La sociedad argentina, poco afecta a los consensos, está construyendo uno referido a la situación económica, social y cultural de nuestro país, destacando tanto la gravedad de la misma como la responsabilidad que le cabe a nuestra dirigencia política. Dirigencia que reincide en sus errores al privilegiar la confrontación, aun entre fuerzas que dicen ser aliadas, y dejando poco espacio para las propuestas propias en cuanto a qué hacer para revertir la grave situación que se vive en el país. Un ejemplo reciente está dado por las declaraciones de Mauricio Macri afirmando que Yrigoyen fue uno de los pioneros del “populismo” argentino, provocando la reacción de Gerardo Morales, quien aprovechó para sobreactuar sus críticas al PRO, al que siempre acusa de neoliberalismo. Y como suele ocurrir cuando se sustituyen ideas programáticas por acusaciones que solo buscan desprestigiar al otro, se utilizan eslóganes de los cuales se conocen sus connotaciones negativas, pero pocas veces qué significan realmente. Es lo que ocurre con la acusación de “populismo” vertida por Macri sobre Yrigoyen, la que si bien deja en claro la intención de criticar no permite conocer el contenido de la acusación en la medida en que no explicita los “males” de una práctica populista.
Es que, a diferencia del liberalismo, el populismo ha sido poco trabajado conceptualmente, dando lugar al uso de ese vocablo tanto para referirse a la forma de ejercer el poder como a la puesta en práctica de medidas económicas que buscan congraciarse con el “pueblo”, las que, al no contar con respaldos productivos, llevan al desempleo y la pobreza; problemas que se enfrentan con asistencialismo social en base a excesos de emisión monetaria. Tampoco se aclara quién es el “pueblo” al que dicen representar ya que, si bien en los hechos parece tratarse de una sumatoria de ciudadanos con insuficiencias económicas; otras veces, en arengas políticas, parece hacerse referencia a la condición de explotados por el sistema capitalista. En ese caso, se pasa de la categoría “people” como pluralidad de individuos a la de “popolo” como un todo orgánico (según Sartori al analizar el distinto uso del “demos”).
Salir de la crisis requiere abandonar esa forma de hacer política basada en confrontaciones
Uno de los autores que han incursionado en el tema del populismo es Laclau, quien (en La razón populista) aborda el tema desde “la lógica de formación de las identidades colectivas” dividiendo “la unidad del grupo en unidades menores que hemos denominado demandas” las que serán sintetizadas por el líder con el cual el pueblo tiene una relación afectiva. Así, en Laclau, el “pueblo” va a estar conformado por todos aquellos cuyas demandas son compatibles entre sí y que se oponen a otros que son el antipueblo.
A partir de esto, el populismo pasa a ser un proceso del nivel político aun cuando su formación como identidad colectiva esté dada por demandas que también incluyan lo económico. Por eso Laclau va a sostener explícitamente: “El populismo es, simplemente, un modo de construir lo político”.
La extrapolación del concepto de “populismo” desde el nivel político a una determinada orientación económica parece ser producto de una simplificación que se alimenta de experiencias lideradas por gobiernos “populistas” que sustituyeron los procesos de desarrollo económico por un cortoplacismo precario. Extrapolación que no se apoya en fundamento conceptual alguno.
Salir de la crisis requiere abandonar esa forma de hacer política basada en confrontaciones que se nutren de “chicanas” arbitrarias, para dejar lugar a propuestas concretas, construyendo consensos alrededor de reformas que atraigan las inversiones productivas que crearán empleo genuino y una mayor recaudación impositiva para solventar la recuperación de los niveles educativos y de salud perdidos, terminando además con un asistencialismo masivo y alienante. Reformas que requieren recuperar un Estado hoy colonizado y desguazado.
*Sociólogo.