Domingo 9 de abril. Desayuno. Mauricio Macri mira de reojo las tapas de tres diarios. Se detiene en la de PERFIL, que tiene como imagen principal una foto reciente de Martín Lousteau y Horacio Rodríguez Larreta como forma de anticipar que el jefe porteño iba a anunciar que separaría la votación nacional de la local, tal como quería la UCR y no el PRO. Otra nota de Clarín lo alertaba de lo mismo. Tomó su celular. Quería salir a plantear en público su oposición. “No creo que Horacio haga eso”, clamó por Radio Rivadavia.
El resto es historia conocida. Larreta dividió 24 horas después la elección en CABA (concurrente: el mismo día, dos sistemas) y el trío Macri-Bullrich-Vidal bramó sin anestesia contra la medida y HRL.
Escapemos a los análisis psicológicos e intentemos ir al didactismo. El desdoble de boletas desengancha las candidaturas nacionales (donde Larreta y Bullrich corren con ventaja) de las locales, lo que hace más competitivo en la Ciudad al radical Lousteau frente a la postulación PRO de Jorge Macri (si la Justicia lo autoriza, claro, como casualmente deslizó HRL).
En público, con el paso de los días, la dirigencia amarilla trató de bajarle el tono a la guerra. Más allá de la cuestión electoral porteña, que no es menor en el distrito que vio nacer al PRO y lo gobierna desde hace 16 años, está en juego la pelea presidencial y, sobre todo, quién tiene el poder.
Macri renunció a ir por su segundo tiempo, no a ser jefe. O líder. O referencia. ¿Para qué? Para incidir en lo que hay que hacer con el propósito de gobernar la Argentina a partir del 10 de diciembre.
Lo dijo esta semana sin pruritos, en una selecta cumbre empresarial en la que volvió a hacerle guiños a Javier Milei: “Vamos a ir a la segunda vuelta contra esta nueva expresión más liberal, más rupturista, de más enojo con la frustración que se arrastra durante décadas. Va a ser una segunda vuelta muy complicada porque día a día hay más gente que se enoja y cree que hay que dinamitar todo. Yo creo que hay que semidinamitar todo”.
Amén de que esos dichos motivaron al inefable Aníbal Fernández a augurar “ríos de sangre” si gana la oposición, en otra de sus clásicas anibaladas de artificio, a Macri no se le escapó su argumentación. Al respecto, varias notas al pie. Una, es lo que piensa. Dos, lo viene repitiendo desde hace tiempo. Tres, tiene claro que el blanco predilecto de Milei es Larreta, descalificaciones incluidas.
El expresidente está convencido de que el próximo gobierno debe encarar medidas de shock, en alianza con los sectores liberales y de derecha. Nada de consenso y diálogo. Semidinamitar. Sabe que eso no es ni será HRL. Sí Bullrich, a la que tampoco le confía demasiado, pero le sirve como aliada táctica para consolidar un frente antiLarreta, algo que se viene advirtiendo hace tiempo desde esta columna. Como cualquier pareja, aún en la política, antes de la ruptura formal hay quiebres de los que es difícil volver.
Es previsible que asistamos a un aumento de la tensión dentro del PRO y de JxC, como cada vez que está en juego el poder. “Cuando ganemos con Patricia, vamos por ustedes”, es una advertencia que se le adjudica en las últimas horas a Fernando de Andreis ante interlocutores larretistas. De Andreis es un lugarteniente macrista fiel, exsecretario General de la Presidencia y a cargo ahora de la campaña porteña de Jorge Macri. Acaso sea otra fake news. O no.