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Claves para ser potencia electoral

La eficacia electoral de la distribución del ingreso

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| Gustavo Peon

La eficacia electoral de la distribución del ingreso está poco analizada, no casualmente, obvio. La Patria Consultora prefiere detenerse en cómo guiña el ojo el candidato.

Veamos esto de cerca. En el año 2016, Cristina deja la participación de los trabajadores o la remuneración al trabajo asalariado sobre el ingreso total – según la base de cálculo de Udepi-Unpaz– en el 45,3% y el capital o excedente bruto de capital, en el 42,2%.

En el año 2019 con el 40,4% de participación de los trabajadores y 44% del factor capital, pierde Macri las elecciones y no puede reelegir, marcando un récord histórico negativo.

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Tras la pandemia y recuperación económica en el año 2021 y ya con el 37,3% de participación para los trabajadores y 46,7% para el capital, el que es derrotado es el FdT.

Hoy la participación de los trabajadores es el 33% y el capital participa con el 56,6%. Como señaló Cristina Kirchner en el año 2020, el crecimiento económico podría llevárselo cuatro o cinco vivos. Bueno, lo han hecho.

Evita y la economía de cuidados

Obviamente, la distribución no es la determinación única, sino la de última instancia y como tal siempre está sobredeterminada –el FpV por caso pierde en el año 2015 por otros factores que no analizaremos–. Ahora bien, sin que mejore la distribución, la evidencia reciente muestra que es muy complejo enfrentar exitosamente un escenario electoral.

Y es en el patrón de distribución del ingreso, tal como ella bien lo indica, donde debe buscarse la última ratio de la persecución a Cristina Kirchner. Veamos:

El Estado tiene dos grandes tipos de aparatos:

  1. Represivos
  2. Ideológicos.

Los últimos a través de los medios, escuelas, universidades, intentan consensuar como “universales” los intereses “particulares” de los sectores dominantes en cada coyuntura histórica específica.

Los segundos reprimen física o judicialmente a los que no aceptan ese consenso “universal” y, por el contrario, lo enfrentan construyendo poder contrahegemónico.

En esta perspectiva, la represión estatal bajo formato “judicial” a Cristina (recordemos que dos meses antes bajo la forma de “represión física”, intentaron asesinarla), es parte de la historia traumática de los líderes populares y el proyecto contrahegemónico que encarnan.

Por eso hoy la Corte “toma el comando” de la oposición, coordinando la actividad de los medios opositores y la coalición política neoliberal Juntos por el Cambio, en la defensa de los intereses de los sectores dominantes en esta coyuntura.

Cuando Cristina advierte que el presidente dispone apenas de un 25% del poder de Estado, refiere a esta lógica de comportamiento institucional, “independiente de la voluntad de los actores” que manifiesta el Estado en una sociedad de clases y los peronistas no son marxistas, pero menos son tontos. Lo ven en acto.

Y no son marxistas, porque creen que aún con ese 25% de poder estatal, la práctica popular-democrática puede hacer y mucho en favor de cambiar las relaciones de fuerzas siempre desfavorables que impone el Estado en una sociedad dividida en clases.

Lúmpenes

Como bien señalaba Néstor Kirchner (y teorizó Nikos Poulantzas en los 70) hay que dar la lucha también “al interior del Estado y sus aparatos para ampliar el campo de lo posible” hasta llegar a “proponer un sueño”, tal como lo hizo.

Ampliar el campo de lo posible asumiendo que estructuralmente las relaciones de fuerza estatales son desfavorables, no es sencillo y demanda gran organización popular, militancia y un liderazgo que ejerza el poder político sin doblegarse, que “no amague y recule”, como se dice ahora.

Por eso persiste el peronismo como práctica política. Sabe que un Estado hostil, de clase, solo puede ser disputado por fuera y por dentro sostenido en un movimiento nacional y una líder con convicción política inquebrantable.

Por eso no es un partido ni sigue a los candidatos circunstanciales. Se alinea tras su única líder. Hay un lazo afectivo que amalgama ese vínculo entre la masa y su líder, es cierto, pero también hay un cálculo de pura racionalidad política y hasta estratégica muy obvio, si se analiza la historia reciente.

Finalmente alinearse sin fisuras tras su líder, mejorar la distribución del ingreso tan regresiva y volver a “proponer un sueño” son tres claves para que el oficialismo recupere su potencia electoral del año 2019 y enfrente con éxito la elección del año 2023, donde se juega mucho más que un reemplazo de gobierno, sino un cambio de régimen. Si lo logra o no, lo veremos pronto.

Mientras tanto, tengan un buen año 2023, estimados lectores de PERFIL.

*Director de Consultora Equis.