Las elecciones del domingo 11 de agosto admiten diferentes análisis según el punto de vista desde donde se las mire. Intentaré en esta nota abordar un análisis específicamente técnico de ellas, prescindiendo de toda consideración política.
Lo primero que es necesario destacar es que el pueblo ha sido convocado obligatoriamente para votar precandidatos, no candidatos; es decir, hemos sido convocados a votar obligatoriamente en internas de partidos políticos, cuyo objetivo es que ellos definan quiénes serán los candidatos que presentarán al pueblo en las elecciones generales.
Lo que es inexplicable es por qué la ley nos obliga a inmiscuirnos en las internas de las agrupaciones políticas que deberían tener total y absoluta libertad para decidir, a través de sus propios afiliados, o del modo que ellas decidan, quiénes serán sus postulantes en las elecciones generales. Esto es lo que ocurría hasta el año 2009, y los partidos políticos ejercían esa potestad en el marco de la facultad que la ley (y desde 1994 la Constitución Nacional) les asignaba para designar candidatos a ocupar cargos públicos.
En este contexto fue siempre normal y habitual que las agrupaciones políticas se inclinaran por realizar internas cerradas, es decir, exclusivas para los afiliados; sin embargo en 2009 se sancionó la ley 26.571, mediante la cual se estableció que los partidos políticos deben elegir a sus candidatos a través de internas abiertas, simultáneas y obligatorias.
Desde entonces se les ha cambiado el nombre a las tradicionales internas, denominándoselas “primarias”, tal como se las conoce en los EE.UU., y se dispuso que sean abiertas, porque en cada partido político pueden votar no solo los afiliados a él, sino cualquier elector, aun cuando esté afiliado a otro partido; simultáneas porque todas las agrupaciones políticas deben realizar sus internas el mismo día; y obligatorias, no solo porque todos los electores están obligados a votar, sino también porque los partidos políticos no pueden eludirlas, ni aun cuando no exista más de una fórmula presidencial o más de una lista de diputados y senadores.
El tiempo ha puesto de manifiesto que ni siquiera a los mismos dirigentes les interesa dirimir sus candidaturas en las PASO, y estas últimas no han sido una excepción, ya que la realidad es que no hubo internas en ninguna agrupación.
Las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias han perdido razón de ser; se han convertido en la primera vuelta electoral, y constituyen una gran encuesta que le cuesta al país muchos millones de pesos, que bien podrían ser invertidos en obras que la gente necesita para vivir mejor. Y como si ello fuera poco, no solo son inocuas, sino que además, porque la gente las ve como una preelección general, su resultado genera “sensaciones” en función de las cuales luego se mueve el mercado, pudiéndose generar daños importantes como los que se están produciendo en la economía del país.
Por último, la ley que ha creado a las PASO es inconstitucional, porque si bien podría considerarse que constituye una reglamentación del artículo 38 de nuestra ley suprema (que asigna potestad a los partidos políticos para presentar candidatos, sin mencionar si dicha atribución es exclusiva o no), esa reglamentación es excesiva e irrazonable, porque al imponer a los partidos políticos una determinada forma para elegir a sus candidatos a ocupar cargos públicos, vulnera la libertad que el constituyente les ha asignado en ese sentido, y segundo porque ha reglamentado también irrazonablemente los derechos políticos de los ciudadanos electores, al obligarlos a inmiscuirse en internas de partidos políticos a los que probablemente no pertenecen, máxime teniendo en consideración que en esas internas los ciudadanos no eligen representantes o gobernantes, sino solo “candidatos”.
* Prof. Dcho. Constitucional UBA, UAI y UB.