A partir de los movimientos que promueven la legalización de la marihuana con fines terapéuticos, esta sustancia ilícita comenzó a tener un mercadeo positivo, cuyo impacto ya se refleja en los hábitos de consumo de los adolescentes cordobeses.
Según revela el sexto Estudio Nacional sobre Consumo de Sustancias Psicoactivas, realizado por la Dirección Nacional del Observatorio Argentino de Drogas (DNOAD) dependiente de la SEDRONAR, un 8,2% de los jóvenes cordobeses de entre 12 y 17 años consumió marihuana en el último año, frente a poco más del 4,0% a escala nacional. Si se considera la llamada “prevalencia de vida” (que implica haber consumido la sustancia al menos una vez) el porcentaje de consumo entre los adolescentes locales trepa al 15,5%.
“Hay drogas con buena y con mala prensa; hoy la marihuana está entre las primeras y el cigarrillo tradicional entre las segundas; desconociéndose que el THC de la marihuana, también llamado tetrahidrocannabinol, es un agente químico que provoca múltiples efectos psicológicos, más aún si se consume junto al alcohol”, explica el doctor Daniel Gómez, jefe del Área de Toxicología del Hospital de Urgencias de Córdoba. “El 90% de los casos que atendemos es por consecuencias derivadas de este uso combinado de sustancias”, agrega el facultativo.
Círculo riesgoso. Claramente, las estadísticas muestran que los adolescentes cordobeses están quedando atrapados en un círculo riesgoso de adicciones: un 68% afirma haber consumido alcohol en el último año (frente a un 54% nacional), y hasta un 77% lo probó alguna vez en su vida (ante un 60% a escala país).
“El alcohol es la puerta de entrada porque desinhibe y les ‘da cuero’, como ellos dicen, para probar otras sustancias, a las que tal vez no accederían estando sobrios”, señala el doctor Gómez.
“La marihuana produce lesiones a nivel de la arteria cerebral media, lo que ocasiona a largo plazo déficit cognitivos y abre la posibilidad de cuadros esquizoides”, explica la doctora Ruth Llebeily, jefa el Servicio de Toxicología del Hospital de Niños.
“Tratándose de personas aún en crecimiento, estas adicciones comprometen seriamente su futuro desempeño como profesionales o trabajadores”, señala. “Además –agrega– el consumo continuado de esta sustancia afecta los linfocitos T, deteriorando el sistema inmunológico del niño consumidor”.
Para los médicos que están en el frente de batalla, cada día, conteniendo el impacto directo de las adicciones, la actualización de las estadísticas causa frustración. “Porque vemos que no se hace nada y esto avanza”, afirma el doctor Gómez, del Hospital de Urgencias.
A su consultorio llegan jóvenes con cuadros de hipertensión y taquicardias, en riesgo de padecer un ACV, como consecuencia de la ingesta de marihuana a través de alimentos preparados con la sustancia. “En nuestro caso, que atendemos jóvenes de hasta 14 años, vemos cada vez más llegar chicos con convulsiones, fallas cardíacas y en estado de alerta continua por exceso de adrenalina”, agrega Llebeily.
En el mes de junio se concretó en un barrio de la periferia de la capital cordobesa –Palmar –una mega incautación de 3.100 kilos de marihuana procedente de Paraguay. Al mes siguiente, otro cargamento de 4.080 kilos fue detenido en Misiones; tenía como destino los mercados de Córdoba y Santa Fe.
Policonsumo. La evidencia más clara en relación al problema de las drogas es que a los gobiernos les cuesta asumir sus responsabilidades respecto de las consecuencias de este fenómeno y a las sociedades, las que le caben respecto de cuan positivamente logran gestionar sus adicciones. Para unos y otros –por diferentes motivos– es un tema a disimular.
Mientras más se subestima el fenómeno de las adicciones, más se propagan los problemas silenciosos de salud pública. Córdoba está en los umbrales de empezar a convivir con una realidad que, más temprano que tarde, generará grandes costos (tanto para el sector público como para el privado). Nos referimos concretamente al “policonsumo crónico”.
Según explican los especialistas, el policonsumo consiste en el uso de dos o más tipos de sustancias, mezcladas o consumidas alternativamente. Este tipo de comportamiento (más habitual de lo que se cree) busca sus diferentes efectos o compensar con una sustancia lo negativo de otra. Los policonsumos más comunes mezclan cocaína y alcohol, cocaína y ansiolíticos, marihuana y alcohol, alcohol y sustancias anfetamínicas. La persona que ya está en fase de policonsumo experimenta su adicción como un problema crónico; esto es, no se trata de un hábito esporádico sino consuetudinario.
Muestran los datos. Las estadísticas reflejadas en el sexto Estudio Nacional sobre Consumo de Sustancias Psicoactivas, si bien no miden específicamente el policonsumo, exponen claramente los niveles de prevalencia en un enorme abanico de sustancias adictivas que, de hecho, se combinan.
En el segmento de edad de 18 a 24 años, por caso, se observa una prevalencia reciente (consumo en el último año) de seis tipos diferentes de sustancias, donde la marihuana es la de mayor penetración, seguida por la cocaína, los alucinógenos y los tranquilizantes sin receta médica; un mix que se completa con un alto consumo de alcohol (86,2%) y de tabaco tradicional (31%).
La situación en el segmento de entre 25 y 34 años es igualmente compleja: al combo anterior, ellos le agregan éxtasis y llevan la ingesta de alcohol al mayor nivel de todo el universo estudiado (88%). Sin dudas, entre los 18 y 34 años se encuentran las personas más proclives a generar policonsumo.
Según advierte un estudio realizado por el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías, los gobiernos no deben disociar el análisis del consumo de alcohol respecto del de drogas, o asumir que “la droga no es problema porque lo que prevalece es alcohol”.
“El alcohol está presente en casi todos los repertorios de policonsumo de drogas. Suele tratarse de la primera droga de fuertes efectos psicoactivos y psicotrópicos y su disponibilidad generalizada la convierte en el elemento básico de las combinaciones de otras sustancias”, indica el informe.
Por qué despertar. Reaccionar a tiempo ante algunos problemas crónicos de la sociedad puede hacer toda la diferencia a la hora de promover su bienestar. Según el National Institute on Drug Abuse (NIH), se ha demostrado que abordar la adicción a las drogas como un problema de salud es mucho menos costoso que sus alternativas, como es encarar el problema desde la seguridad o la represión, estrictamente.
Por ejemplo, en EE.UU. se concluyó que el costo promedio de un año de tratamiento con metadona es de alrededor de US$4.700 por paciente, mientras que un año de prisión cuesta aproximadamente US$24.000 por persona.
“Hoy, en Córdoba, accede a un tratamiento de un año la persona que dispone para pagar un servicio privado. Se rehabilita el que puede pagar”, afirma sin medias tintas el doctor Daniel Gómez, jefe del Área de Toxicología del Hospital de Urgencias de Córdoba.