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crisis y elecciones

La pérdida de la ingobernabilidad

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Cambiemos. “Fue víctima de una presunción de un PJ inunible.” | Obregon

Los resultados de las PASO cristalizaron un estado de ánimo generalizado de una población que llevó durante estos cuatro años, estoicamente, gran parte de la carga de un proceso de reparación nunca explicitado y cuya finalidad y método no se llegaba a comprender del todo. Si bien, desde el Gobierno, se repetía el inicio de un nuevo cambio cultural, solo quedaba, por debajo del anuncio, la aridez de las subas de las tarifas, de la nafta, del dólar, de las tasas y la caída del salario real. Con tan escasas referencias conceptuales, había que ponerle garra.

No obstante, creo que lo obvio fue guiando a la población, motivada por una, si muy clara, bochornosa imagen de lo que quedaba atrás. A lo largo de estos cuatro años, la reposición de energía para continuar, cada vez más escasa por la incertidumbre, se abastecía no solo por los bolsos de López, sino también por la gestión en las áreas no económicas, y la buena imagen y familiaridad generada por no pocos dirigentes del espacio. Todo el combo alentó al sacrificio.

En este sentido, no es menor lo logrado por la sociedad que, después de aceptar hacer un gran esfuerzo, con escasas señales del rumbo y sin ninguna épica, se encuentra hoy no muy lejos del punto de partida o peor.

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También, hay que decir, que resultan positivos, para un precario sistema institucional, no pocos aspectos del desempeño de Cambiemos y de los dirigentes de la oposición en estos cuatro años. Recordemos que, además de ser el primer gobierno democrático no peronista en terminar su mandato, es el primer espacio, de centroderecha, que es elegido por el voto desde 1910 y, además, que transitó, a diferencia de la experiencia 1999/2001, sin fisuras hacia dentro, una gestión durísima.

Este proceso generó un cambio cualitativo muy importante en la composición de la definición del voto. Durante estas elecciones desaparece un elemento que en la historia democrática reciente no solo motorizó elecciones, sino que definió, en gran parte,  el perfil del PJ: la gobernabilidad. Su garantía era, hasta hoy, un aspecto muy ofrecido, y en algunas oportunidades más importante que cualquier otro para elegir un candidato.

La sociedad muestra un importante signo de cambio al haber enfrentado un período de gran incertidumbre económica sin poner en riesgo la continuidad del partido gobernante.

Paralelamente, Cambiemos fue víctima de una ingenua presunción de un PJ inunible, sobre la cual postergó la mayoría de las reformas y demostró poco esmero en la seducción del electorado. Y el PJ, hay que decirlo, dejó que esto fuera pensado durante mucho tiempo porque creía que el fin de Cambiemos llegaba solo, sin necesidad de poner energías en la unidad, tal como pasaba siempre.

Nada de eso sucedió, Cambiemos no cayó y el peronismo debió unirse. Esto último, aunque forzadamente, fue suficiente para la victoria, por la sencilla razón de haber despejado la figura clave del bochorno. Esa movida desplazó a Cambiemos como único oferente de calidad institucional, surgiendo Alberto Fernández en garantía, aunque con una dosis muy inferior pero suficiente para promover el cambio de voto en una franja del electorado.  En el ADN del PJ no está la transparencia, pero las críticas expuestas una y otra vez por el candidato del Frente de Todos hacia el gobierno de Cristina, sobre los temas más oscuros, dieron la señal necesaria a una población que, por sobre todo, espera alguna otra idea, además de subir tarifas, nafta, dólar y tasas.

Así y contrariamente a lo que opinan muchos analistas, la institucionalidad empieza a ser una barrera, todavía no muy alta, pero presente. Caso contrario no tiene explicación el más del 30% de apoyo recibido por Cambiemos y el desplazamiento a un papel absolutamente secundario de Cristina, hoy atrás de un detractor de sus oscuridades.

La sustentabilidad de la fórmula forma parte de otra historia.

 

*Politóloga.