“El dueño de la lapicera es Marcos”, es una frase en la que coinciden, pese a la interna, tres fuentes de las distintas vertientes del PRO en Córdoba. Después del 48% que consagró a la boleta liderada por Héctor Baldassi y resistida por varios, el jefe de Gabinete de Mauricio Macri tiene la pelota y es quien va a decir cuándo se juega el partido que se viene: el reparto del poder y de los cargos -muchos, por cierto- que aún se encuentran vacantes en el “territorio amigo”.
Un escalón debajo de Peña, está el ministro del Interior, Rogelio Frigerio; y después de ambos viene el tándem compuesto por Emilio Monzó y Nicolás Massot, el brazo del macrismo en el Congreso que, después de dos años de protagonismo pleno, cierran un 2017 de Legislativas sin la preponderancia que solían tener en Córdoba.
Entonces, mientras “en Buenos Aires resuelven y se preocupan por los quilombos que tienen allá” (como también graficaron los macristas cordobeses), acá los referentes empiezan una disputa sin levantar tanto vuelo. Sabiendo que la paz firmada por Peña previo a las elecciones concluyó, pero que la mesa chica del PRO nacional sigue con un ojo lo que hacen sus aliados acá. Todos. Incluso, los que están fuera del partido.
Fuego amigo. Se sabe que en Córdoba la pelea de fondo fue siempre con Baldassi de un lado y Javier Pretto, el diputado nacional con pasado en la Ucedé, del otro. Pero en las últimas semanas, apareció un nuevo jugador que ya tenía chapa de antes pero al que el nuevo cargo como presidente del partido en la provincia le dio un lavado de cara: el villamariense Darío Capitani, legislador provincial y quien asoma como la tercera posición en el seno del espacio amarillo.
Entre los dos compañeros de bloque en Diputados, lo de siempre. De un lado le tiran al otro con la falta de experiencia y de capacidad para hacer política; del otro, la habitual respuesta, ligar al dirigente de La Carlota al pasado. Ahora, la aparición de Capitani en los primeros planos pone al hombre de Villa María tratando de hacer equilibrio entre los dos; aunque tanto el baldassismo como el prettismo saben que en algún momento se va a tener que jugar para alcanzar su objetivo de máxima: ser intendente de Villa María en 2019. Tarea para la que necesitará no sólo el respaldo nacional sino también un aliado local.
En cuanto al reparto de los cargos, y a pesar del reciente nombramiento en el PAMI Córdoba (ver aparte), parece que no habrá cambios hasta después del verano. Y las dependencias que están en la mira son Desarrollo Social, Anses, el Renaper y Migraciones, en ese orden. En las cuatro se vienen modificaciones y la crítica no distingue vertiente interna, la mayoría coincide que son lugares en los que faltó gestión, proactividad, política y sangre. Combo que, junto al Excel, son las bases del macrismo duro.
Sin tregua. Con este panorama entonces, nada parece indicar que haya un pacto en el futuro inmediato para que la onda expansiva no llegue a Balcarce 50. Por el contrario. Los ex Ucedé se quejan de los insistentes reclamos de Baldassi en Buenos Aires; y en el entorno del árbitro dicen que la pelea con Pretto ya es cosa del pasado: “para pegar ahí, está Andrés Díaz Yofre”, sintetizaron irónicamente en referencia al concejal de Mendiolaza.
Cerca de Pretto, saben que la movida para desplazarlo de la presidencia del partido en Córdoba siguió la ruta Baldassi-Peña-Humberto Schiavonni, el apoderado del sello a nivel nacional que se apareció en una asamblea en Córdoba para que se apartara al exlegislador provincial. En este contexto de munición gruesa y balas de salva, lo único que puede servir para terciar es el reparto de los cargos y ahí el prettismo apuesta a una jugada a dos bandas: ocupar lugares a los que sabe que los de Baldassi no van a aspirar y pagarle con la misma moneda al radicalismo capitalino que no cede territorio en el Municipio.
En tanto, el baldassismo empieza a armar la receta 2019. Territorio, fotos con los dirigentes del interior, seguir las órdenes que vienen desde Buenos Aires y continuar con el ritmo de campaña permanente. Sabiendo que en ese contexto rinde más que enredado en la rosca o, incluso, que en la banca del Congreso.