Estado al servicio de la persecución, desaparición y muerte.

Decíamos en abril que la violencia es una pandemia, que en muchos aspectos se encuentra lamentablemente naturalizada y como nuestros días inician y concluyen con noticias de peleas entre políticos, robos, asesinatos de acá, más allá y más lejos también.

La historia de nuestro país, muestra que la lucha facciosa no es novedosa

Nuestra cultura hace que todo tema en debate público ofrece un River y Boca. Penosamente, desde hace unos años, esto que suele denominarse grieta, divide la argentinidad, llevándonos a situaciones absurdas, en donde para quienes viven esa posición facciosa no puedan ver bondad en nada de la otredad. Pero, aun así, esta compulsa, no necesariamente importa odio y en estas expresiones hay que ser sumamente cuidadosos.

La democracia consolidada en Argentina obliga a razonar al odio, desde la perspectiva de la república, el federalismo, los DDHH y las libertades públicas. Esto nos lleva a entender tanto a los “discursos de odio” como una expresión sistemática y cargada de violencia en contra de un sector o grupo; como así también a los denominados “crímenes de odio”, es decir delitos con fundamento en prejuicios que pueden ir desde lo racial, hasta el género, pasando por una serie de temas que marcan violencia hacia la diversidad.

Por eso, hoy nos vemos obligados a insistir en que la sociedad debe abordar la adicción cultural hacia las violencias y cortar con prácticas, producciones y reproducciones de conductas violentas y diversas formas de odio, desde el sistema educativo, ya que la educación como constructora de una cultura de paz, es la herramienta más potente para conseguirlo. Así lo muestran todas las sociedades que lograron exitosamente revertir procesos de confrontaciones internas extremas.

Si realmente queremos superar una historia trágica, hay que comprender que la paz es una construcción, no es la simple ausencia de violencia. La política desde todos los sectores y niveles le debe calidad a la democracia, para superar la mera idea que el gobierno del pueblo, es solo un modo de organizar la distribución del poder, sino también un estilo de vida.

Para ello, la política debe tener la capacidad de acordar y sostener un modelo educativo basado en el ejemplo y el respeto al pluralismo como forma para la mejor la convivencia y resolución pacífica de diferencias.

Reconstruir nuestra cultura con bases diferentes, exige que el sistema educativo de promoción e incentivo de la cultura de paz activa, como posicionamiento ético, partiendo de las tensiones para trabajarlas, reemplazando la figura del enemigo, por la del adversario: promoviendo encuentro, diálogo, consensos y reconciliación, con resguardo a las libertades públicas.

*Miembro del Consejo de Gobierno de Unesco-Iesalc.