Leo columnistas y cartas de lectores resignados como usuarios del tren y subte aunque se percibe cierto entusiasmo nostálgico porque saben que el país tiene una infraestructura instalada que puede mejorarse a pesar del deterioro. A veces, algunos, de tan entusiasmados, parecen embeber al tren con un tinte nacionalista como si se tratara de uno de los últimos bastiones que conservan nuestra identidad como país. Otros, impulsan anhelos de grandes extensiones de subte sin tener en cuenta los recursos necesarios. A mí, este tipo de expresiones me aburren, me parecen de otra época. No porque piense que el tren o el subte son modos de transporte innecesarios, todo lo contrario. Sino, que la tecnología del transporte y la morfología de las ciudades cambian con el tiempo. Rehabilitar el tren y ampliar la red del subte es más que necesario pero sepamos que no es nuestra única alternativa para movilizarnos.
En las últimas cuatro décadas se ha desarrollado un modo de transporte urbano masivo cuyos costos de capital son comparativamente más baratos que el del tren o subte. Este modo se llama bus de tránsito rápido (BRT por sus siglas en inglés) cuyos exponentes máximos pueden encontrarse en Bogotá y Curitiba. No deberíamos confundirnos con el Metrobus porteño. Técnicamente, el BRT no solo tiene carriles segregados y estaciones que dan acceso a nivel entre la plataforma y el vehículo sino también incluye 1) la existencia de una red integrada de rutas y corredores; 2) recaudo y verificación de tarifa antes de abordar; 3) integración física y tarifaria de rutas, corredores y servicios alimentadores; 4) entrada al sistema restringida a operadores prescritos bajo una estructura de negocios y administrativa reformada; 5) capacidad amplia para demanda de pasajeros a lo largo de los corredores; 6) un sistema de recaudo de tarifa operado, gestionado y controlado por parte de una agencia independiente y 7) una gestión eficiente que resulta en la eliminación o minimización de subsidios del sector público hacia la operación del sistema. Un sistema de BRT cuesta entre 4 a 20 veces menos que un sistema de tranvía o tren ligero y de 10 a 100 veces menos que un sistema de subte.
De todas maneras, para que cualquier sistema de transporte sea eficiente la clave es la integración de la tarifa, la infraestructura y la administración a través de una agencia independiente que reinvierta en subsidios inclusivos y en planificación estratégica. En tal sentido, llama la atención la reciente vuelta de la tarjeta Monedero en el subte como competencia de la SUBE. No hay más clara alusión de la falta de integración administrativa que ese detalle. Cualquier esfuerzo futuro en relación a la ampliación de redes de transporte se hace insostenible por la necesidad de economías de escala para la operación y el mantenimiento. Cuando los diferentes niveles de gobierno cooperen y entiendan la importancia de la integración tendremos la posibilidad viajar mejor. Después de todo, la política es un negocio, ¿no?
*Martín Kunik, Magister en planificación urbana (Universidad de Carolina del Norte).
@martinkunik