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Teclados y terrores

Lo primero que se me ocurre es comparar estos incidentes con los que hace medio siglo llevaron a la masacre de Kent State.

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En estos días sufrí un percance inesperado. De pronto, dejaron de funcionar algunas teclas de mi computadora. Más específicamente, las que van del uno al nueve, de modo que no puedo escribir los números, pero tampoco los signos que se usan con la ayuda de otras teclas, entre ellos la arroba, las comillas y los paréntesis. La vieja Mac está para la jubilación, pero el presupuesto no fue renovado como se renueva mi pereza. Hace unos meses, viendo el estado lamentable del aparato en el que no anda el sonido, la batería se descarga si uso el Zoom y un disco duro quedó inutilizado, mi amigo Christian Ramírez me trajo de Chile una computadora que él no utilizaba. Pero tenía que ponerla a punto, cargarle los programas, actualizar parte del software y, cuando me vine a San Clemente, la dejé en Buenos Aires pensado volver pronto. Pero acá estamos cuidando a Solita, nuestra perra enferma, sin planes de volver y con nueve teclas menos. Puedo copiar y pegar las faltantes cuando las necesito, pero es bastante engorroso y se hace impracticable para escribir de corrido.

Por ejemplo ayer, cuando tenía que entregar mi nota semanal sobre fútbol europeo y también ahora, en este mismo instante. Finalmente, no resultó tan traumático gracias a dos procedimientos. Uno fue usar letras para los numerales, lo que le da una apariencia más elegante al texto. La otra, prescindir de los paréntesis. Una tercera, aunque no la necesité, habría sido eliminar las citas que dependen de comillas o sustituir las dobles por las simples, porque esas sí funcionan. Volviendo a los paréntesis, me di cuenta de que los uso en demasía porque me resulta fácil y me evita pensar en giros más elaborados. Así fue como resolví olvidarme de ellos aunque pueda utilizarlos en el futuro. Escribir sin paréntesis no es ninguna hazaña, nada que pueda compararse a los experimentos de Georges Perec, como su novela sin la e, o la que la utiliza la e como única vocal. Ni las aventuras en ese sentido de Marcelo Zabaloy, entre ellas la de reseñar todos los libros de César Aira sin utilizar la a, habida cuenta además de que Aira detesta esos malabarismos paraliterarios.

El asunto del teclado me terminó desviando del que debería haber sido el tema de esta nota, que es la ocupación por la fuerza de varias prestigiosas universidades americanas por parte de grupos de estudiantes que enarbolan banderas palestinas y exigen, entre otras reivindicaciones, que sus casas de estudios dejen de recibir financiamiento de Israel. Lo primero que se me ocurre es comparar estos incidentes con los que hace medio siglo llevaron a la masacre de Kent State, recordada por Neil Young en la canción Ohio. Comparando las demostraciones de ahora y de entonces, pensé que la guerra de Vietnam tocaba de cerca a los estudiantes, que bien podían ser enviados a morir lejos de su país. También pensé que yo entonces apoyaba a esos manifestantes, mientras que estos, con su discurso tan cercano al de los terroristas, me causan espanto. Bueno, en lo setenta me estaba preparando ideológicamente para apoyar a otros terroristas, de modo que no soy capaz de ofrecer aquí una respuesta abarcadora.

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Puedo informar en cambio que, sin que pueda identificar la razón, los números de mi teclado volvieron a funcionar. veremos hasta cuándo. 123456789.