A medida que la guerra de Ucrania se prolonga, el significado y valor del transcurso del tiempo adquiere mayor trascendencia.
En el sexto mes de la guerra de Ucrania –se apresta a cumplir medio año– quizá fue Boris Johnson el jefe de Gobierno de los países de la OTAN que expresó en forma más explícita el valor del tiempo: el 24 de enero, un mes antes de la invasión, dijo que Rusia tendría un prolongado desgaste, como en Chechenia, y a fines de junio anunció que la guerra iba a durar años. Esta es la postura que asumió días después, en la Cumbre de Madrid, la OTAN. Johnson dijo en forma abierta lo que compartían tanto el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, como el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg.
En los meses iniciales de la guerra, la dirigencia de la alianza militar occidental consideró que una guerra prolongada jugaba en contra de Rusia, que no podría soportar el costo del aislamiento económico y tecnológico con el cual había sido amenazada en los días previos a la invasión. Se especuló con que los traspiés iniciales de Rusia en su intento de tomar la capital ucraniana iban a generar el debilitamiento del liderazgo de Putin y una crisis interna en cuanto a ese liderazgo. Pero esta opinión mostró ser en realidad una expresión de deseo. Fue una percepción que desconocía la historia, que mostraba que Rusia es quizás el país del mundo que tiene más resistencia al costo de sus muertos en la guerra. Cálculos como que Rusia había tenido en Ucrania más muertos en semanas que Estados Unidos en dos décadas en Afganistán e Irak olvidaban la historia y la cultura rusa, al desconocer antecedentes como el de la Segunda Guerra Mundial, en la cual Rusia tuvo 25 millones de muertos y Estados Unidos y Gran Bretaña, en conjunto, menos de un millón.
Por su parte, Rusia cree hoy que la prolongación de la guerra juega a su favor, al producir un costo creciente para los gobiernos de la OTAN por su dependencia energética. De acuerdo con esta visión, cuanto más se prolongue la guerra, mayor será el malestar de los pueblos respecto de sus gobernantes. La caída de los gobiernos de Johnson en el Reino Unido y de Draghi en Italia –ambos integrantes del G7– y la renuncia de la primera ministra de Estonia el 14 de julio –uno de los países más firmemente antirrusos por razones históricas y geopolíticas– son situaciones que pueden extenderse a otros países. Los sondeos para la elección estadounidense de medio mandato indican que los demócratas podrían ser derrotados, e incluso perder la mayoría en las dos cámaras.
Esto sería más por la economía que por la guerra, pero entre ambas cuestiones hay estrecha relación hoy en el mundo. En la elección que tendrá lugar en Italia el próximo mes de septiembre, pueden ganar las fuerzas de derecha populista, que son antieuropeas. La elección francesa mostró que, si bien fue reelegido Macron, perdió la mayoría en la Asamblea y la oposición está en manos de fuerzas populistas de derecha e izquierda. Pero en lo económico, es clave la situación de Alemania. Si Rusia decidiera reducir a cero la exportación de gas a este país, su PBI podría caer en 2023 hasta un 6%, poniendo en riesgo el gobierno de coalición que encabeza Scholtz.
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Pero el almirante estadounidense James Stavridis, que fue comandante de la OTAN en Europa hace una década, define un escenario preciso en cuanto a cómo puede terminar la guerra. Pone como referencia para ello la de Corea, que se libró entre 1950 y 1953. Corea del Norte contaba con el apoyo militar de la Unión Soviética y Corea del Sur, con la alianza de Estados Unidos, que desplegó importante cantidad de tropas en el terreno. Este conflicto finalizó con un armisticio en julio de 1953, que creó una zona desmilitarizada. Formalmente, los países siguen en guerra hoy en día, nunca firmaron un tratado de paz ni un acuerdo permanente. En concreto, Stavridis sostiene: “Veo que este conflicto se dirige hacia un final de guerra de Corea, es decir, un armisticio, una zona desmilitarizada entre las dos partes, una animosidad continua, una especie de conflicto congelado”.
En conclusión, la prolongación de la guerra parece jugar hoy a favor de Rusia y el modelo del final de la guerra de Corea puede ser una referencia para conjeturar qué puede emerger de su fin, el que bien puede ser un país dividido entre una Ucrania prooccidental y otra prorrusa.
*Director del Centro de Estudios Uniónpara la Nueva Mayoría.