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bibliotecas

Zona de riesgo

Libros y revistas 20230929
Puesto de libros | pexels.com | Min An

El proceso de desmontar y volver a armar una biblioteca pone en riesgo nuestras nociones de orden y nos enseña cómo, en su momento o en la suma de momentos indiferenciados que constituyen nuestras vidas, nosotros mismos infringimos las reglas que previamente nos fijáramos.

Hace veintidós años, cuando me mudé a la casa en la que vivo, decidí ubicar mis libros por literaturas nacionales y, dentro de cada literatura, situarlos por orden alfabético. Los primeros estantes fueron llenados entonces, digamos, con libros que iban de Aira a Zito Lema. Después, sin ningún motivo especial, salvo tal vez por la cantidad de libros, pasé a la literatura inglesa, pero ahí encontré mi primer problema de criterio: ¿iba a separar la inglesa de la norteamericana, aunque ambas estuvieran escritas en la misma lengua? En la vacilación, y prefiriendo la velocidad en la distribución más que el respeto por el seguimiento del criterio inicial, las junté. Después de todo, libros escritos originariamente en inglés (con sus variedades dialectales) eran todos.

Mi modelo inicial presuponía una cierta cantidad de ejemplares existentes de cada país

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Semejante decisión me trajo luego un problema de criterio. ¿Por qué, si agrupaba literatura en lengua inglesa, no había hecho lo propio con la literatura en lengua castellana (y no española, porque en España se hablan muchas lenguas y la castellana es solo una de ellas)? Si seguía mi criterio “nacional”, debía organizar, por ejemplo, esa literatura por países, y entonces destinar sectores a, por ejemplo, la literatura boliviana, costarricense, colombiana, cubana, ecuatoriana, peruana, etc. Pero, ¿y el criterio dónde quedaba?

La idea de organicidad y de organización, de facilidad en la búsqueda, ¿en qué se convertía? Mi modelo inicial, además, presuponía una cierta cantidad de ejemplares existentes de cada país, lo que terminaría por sumar a todos los países del planeta. Pero lo cierto es que por vasta que mi biblioteca fuese o me pareciera, su representación del mundo literario no equivalía al criterio de las Naciones Unidas. Para no hablar de los libros escritos en o acerca de lenguas artificiales, como el voynichés, el idioma analítico de Wilkins, la lengua ideal de Leibniz o el esperanto.

Era un problema que recién empezaba. Y su relato también.