La economía argentina continúa transitando su camino hacia las elecciones nacionales partida al medio, a dos velocidades distintas.
Por su lado, el sector agroganadero acelera: en abril creció al 40,2% y en mayo se exportó un 61,1% más de productos primarios que un año antes, de la mano de porotos de soja, granos de maíz, aceite de soja y carne bovina. Sin sequía, la mejora era esperable; pero también muy necesaria para dar algo de vitalidad a los sectores conexos de transporte, almacenamiento, industrialización y comercialización.
En simultáneo, la crisis continúa golpeando toda la producción destinada al mercado interno. La industria completó en abril 12 meses ininterrumpidos de caída en su nivel de actividad. La recesión se reitera en todos los demás sectores productivos: el comercio, la construcción, los servicios públicos, hoteles y restaurantes, transporte y comunicaciones e incluso la intermediación financiera siguen derrumbándose y aún no demuestran haber tocado piso. Muchos presentan caídas menores a las de los meses más álgidos de la crisis, pero alcanzar una cierta estabilización requerirá que alguno de los componentes de la demanda arranque.
La demanda de cualquier economía se compone de cuatro partes: consumo privado de los hogares, inversión, gasto público y exportaciones. Las exportaciones se recuperan marcadamente este año, pero no logran crecer más allá de las directamente vinculadas al suelo y subsuelo argentinos (agro, minería, hidrocarburos) y nichos puntuales de complementación industrial con el Mercosur. Las demás partes no traccionan ningún crecimiento sino todo lo contrario, empezando por el ajuste en el gasto público y la falta de necesidad de inversiones. El poder adquisitivo del salario se derrumbó en el último año, al acelerarse la inflación, arrastrando consigo al consumo de las familias.
Sin embargo, precisamente el consumo es la apuesta de Cambiemos para mostrar una mejora en estos meses previos a las elecciones. Por un lado, porque la entrada en vigencia de los aumentos negociados por paritarias implicará un alivio importante para las familias de todo el país. Por otra parte, por la batería de medidas del gobierno nacional para posponer costos de vida a después de las elecciones: más de 2 millones de créditos Anses (por un monto promedio de $ 25 mil cada uno, aproximadamente, que las familias usan para refaccionar su hogar, comprar comida o pagar otros créditos), posponer las subas de tarifas de servicios públicos (a un costo de $ 9 mil millones para el Estado nacional), reimpulsar la versión light de Precios Cuidados y también medidas más cosméticas y con poco impacto real como la extensión de la moratoria previsional o el Ahora 12. En definitiva, no solucionan el problema de fondo (la pérdida de ingresos reales frente a una inflación acelerada) pero sí sirven para patear los problemas para después de las elecciones. Todo ingreso o financiamiento que las familias reciban ayuda a que lleguen un poco mejor a fin de mes, lo cual se traducirá en una sensible mejora en las ventas de las empresas que apuntan al consumo interno.
Con esto, el Gobierno intentará que al menos el mercado interno no siga cayendo en los meses previos a las elecciones, apuntalado por una relativa calma cambiaria. En el total del año, nuevamente habrá caída del PBI y del salario real; pero Cambiemos intentará concentrar el discurso en estos meses, olvidando la inflación adelantada a los primeros meses de 2019 y el agravamiento del desempleo y la pobreza a lo largo de todo el año.
Sea cual sea la fuerza política que gobierne los próximos cuatro años, su gestión no será fácil. Enfrenta, ante todo, limitaciones severas para financiar cualquier proceso de crecimiento: un país con alto endeudamiento, bajísima inversión productiva y un leve superávit de la balanza comercial que se revertiría en cuanto comience una recuperación. Tampoco será fácil mejorar el impacto económico del sector público: más allá de mejoras en la eficiencia del gasto, el Estado se encuentra hoy con niveles de presión tributaria, oferta de dinero ya en circulación y endeudamiento público elevados. Si a esto se añade el corset del FMI, con quien habrá que renegociar los pagos del crédito y seguramente buscará condicionar cualquier cambio en la política económica soberana, no serán años fáciles para ningún gobierno.
El desafío para el próximo mandato es sentar bases sólidas para un crecimiento que no será inmediato pero que debe construirse con cuidado para el largo plazo. Algunos de los temas que sin duda deben ser parte de ese debate son cómo renovar la inversión (pública y privada) en ciencia e innovación tecnológica, revalorizar y dar horizontes de desarrollo a los sectores productivos más dinámicos, simplificar y eficientizar el laberinto tributario y con suma urgencia atacar la pobreza que hoy afecta a la mitad de los niños y niñas del país. Sin un proyecto claro e integral para el largo plazo, cualquier parche que se le ponga a la crisis será temporal e ineficaz.
*Director de EPyCA Consultores (@martinkalos)