El Gobierno anunció el viernes 28 de junio, sorpresivamente, que el Mercosur y la Unión Europea lograron un acuerdo de asociación estratégica, lo que abriría las puertas a un tratado de libre comercio entre ambos bloques. Para los legos en la materia, hay que advertir que “libre comercio” no significa, libre. Hay y habrá cupos, condiciones, requisitos técnicos, sanitarios y fitosanitarios de ingreso que seguirán en pie y pueden adquirir relevancia creciente.
La Cancillería lo celebró como “un hito para la inserción internacional”. Las autoridades destacaron que el entendimiento “trasciende los fines meramente comerciales y marca un antes y un después en la integración internacional de la Argentina y en el proceso de desarrollo económico nacional”. Si el acuerdo es el éxito que debemos celebrar es contradictorio con la opacidad y el retaceo de la información. Acordar con la UE no es malo ni bueno de antemano. Lo bueno o malo son los términos de lo que se acuerda y cómo nos preparamos para enfrentar los costos que conlleva. Y esto no lo conocemos, llamativamente, en franca oposición con el proceso europeo donde se anuncian medidas de apoyo para los sectores que serán golpeados por el Mercosur. Se promete que ningún sector será extinguido.
Mientras allá hay cautela y acompañamiento acá veo mucha ilusión, mucha pasión, incluso ante la extinción. Poco amor, poca nutrición. Como de costumbre la experiencia es la mejor consejera. Inserción no es ni la llegada al paraíso terrenal ni la panacea para nuestros supuestos males. La inserción puede venir de múltiples colores y formas. Sabemos que la inserción puede ser asimétrica; puede y tiene costos que no pueden descartarse y deben ser atendidos; conlleva adaptación, calibración, transición.
Podemos celebrar que la Argentina venderá más carne, más peras y manzanas y ojalá ello aumente el superávit comercial. No lo podemos saber a ciencia cierta a pesar de la ilusión que podamos sostener de obtener acceso a un mercado de 500 millones de habitantes. Desde Europa hay resguardos para los sectores que pueden sufrir. El ingreso de carne vacuna no es infinito sino que tiene un cupo de 99 mil toneladas, lo que no llega al 2% del total del consumo de carne de la UE. Además, de ser menor en mil toneladas a lo que se venía conversando, será implementado a lo largo de un período de cinco años. Y será repartido entre los miembros del Mercosur. No puede olvidarse además que la Unión Europea subsidia a sus productores agropecuarios y continuará haciéndolo. Por lo que sabemos este tema que fue siempre el clavo en el zapato de los más de 20 años de negociación no estuvo en la mesa esta vez. Ello implica que la competencia deviene limpia de nuestro lado, donde celebramos extinción de sucios, malos y feos, pero no del otro.
Además de la incertidumbre sobre el resultado de la balanza comercial, sí efectivamente sabemos de inicio que hay una seria inconsistencia entre atrasar el tipo de cambio y abrir la economía. Lo dice la teoría y lo dicen las experiencias. Es bien comprensible que haya pánico frente a tanto anuncio celebratorio sin dar a luz los detalles de lo negociado, en particular, en relación a los sectores que sufrirán la competencia de las importaciones. Para ellos no hubo ni ojos ni oídos ni anuncios que atiendan a los costos de transición ni de medidas de acompañamiento cambiarias y fiscales.
Con seguridad tendremos mejor acceso a los grandes saldos exportadores de quesos franceses, aceite de oliva italiano, duraznos enlatados griegos y jamón serrano, y más prendas de vestir, tal como anticipan los exportadores europeos. Pero además de consumidores somos productores y, sin empleo ni ingresos no podremos consumir estas delicias.
Para completar mi ronda de escepticismo quiero recordar que hay cláusulas que reducen el margen de acción futuro de las políticas nacionales, por ejemplo, se prohíbe la aplicación de retenciones a las exportaciones (que tendrá un costo fiscal) y las licencias no automáticas que permiten regular flujos de importación que juntas reducen los márgenes de maniobra.
El acuerdo debe ser ratificado por cada uno de los Parlamentos de los 28 países que integran la UE y de los cuatro socios del Mercosur. ¿Qué pasará durante el proceso? Puede extenderse por años, tanto acá como en Europa dado los serios cuestionamientos a la globalización y este tipo de acuerdos que se expresa en el Brexit, la creciente voz de los partidos antiglobalización. Ya Macron hizo conocer sus reparos atendiendo a su electorado. ¿Podrán las autoridades concretar la ilusión de anclar la política comercial a largo plazo?
* Directora de la Maestría de Relaciones Internacionales de Flacso.