Se veía venir. El halconismo oficialista y opositor arrastró a las palomas, enfrascados unos y otros en internas públicas pocas veces vistas. Así, los preacuerdos en los que se había avanzado en Diputados estallaron por los aires y volcó el Presupuesto 2022.
Tras las legislativas de hace un mes, tanto el Frente de Todos como Juntos por el Cambio ingresaron en una carrera cuasi desquiciada para ver quién se impone a quién dentro de esas coaliciones variopintas. La discusión presupuestaria, acelerada por el Gobierno después de una siesta de tres meses, armó el TEG perfecto para que las disputas tuvieran rating e impusieran condiciones.
Martín Tetaz, uno de los doce apóstoles del radicalismo disidente, tiró la primera piedra el miércoles 15, horas antes del inicio formal del debate. Avisó por TV que creían alcanzar los votos para rechazar el Presupuesto, pero sobre todo envió una insólita apretada a quienes integran el interbloque opositor: ojo con que algún gobernador hiciera levantar a sus diputados o que se abstuvieran a la hora de votar, lanzó.
Los destinatarios tenían nombre y apellido: el jujeño Gerardo Morales y el correntino Gustavo Valdés, adversarios en la interna de la UCR. “Me tienen podrido estos chiquitos porteños que nunca gobernaron nada”, replicó 24 horas después en el mismo espacio televisivo el propio Morales, que aclaró a esa altura del debate legislativo que el Presupuesto 2022 era invotable.
No se trataba solo de chicanas partidarias. El oficialismo había avanzado efectivamente con integrantes de JxC y de otros bloques más reducidos que permitieran, vía abstención o ausencias, que los votos del FdT se impusieran para la aprobación.
Con el paso de las horas, el presidente de la Cámara, Sergio Massa, tomó nota de que el clima se iba espesando y en línea abierta con Alberto Fernández fueron tras el plan B, que había sido lanzado por la conducción legislativa de JxC (Cristian Ritondo y Mario Negri), pero fue rechazado por el FdT porque aún creía que tenía controlada la votación: pasar a un cuarto intermedio y que el proyecto volviera a comisión para modificarlo.
Pero pero pero pero, decidió tomar la palabra en el recinto el jefe del bloque oficialista, un tal Máximo Kirchner (que había estado al margen de las negociaciones), y prendió fuego esos acuerdos que estaban construidos en base a papel maché y cinta adhesiva. Eran tan frágiles que con apenas soplarlos se caían. Kirchner Jr. sopló como para derribar las casas de los chanchitos.
Su embestida vino como anillo al dedo para que todo JxC y otras fuerzas se alinearan: primero rechazaron la vuelta a comisión y luego el Presupuesto en sí. Hay que esperar a las sesiones ordinarias que se inician en marzo para volver a tratar otro Presupuesto 2022.
Como contó ayer PERFIL, en la intimidad presidencial no cayó bien la actitud inconsulta de Kirchner. No saben si sucedió por casualidad o por causalidad. Pero de inmediato se pidió cerrar filas en público y culpar a la oposición de este acto que, según la Casa Rosada, afecta la gobernabilidad y la negociación con el FMI. Lo repitió el propio Presidente ayer en San Vicente, en la asunción de Kirchner al frente del PJ bonaerense, acto al que inicialmente no iba a asistir. En política, sobreactuar parece todo.
Esa misma receta es aplicada por los radicales, que se dijeron cosas terribles y hasta casi se van a las manos. Y el viernes ungieron una conducción de consenso con Morales de presidente y Lousteau como uno de los dos vices. Enemigos íntimos hasta que deja de ser conveniente.
Morales, que ya se apresuró a decir que será candidato presidencial junto a otros correligionarios, planteó una de las diferencias claves dentro de JxC: qué actitud tener con el Gobierno. El mandatario de Jujuy es partidario de no poner en riesgo la gobernabilidad. Tomar nota ante la aprobación que necesitará Alberto F y Martín Guzmán del acuerdo al que se llegue con el Fondo.
En el mismo sentido fue el bloque de la Coalición Cívica. “Necesitábamos aplomo para tener una posición más responsable”, marcó ayer en un comunicado crítico hacia el interbloque. Que sea la fuerza política de Elisa Carrió la que tenga esta inusitada reacción de equilibrio habla mejor de estos tiempos absurdos que nada.