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Una grata visita

Bitar no aceptó ni desmintió mi hipótesis, aunque me contó que tiene una beca para investigar el ensayo en los escritores.

16-4-2023-Logo Perfil
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Cada vez hay más libros sobre César Aira. Los hay de todo tipo: ensayos y ficciones, panegíricos y cuestionamientos, informales y académicos. Pero este es distinto de los que conocía hasta ahora: se llama La muerte de César Aira y el autor es Francisco Bitar (Santa Fe, 1981). Sé muy bien que no faltan los escritores que desean que al hombre de Pringles se lo trague la tierra. De hecho, hacia mediados del año pasado me encontré con uno al que la mención de su nombre le hacía echar espuma por la boca. Lo acusaba de imitador y falsario, de falso amigo de Osvaldo Lamborghini, descalificaba el Diccionario de autores latinoamericanos (una obra única y de enorme mérito) porque no figuraba no sé qué escritor argentino y, el colmo de los colmos, osaba compararlo desfavorablemente con Juan José Saer. 

Pero Bitar no es culpable ni partícipe de esto odios. Al contrario. Lo sé, en principio, porque se tomó el trabajo de venirse hasta San Clemente a regalarme el libro y, café mediante, nos reconocimos como fervorosos airanos. Después se nos unieron las tres encantadoras mujeres de su familia, su esposa Ángeles y sus dos hijas pequeñas, Sonia y Rosa, para comer pizza en uno de los locales de la selecta gastronomía sanclementina. Yo había leído un par de libros de Bitar. Él me recordó alguna reseña mía pero yo la había olvidado, como ocurre con todo lo que escribo. Como además el disco duro con todos mis escritos dejó de funcionar, no tuve cómo localizar esos textos. Pero le dije a Bitar que me había parecido que sus primeras obras eran más bien realistas, pero que últimamente se había inclinado hacia la vanguardia. El que trajo es una especie de ensayo filosófico-narrativo sin referencias escolares pero de gran libertad, aunque Bitar tiene la saludable obsesión por ser preciso dentro de un género, que también Aira practica, y que podría describirse como una especie de filosofía casera, cuyo origen se puede rastrear en Macedonio Fenández. 

Bitar no aceptó ni desmintió mi hipótesis, aunque me contó que tiene una beca para investigar el ensayo en los escritores, una variante alejada tanto de las memorias como de la teoría. Su pequeño libro sobre Aira (7 Vidas Ediciones, 2023) parte de la oración: “Muere, mientras duerme, César Aira”, y de allí se remonta simultáneamente al principio y al fin de la escritura. Yo aporté a la charla la peregrina idea de que Aira era alguien que se había propuesto entender la literatura y, un día, casi sin darse cuenta, lo había logrado con la perplejidad que provoca saberse en posesión de un secreto que todos codician sin alcanzarlo.

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En algún momento pasa por el libro Arturo Carrera, quien comenta que, cuando los dos amigos estaban juntos, se parecían al grafismo “iI”, porque Aira era alto y Carrera era petiso. Me resultó curioso que Bitar se ocupara del tema porque la única vez que vi a Aira no me pareció tan alto (aunque Carrera es decididamente petiso). 

Tal vez la explicación de este enigma haya que buscarla en el hecho de que Bitar también es petiso. Es un asunto que tal vez pueda interpretar Ángeles, que es psicoanalista, aunque ella es todavía más petisa que su marido. No pude verificar mi impresión sobre Aira porque, a diferencia de los jugadores de fútbol, la Wikipedia no consigna la altura de los escritores.