Son el uno para el otro, diría una novela de la tarde. Con letra de la vieja campaña de los Clinton podríamos decir que los argentinos compramos dos al precio de uno. Cristina es la segunda etapa del proyecto K. Néstor siempre la tuvo cerca de las decisiones y ahora ella lo tendrá cerca a él. Son las dos caras de la misma moneda pragmática. Sólo matices los diferencian: ella es más elegante y se preocupa más por las formas; él es más rústico y se preocupa más por los fondos. Esos fondos se guardan en cajas que se transforman en fuentes de casi todo el poder. En una suerte de “dineroductos” con forma de planes de vivienda, obras de infraestructura y millones fiduciarios flojos de papeles a la hora de los controles que Julio de Vido –por orden de Kirchner– se encarga de repartir arbitrariamente.
De Vido es Kirchner. Esa también es una relación simbiótica como la que tiene el matrimonio, según confesión de partes. Por eso era imposible que lo tiraran por la ventana. Para Kirchner sería como suicidarse políticamente. Como ceder a la presion de los medios y la oposición, y eso nunca: ¡Vade retro Satanas! Además, siempre es peligroso dejar resentidos a buenos muchachos con tanta información calificada sobre los libros contables. Ya lo dijo Javier González Fraga: sólo si hay un apagón producto de la crisis energética De Vido se transformará en el fusible saltarín. Mientras tanto, Kirchner sigue manejando la caja. El poder.
Con Cristina juegan de memoria. Juntos leyeron que poco más del 45% de los votos habían plebiscitado el modelo, el gobierno y el rumbo. Y tradujeron ese análisis en la ratificación de las vigas maestras del gabinete. Alberto Fernández se quedó con las ganas de cargarse a De Vido. Jamás podrá lo que Kirchner no quiera. Esa es una batalla perdida de antemano. Y al que no le guste, ya sabe. Y si no sabe, que le pregunte a Miguel Peirano o a Roberto Lavagna.
Gabriel Trajtenberg es sociólogo, estudioso de las ciencias duras e introductor en la Argentina de lo que se conoce como el movimiento de la Tercera Cultura. En su libro Cosmología Existencial habla filosóficamente de los pares constructivistas y los define como las dos manos de una misma persona. Actúan en forma complementaria. Simbiótica. Como compañeros de ruta o socios que se retroalimentan.
Albert Camus definió esas relaciones con mucha sabiduría:
“No camines delante de mí, puede que no te siga.”
“No camines detrás de mí, puede que no te guíe.”
“Camina junto a mí y sé mi amigo.”
Cesar Luis Menotti diría que son las pequeñas sociedades de dos que se multiplican en un equipo de fútbol o un equipo de gobierno.
Eso son los Kirchner. Incorporaron su apellido a una Santísima Trinidad que consiguió, con la misma matriz partidaria y el voto popular, la reelección.
Unicamente Perón y Menem lo habían logrado antes. No es poco.
Cristina pudo darse el gusto de revitalizar positivamente el gabinete con algunas figuras con fama de probas y probadas en la trinchera de la gestión, como Graciela Ocaña, Juan Carlos Tedesco, Martín Lousteau, Lino Barañao y Florencio Randazzo. La jerarquización de la ciencia para ponerla al servicio de la producción es, acaso, su gran acierto.
Setentistas al fin, los Kirch-ner con un librito de Mario Benedetti podrían decir: “Mi amor, mi complice y todo” y proclamar sus intenciones de que “en mi país la gente sea feliz aunque no tenga permiso”.
El único peligro de ser pares constructivistas es que si aparece una grieta, una gran crisis de expansion inflacionaria, por ejemplo, los dos integrantes se deteriorarían por igual. La gran ventaja de Cristina es que puede aprovechar la experiencia de un gobierno exitoso de más de cuatro años, pero eso encierra también su gran desventaja: tal vez no pueda gozar de la luna de miel que la opinión pública, los opositores y los medios les suelen dar a los presidentes recién elegidos. Cristina ni siquiera asumió. Pero ya aparece como la Parte II del mismo gobierno y suma las fortalezas y las debilidades de la continuidad. Por eso, tal vez deba afrontar con mayor urgencia algunas de estas asignaturas pendientes:
Pegarle un tiro en la línea de flotación a la inflación y a sus dibujantes.
Meterle mano a la reforma impositiva para lograr más equidad social.
Tratar a la inseguridad como la violación del primer derecho humano, el derecho a vivir en paz con nuestras familias.
Desprenderse de los superpoderes y fortalecer los controles de transparencia.
Bajar la agresividad con la oposición y los medios.
Convocar a una epopeya nacional multipartidaria para erradicar el hambre.
Dar señales autónomas pero responsables a los inversores.
Evitar la confiscación de gran parte de lo que producen las provincias.
Refundar la matriz energética y hacerla sustentable.
Acompañar más a Brasil, España y Uruguay, y menos a Irán y a Chávez.
El principal velo ya se corrió. Finalmente hubo empate técnico, porque los Kirchner no pueden ganarse a sí mismos. Alberto Fernández es más parecido a Cristina, y Julio De Vido, a Néstor. El matrimonio hizo y hará cabalgar al gobierno entre esos dos protagonistas. Imponiendo la convivencia y alimentando las peleas simultáneamente.
En fin, aplicando descarnadamente el manual de peronismo básico. Utilizando la sorpresa pero haciendo lo que dicen. Se trata de un poder bicéfalo y de un mismo gobierno que, por lo tanto, necesitaba el mismo gabinete.