COLUMNISTAS
QUE SEDUCE DEL EX MINISTRO DE ECONOMIA

Ojota con Lavagna

Una tesis: tal vez no sea ninguna medida económica lo que haga competitivo a Lavagna, sino su pasado de "ubicado" en pleno caos.

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El oráculo de Cariló. En su primer paso por Economía, y este último verano. | cedoc

Imaginate a Lavagna de presidente, a Urtubey o uno de los lindos esos de vice y a Pichetto de jefe de Gabinete”. La recreación de un posible gobierno del #peronismoracional se empieza a colar en los meetings de los principales empresarios que tienen un master en poner huevos en múltiples canastas cuando se arriman los procesos electorales.

¿Por qué lo hacen? ¿Por qué de golpe todos se suben al trending topic de las medias? Algunos están cansados de Cambiemos y creen que no hay manera de que el plan lanzado junto al Fondo Monetario Internacional conjugue reactivación y baja de inflación. Otros están hartos específicamente del propio presidente Mauricio Macri, al que le achacan desde revanchismos personales que vienen de las sobremesas de cuando era solo el hijo de Franco hasta el empuje a la causa de los cuadernos. Y otros solo son precavidos: no se fían de las encuestas del presunto repunte de imagen (que sí celebran hoy los mercados) y como creen que puede perder eventualmente con Cristina Kirchner prefieren tener una apuesta por otra alternativa que creen puede ser más potable y conocida.

Es que una sala de espera en un centro de oncología es la alfombra roja de los Golden Globe al lado del clima que se vive en las charlas de los miembros, por ejemplo, de la Asociación Empresaria Argentina (AEA).

Hasta Marcos Galperín, el número uno de Mercado Libre y quizás el que más ha bancado al Presidente, puede encontrar motivos para quejarse, desde que la exportación de servicios empezó a pagar retenciones. Piensen en lo que es el resto. Luis Pagani acumula balances negativos en Arcor. Federico Braun, en La Anónima, solo ve retroceder los volúmenes de consumo. Aldo Roggio se aburre fuera de la constructora desde que atiende sus frentes judiciales. Paolo Rocca está más relajado en el mundo cuadernos pero verá reducidos los fondos que le sostienen la producción petrolera de Tecpetrol en Vaca Muerta. Menos mal que levantan un poco el ánimo algunos como Héctor Magnetto, a la caza de nuevos clientes y negocios en Cablevisión/Telecom, o Sebastián Bagó, que festeja que un antibiótico suyo lideró el mercado en China.

Pichetto, lo más serio del efecto Bolsonaro argento, le suma un plus al puente que tiende con el exministro: su defensa de Techint.

Pero ¿alguien tiene claro cuál es el ideario económico de Lavagna hoy? ¿Alguien sabe si Lavagna es el del radicalismo pro Mercosur de los 80 o es más un massista de Rudolph Giuliani de esta era? ¿Se sabe qué promueve en términos de apertura económica hoy? ¿Qué haría con las tarifas de los servicios públicos? ¿Cuál es el recorrido que tiene en mente para la industria nacional o para el agro? ¿Qué haría con las retenciones?

Entiendo que la primera respuesta es “es Lavagna, papá; ¿vos con 37 años vas a venir a poner en duda a Lavagna?”.

No. Esperen.

Una tesis: la principal virtud de Lavagna es su cintura política y no su posición económica definida, y tal vez eso en la Argentina dividida (la-Argentina-de-los-antagonismos) sea lo que más garpe. Lavagna seduce básicamente por el recuerdo de lo que fue el arribo de su tono moderado en medio de la puja de las corporaciones que intentaban pasarle al Estado todo tipo de pérdidas post crisis de 2001, ya fueran bancos, compañías energéticas o, claro, su mayor sello, acreedores privados. Y, claro, porque salió ileso de la historia económica argentina.

Recuerdo haber llegado como periodista acreditado al Ministerio de Economía en abril de 2002, cuando salía eyectado Jorge Remes Lenicov, y me tocó vivir allí toda la gestión del ahora oráculo de Cariló y Saavedra. Sin que nadie lo tuviera muy presente, aterrizaba en Ezeiza un chabón que venía de ser nosequé en Bruselas y mientras se le inflaba la papada hablaba pausado del momento que atravesaba el país. Tampoco entonces nadie tenía claro bien quién era ni qué pensaba tampoco. Lo cierto es que le tocó sentarse en la oficina del quinto piso de Hipólito Yirigoyen 250 cuatro meses después de que terminara la convertibilidad, el dólar pasara de $ 1 a $ 3,40 y con un escenario que preanunciaba la recuperación que empezaría a notarse desde julio de ese año: fábricas con elevada capacidad ociosa para volver a producir y un nivel de desempleo y pobreza tal que le ponían límite al traspaso a precios y dejaban la inflación en un dígito.

La ilusión que puede sostenerlo como el hombre que a sus 76 años puede convertirse otra vez en piloto de una economía acumuladora de fracasos es que en la macro acaba de haber un remix de 2002, tres años de Remes, digamos: hubo un megaajuste del tipo de cambio que achicó los déficits y dejó margen de competitividad para volver a exportar. Pero ojo: no hay caja fácil, no hay inflación de un dígito, no hay recuperación del salario a la vista y hay un acuerdo ultrarrestrictivo con el Fondo Monetario Internacional. ¿Tenemos idea de qué haría Lavagna? Lo mejor, repito, es el recuerdo que dejó de moderación y cintura en un país donde todos buscan llevarse más torta que antes. No sabemos mucho más. Pero tal vez no sea poco.

El qué es Lavagna llega a otro nivel cuando aparece tendiendo puentes por ejemplo con Miguel Pichetto, lo más serio del efecto Jair Bolsonaro argento. Se trata de un jefe-del-peronismo-no-importa-cuándo-leas-esto en los últimos treinta años, que ahora irrumpe con el discurso del taxista que explica todo con un “sabé qué”. Así, te propone echar inmigrantes que delinquen o imponer nuevas medidas de empoderamiento policial. Sin embargo, lo que no pasó inadvertido en el mundo corporativo es otra línea que marcó nuestro Frank Underwood: habla de defender a “las empresas” mientras se investiga a sus accionistas por coimas. Lo dijo esta semana en diálogo con Marcelo Zlotowiazda en Radio con Vos. Y cuando le preguntaron le puso nombre y apellido: Techint.