COLUMNISTAS
el costo de la estabilidad

Sin crédito no hay paraíso

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Si todo marcha según lo previsto, el Gobierno retomará aire y algo de la capacidad de maniobra que le otorgó, contra todos los pronósticos, el levantamiento incruento del cepo cambiario, en el arranque de la gestión, 85 días atrás. El pase por Diputados, concesiones mediante, del proyecto de ley que deroga las leyes cerrojo para resolver la deuda con los holdouts y los pronósticos de aprobación por el Senado le permitirán volver a tomar el control. Los vientos huracanados de la inflación, de la crisis de Brasil y de la parálisis industrial son lo suficientemente violentos como para presentar flancos débiles en lo político.
La participación del ministro Alfonso Prat-Gay y del secretario de Finanzas, Luis Caputo, en el Congreso dejaron varios mensajes. El más firme fue la explicitación de la estrategia gradualista en lo fiscal decidida por el Gobierno. Para llevarla adelante, pidieron el apoyo del Congreso. Sin el paquete negociador de la deuda, el ajuste abrupto sería inevitable y las secuelas sociales, imprevisibles. Al explicitarlo, el Gobierno empezó a dejar de lado públicamente –por el momento– el debate de políticas de shock versus gradualismo que consumió parte de las expectativas de los actores.
La urgencia por financiamiento que destrabará el arreglo de la deuda se hizo evidente en la agenda de iniciativas. Quedó postergado el ajuste de las tarifas de gas y se suavizó la limpieza étnica de empleados en el Estado. Encuestas en mano, el Gobierno registró que la inflación y el desempleo se van consolidando como las principales preocupaciones sociales, por encima de la corrupción y la inseguridad, sobre los cuales Cambiemos puso toda la artillería política y comunicacional. Con frágil apoyo político en el Congreso, menos que nunca, se trataba de darle carne y argumentos a la oposición.
Suficiente tuvo con el impacto social del traslado a precios de la devaluación, más allá de lo calculado, que obligó a que las negociaciones paritarias cerraran por encima del rango de 24%/28% contemplado para poder encaminar la meta inflacionaria de 24% para 2016.
Lejos de ese objetivo, el estudio Bein acaba de recalcular sus pronósticos. “Con paritarias cerrando arriba de 30%, un dólar en la zona de $ 16,80 a fin de año y aumentos de tarifas de 450% en electricidad en el AMBA, 300% en el gas y 70% en el transpote público, la tasa de inflación cerraría en torno del 36% interanual, consistente con una caída del salario real de 6% interanual en promedio”, anticipó.
Quien no se privó del shock fue el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger. Con un mazazo, logró demoler, transitoriamente, la escalada del dólar. Con tasas de interés al 38%, no sólo frenó en seco la cotización del dólar, sino que hizo retroceder el tipo de cambio.
El costo más evidente es la parálisis del financiamiento al sector privado. Pero no es el único. En el sector financiero ya hacen cálculos de cuánta presión les suma esta política a las cuentas del Central. La colocación de Lebacs convalidando fuertes subas para vencimientos durante los próximos sesenta días, cuando comenzarán a ingresar los dólares de la cosecha gruesa, tiene un costo elevado para la autoridad monetaria, que deberá pagar la factura con los bancos.
El BCRA calcula –y el Gobierno lo asume– que hacia mayo aflojará la demanda cambiaria y podrá dejar de ofrecer altas tasas para contener al dólar. Habrá que ver el ritmo de demanda de los importadores. Los bancos hacen los números pero no se quejan. Con cuentas nutridas a la vista, pueden comprar Lebacs con esos megarrendimientos mientras pagan cero interés por las colocaciones a la vista de sus clientes. Otro negocio redondo. Además de festejar, los bancos no se explican por qué el Gobierno no aumentó los encajes bancarios para regular la oferta monetaria.
¿Podrá soportar mucho tiempo la industria la morsa de la falta de demanda brasileña y la paulatina reducción del mercado interno? Sin crédito no hay paraíso, y por ahora llegar al cielo tiene tasas de interés prohibitivas.
El Gobierno lo ve nuevamente desde el acuerdo con los holdouts. Un escenario es el “virtuoso” de un arreglo más o menos rápido. Con la llegada del presidente Barack Obama y su comitiva empresaria, volverán a rondar las expectativas de ingreso de inversiones demoradas. En el Gobierno creen en la inversión externa como llave de la estabilización de la economía. Aseguran que sus efectos se sentirán a partir del año que viene. Real estate, bancos y energía están en la línea de largada para recibir millonarias inversiones de fondos del exterior. No menor será la participación en ese combo de inversores argentinos que podrían decidir reingresar al mercado.
Además de la normalización financiera con los holdouts, los inversores esperan otra señal: la conformación de la Corte Suprema de Justicia, que afiance las promesas oficiales de estabilidad para su desembarco. ¿La discusión en torno de la publicidad del contrato YPF-Chevron afectará la percepción de seguridad que piden los inversores extranjeros?
El 100 sólo es un número redondo. Cuando son días que se lleva al frente de una tarea, no es mucho ni poco en sí mismo. Para las urgencias, son bastantes. No lo suficiente para cambiar un modelo, pero sí para balances. También, rodeada la celebración de visitas ilustres y debates políticos ardorosos, la escala del 24 de marzo da la oportunidad de evocar que los extravíos políticos dejan víctimas que no pueden dejarse de lamentar y condenar.