Bien mirada, la realidad, de por sí, no existe: es sólo un hecho de lenguaje. Por supuesto, hay cosas y personas y esto que se llama mundo y si alzamos la vista podemos ver los edificios que tapan la perspectiva y sus vidrios que rebotan la luz y los aviones que cruzan el cielo soltando regueros de nafta que terminarán con nosotros si antes no se acaba la propensión a utilizar combustibles fósiles, e incluso, si alzamos la vista algo más, contemplaremos el bonito cielo y su sol, de 6 am a 6 pm, y luego podremos atisbar la danza parpadeante de las estrellas, la luna en lagrimita o plena, etc., etc. El universo es aburrido pero rico y si queremos divertirnos tenemos las películas y las peleas de putas en la televisión y, menú principal, las disputas de los políticos por imponer –convicción o creencia– lo que debe ser dicho como verdad y es sólo un hecho de lenguaje. El hecho puro no existe sin nominación, porque nosotros mismos estamos hechos de lenguaje. Comprenderlo así, y usarlo en su propio beneficio, fue el gran triunfo cultural de este gobierno: el relato, que duró lo que podía durar, hasta que la percepción de los hechos y la construcción de otras realidades discursivas –los medios que supieron complacerse y fueron llevados a complicarse en el rol de opositores– mellaron el relato hegemónico. El problema de todo relato es que finalmente debe optar por la tragedia o la comedia, ya que, como me dijo una vez un gran actor argentino, “o una o la otra. Al público argentino no le gusta que las junten”. Cuando, luego de la tragedia de Once, un funcionario quiso construir relato explicativo contraponiendo involuntariamente la explicación cómica de que el accidente se magnificó por culpa de la plena ocupación, el cruce de géneros chirrió como un tren que falla porque el dinero que debería emplearse para la renovación y/o el mantenimiento de la planta locomotriz fue desviado mayormente a coimas y subsidios de la burguesía nacional parasitaria que el peronismo clásicamente se empeña en construir soñando con que el derroche en sus manos generará las condiciones para el desarrollo, y beneficiándose de paso con sus devoluciones en bolsos y coquetas valijas que sirven para seguir sosteniendo los cuerpos y la vida y hacienda de los constructores del relato. Entonces, ahí, la explicación que proporciona el lenguaje, falla. Entonces, ¿la política no es sólo un hecho de lenguaje?