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Sigan jodiendo con Milei

El libertario expresa un “basta” ciudadano de imprevisibles consecuencias. Convendría que la política lo tome en serio y deje de jugar con cosas que se rompen.

Javier Milei
Javier Milei | NA

Con la misma lógica con la que las dos coaliciones que gobiernan el país y sus provincias desde hace 20 años no se hacen cargo de sus malas gestiones, viven enfrascadas en sus internas eternas y no maduran hacia políticas de Estado para un desarrollo y distribución económica sustentables, tampoco se sienten responsables de haber alimentado la criatura Milei.

Tomado como un Godzilla de la política, para equipararlo al monstruo nacido en el cómic japonés que destruye todo a su paso, apostaron a que su candidatura presidencial fuera de mentira. Que con el paso de los meses se lo tomara como una ficción y pasara a convertirse en un mero entretenimiento mediático pochoclero.

Subestimaron fenómenos similares globales. Tal los casos de Trump y Bolsonaro o los ascensos de la ultraderecha en Italia, Francia, España y Chile, por poner algunos ejemplos conocidos. Acá eso no va a pasar, suelen envalentonarse dirigentes argentinos que parecen haber olvidado el “que se vayan todos” de 2001 y la histórica atomización electoral de 2003, cuando a los primeros cinco candidatos presidenciales (Menem, Kirchner, López Murphy, Carrió y Rodríguez Saá) los separaron apenas una decena de puntos.

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A la falta de memoria hay que sumarle temeridad. Desde sectores que integran el FdT se viene incentivando la postulación de Milei. La estrategia es que el libertario expresa básicamente un voto opositor, lo que haría fugar adhesiones a JxC y le permitiría al oficialismo ser más competitivo.

En los laboratorios electorales oficialistas y opositores detectan que Milei consolida una absorción de votos de ambas coaliciones

Acaso eso explique por qué en varias oportunidades el Gobierno lo ha subido al ring como el rival revulsivo. La más reciente, y no será la última vez, fue que Alberto Fernández de alguna manera lo comparara con Hitler por Radio Perfil.

Este ejercicio interesado no es solo teórico o dialéctico. En diferentes lugares del país (Chubut, Salta, La Rioja y hay más) y especialmente de la provincia de Buenos Aires (donde se requieren de al menos 40 mil fiscales de mesa), la construcción de Milei se nutre de mucha dirigencia peronista y de aportes con orígenes poco claros, entrelazados a la casta que tanto proclama combatir.

JxC ha tomado nota, a su manera, de este proceso. Para seducir el apoyo que Milei cosecha en el pensamiento liberal, avanza hacia un acuerdo bonaerense con Espert, similar al ya ensayado en CABA con López Murphy. Al mismo tiempo, ciertos dirigentes macristas y en especial Patricia Bullrich acentúan sus guiños públicos (y multiplican los reservados) hacia el líder libertario.

Sobre esta táctica PRO empezaron a encenderse luces amarillas, valga la redundancia. Análisis cualitativos de opinión pública en poder de la oposición alertan que una derrota de Bullrich frente a Rodríguez Larreta en la PASO de JxC genera el riesgo de un corrimiento de esos votantes vencidos hacia Milei. Peor aún: dirigentes heridos podrían mutar, como amaga De Marchi en Mendoza.

Las alarmas por las encuestas también se trasladaron a los desperdigados laboratorios electorales del oficialismo, cuando las disputas internas le dan un respiro breve. Ya no se trata solo del crecimiento de la intención de voto del jefe de La Libertad Avanza: se consolida la mudanza de respaldos peronistas, en especial en el Gran Buenos Aires y en los cordones más postergados. Y hasta empiezan a aparecer proyecciones que lo ponen en segunda vuelta, en lugar del FdT.

En las respuestas, muchas veces difíciles de recibir, surgen no los conceptos de libertad o del Estado como enemigo, con los que Milei dio sus primeros pasos como candidato. Lo que aparece de manera creciente es el hartazgo social y la idea de castigar a gran parte de la clase política. En ese marco se interpretó dentro de ciertos círculos de poder la reciente agresión a Sergio Berni tras el asesinato de un colectivero, más allá de las intrincadas conspiraciones en las que se solazó el kirchnerismo y sus satélites.

Milei expresa un “basta” ciudadano de imprevisibles consecuencias. Convendría que la política lo tome en serio y deje de jugar con cosas que se rompen.