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Los crímenes del comunismo

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El sistema soviético y el estalinismo en particular han dado lugar a una extensa literatura, pero son particularmente aptos para la novela policial.

Después de todo, 1984 admite ser infinitamente transformada en una novela de género. Basta modificar ligeramente a Orwell y plantar en ese ambiente de mentiras, paranoia y brutalidad un protagonista con sed de justicia y sugerir que puede lograrla.

Eso es lo que hacen dos autores recientes –uno más bien aficionado, el otro más profesional– con sus policías soviéticos empeñados en averiguar la verdad donde no se puede. Uno es el irlandés William Ryan en Réquiem ruso (Roca Editorial), primer episodio de la saga del capitán Alexei Korolev, que cree tanto en Stalin como en Cristo y se las arregla para ser un buen tipo en el uniforme equivocado (la esencia de la novela policial ha sido siempre esa). Requiem ruso es un libro flojo y ameno, propio de un abogado que se puso a escribir en sus ratos libres.

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Mucho más profesionales que Ryan son el británico Tom Rob Smith y su agente de la proto-KGB Leo Demidov. El niño 44 (Espasa) está situada en 1953, pero se basa en un asesino serial posterior, Andrei Chikatilo, quien no era detenido porque los asesinos seriales no podían existir en la sociedad socialista y se le endilgaba cada uno de sus crímenes a un inocente distinto. Además de tener un caso imposible, Demidov está en conflicto con su fe comunista, con sus padres, con su esposa y con sus compañeros de trabajo. Smith orienta la pesadilla orwelliana hacia la novela de terror: los personajes se parecen a vampiros enmascarados y el libro es un museo de horrores burocráticos con una particular afición por lo truculento. El niño 44 no da respiro, no tiene un momento de calma y recupera ecos de distintas fuentes literarias, desde Dostoievski y Nadezhda Mandelstam, a Stephen King y Martin Cruz Smith. Tanta adrenalina parece pensada para el cine (la película, dirigida por Daniel Espinosa, se estrena en abril) pero El niño 44 (el libro) es una porquería, un Frankenstein sin alma compuesto por atrocidades gratuitas.

Pero una cosa fueron los comunistas de allá y otra los de acá, es decir de los países donde el partido nunca alcanzó el poder. Un caso es el de la Argentina, donde el médico Jorge Yaco acaba de publicar El oro de Berlín (Del Nuevo Extremo), una novela policial ambientada en los 70 entre Buenos Aires y Berlín Oriental que habla con conocimiento de causa del PC de esos años, de la obediencia a Moscú, de las traiciones internas, del apoyo a Videla, de las empresas del Partido, de gente siniestra pero también de algunos militantes sinceros y abnegados. Hay en el libro tristeza y nostalgia, y se lee como una memoria convertida en ficción, empobrecida mediante las fórmulas del género y los recursos del taller literario.

La principal fuente de El oro de Berlín está sin duda en Asesinato en el Comité Central, de Manuel Vázquez Montalbán, un episodio de la serie de Pepe Carvalho. Nunca la había leído y me llevé una sorpresa: el libro es un amargo, correoso, nihilista, disimulado homenaje al Partido Comunista, a Santiago Carrillo, a la vía europea al socialismo, a la literatura y a toda una serie de cosas que el autor sabe que hacen mal y van peor, pero son las que ha conocido y amado. La sorpresa fue encontrar allí el libro de un escritor.