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opinión

Mala racha

Habiendo terminado esos libros, me encuentro en una situación aun peor: no tengo nada para leer.

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

Vengo en mala racha: los últimos libros que leí no me gustaron. Primero Wallace Stevens. A Mythology of Self, de Milton J. Bates (University of California Press, Berkeley, 1985), paupérrima biografía de Stevens, en la que Bates explica la obra por la vida; cada poema lo interpreta como resultado de tal o cual cosa de la vida del biografiado (vida que no se caracterizó por ser demasiado especial –como la de casi todo el mundo– fuera de la escritura) y, cuando avanza por algún otro tipo de camino, como pensar las influencias literarias de Stevens, cae en trivialidades o directamente en agujeros negros. Por ejemplo, menciona que Stevens “rechazaba escribir reseñas o prefacios de libros de poetas contemporáneos, salvo dos excepciones, a mediados de los años 30: el prefacio de Collected Poems 1921-1931, de William Carlos Willams, y la reseña de Selected Poems, de Marianne Moore, de 1935”. Pero no transcribe ningún fragmento del prólogo o la reseña, no los analiza, ni nada. Cambia de tema como si Stevens escribiendo sobre W. C. Willams y Marianne Moore no tuviera la menor importancia (en cambio, nos enteramos de que la pasó bien un fin de semana en La Habana porque “el sol brilla más que en Nueva York”, y que usaba generalmente trajes grises “a diferencia de sus compañeros de trabajo, que usaban trajes negros”).

Tampoco tuve demasiada suerte con el primer tomo de la correspondencia de Balzac (Garnier, París, 1960), que compré no hace tanto, una tarde de las más hermosas que pasé en mi vida. Es cierto que son cartas de juventud (veremos qué me depararán los otros cuatro tomos) pero no hay allí demasiado interés, salvo en la edición del libro que incluye, en una cronología de esos años de juventud, informaciones preciosas como esta: “1820, fin de marzo/ comienzo de abril: Balzac termina Cromwell [una obra de teatro, lo primero que escribió]. 18 de mayo: ante su familia y algunos amigos, Balzac lee en voz alta Cromwell. La impresión que causa es francamente mala. Agosto: Madame Balzac [su madre] y su hija Laure Surville [su hermana] someten el manuscrito de Cromwell al juicio de Andrieux, profesor del Collège de France. Este declara que el autor debe dedicarse ‘a lo que sea, excepto a la literatura’”.

Habiendo terminado esos libros, más otro de George Oppen que tampoco me interesó, me encuentro en una situación aun peor: no tengo nada para leer. Es curioso (o no tanto), pero me pasa a menudo: miles de libros frente a mí, y ninguno me llama. Hasta que hoy, o mañana, o pasado, se desbloquee el asunto y lea uno. Volviendo al principio, quizás el único capítulo que se salva de la biografía de Stevens es el titulado “Restatement of Romance”, aunque ahora que lo pienso bien, tampoco es bueno, solo que me recuerda el poema de Stevens del mismo nombre, uno de los mejores que escribió: “Nada sabe la noche de los cantos de la noche./Es lo que es, como soy lo que soy:/Y al percibir esto me percibo mejor a mí mismo/Y a vos. Solo nosotros dos podemos compartir/Con el otro lo que cada uno tiene para dar./Solo nosotros dos somos uno, no vos y la noche,/Ni la noche y yo, sino vos y yo, solos,/Tan solos, tan profundamente solos,/Tan alejados de las soledades casuales,/Que la noche no es sino el trasfondo de nosotros mismos,/Finalmente leal cada uno a su yo separado,/En la luz pálida que cada uno proyecta sobre el otro”.

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