Somos seres históricos, y los derechos también lo son. Somos parte de un pasado, sobre el que tenemos diversas interpretaciones, convivimos en el presente también con diversidad de opiniones, y cuando proyectamos el futuro cada uno dibuja en el horizonte su utopía o ilusión.
En esos tres tiempos: pasado, presente y futuro han existido, existen y existirán los derechos humanos, con ese nombre o con otros.
En nuestro país los DD.HH. se instalaron como parte de la resistencia a sus vulneraciones durante la dictadura terrorista de 1976-83. Y llegaron a la sociedad de la mano de los familiares de las víctimas del terrorismo de Estado, que se organizaron en reclamo de Justicia y de verdad con los que recorrieron el mundo. Los organismos de DD.HH. de familiares de víctimas crecieron, echaron raíces y constituyen un hito fundamental en la historia de los DD.HH. en nuestro país.
Sin embargo, el camino de los derechos humanos, aunque no llevara esa denominación, había empezado mucho antes. Y no como resistencia sino como protección. Como lo hicieron los padres misioneros cuando denunciaron la explotación y crueldad de los conquistadores, y protegieron a los indígenas en la medida que pudieron.
Fue con el primer gobierno patrio, y la Asamblea de 1813 que se declaró el primer catálogo de derechos y libertades, repetido luego en las sucesivas etapas de la organización nacional y ampliado en la Constitución de 1853.
También podríamos reivindicar al 17 de octubre de 1945 como un parto de derechos humanos y epopeya popular que cambió la historia, e inició un camino de dignificación del pueblo. El pensamiento humanista, cristiano, latinoamericano y estratégico de Perón permanece vigente en lo conceptual y resguardado en la memoria nacional. Esa fue la etapa de los Derechos Humanos más positiva de la historia.
Cuando emergió el primer esbozo de terrorismo de Estado al bombardearse Buenos Aires en 1955, no se lo calificó como crimen de lesa humanidad. Más tarde, le siguió el terrorismo paraestatal de la Triple A, que culmina con las Juntas Militares que hasta 1983 gobernaron sin ley y masificaron la negación de derechos.
Hasta allí el pasado, que aún late por el dolor de las ausencias.
No obstante, hoy nos desafían otros temas y problemas, que exigen reflexión e institucionalidad, más protección de los derechos y más escucha de la demanda social. Todo ello, mientras el mundo se debate entre contradicciones no resueltas, poderes político económico-financieros desenfrenados, crimen organizado, armamentismo creciente, revolución científico-tecnológica,y el riesgo ambiental planetario como amenaza
global.
Los DD.HH. están ya insertos tanto en el espacio popular como en el académico y el institucional. Y son numerosos los organismos nacionales y mundiales que los protegen en todas sus variantes.
Emergieron así nuevos ejes de trabajo a los que agregaría la visión ecuménica del Papa latinoamericano, su prédica de paz y modelo de coherencia entre palabra y conducta.
Todo lo reseñado amerita repensar los actuales problemas y contradicciones, avistar el futuro sin perder la memoria, y hacer el esfuerzo de colocar y sostener en el debate social, la Doctrina del enfoque de derechos porque reconoce los problemas sociales presentes al tiempo que examina el rumbo de las políticas públicas.
Los derechos son abstractos, pero se concretizan a través de su vigencia. Y esa es la tarea a convocar.
Desde ese enfoque interpelar a los factores de poder. Desde ese enfoque dirigir la energía a reforzar la vigencia de los derechos humanos mirados en su integralidad, indivisibilidad e inviolabilidad.
Y desde ese enfoque proponer, cooperar o exigir a los tres poderes del Estado y a cada uno de sus efectores el cumplimiento de sus funciones que son: prevenir, proteger y garantizar los derechos y reparar los daños cuando fueran vulnerados, todo ello en tiempo y modo oportuno, sin discriminación.
*Abogada y docente de derechos humanos.