Daniel Passerini logró una resonante victoria y gobernará la ciudad de Córdoba desde el 10 de diciembre, dando así continuidad a la gestión que inició hace tres años y medio Martín Llaryora, acompañado justamente por Passerini. El contexto poco importó a la hora de festejar, pero sin dudas la baja participación de votantes (la más baja, por lejos, desde el retorno de la democracia) es un tema que deberá ser abordado por la política.
Los números no dejan dudas: el padrón de Córdoba Capital es de 1.133.317 y participó apenas el 58%, es decir que fueron a votar unas 657.300 personas. En las elecciones provinciales, habían votado 766.280 cordobeses, por lo que hoy fueron a sufragar unas 108.000 personas menos que en las provinciales. Todo un dato.
Aunque en las últimas semanas las encuestas (las pocas que se dieron a conocer, a diferencia de lo que sucedió en las elecciones provinciales) daban ganador a Rodrigo de Loredo, lo cierto es que el triunfo del actual vice fue mucho más claro de lo que esperaban en ambas fuerzas.
Aunque el triunfo de Passerini no se discute, el ‘gran ganador’ de los comicios resultó Llaryora. No sólo porque diseñó y ejecutó la campaña de punta a punta sino porque confió en su actual vice en un momento en el que sobraban candidatos potables y avanzó pese a las críticas que indicaban que el actual vice tenía un altísimo nivel de desconocimiento.
En poco más de un mes plebiscitó dos veces su gestión y en ambas resultó airoso. Si bien en la elección a gobernador se impuso por una escasa diferencia, logró un triunfo clave en la Capital, porcentaje que mantuvo en esta elección.
De esta forma, Llaryora consolida una estructura de poder inédita en el cordobesismo que supieron construir José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti. La gran incógnita era saber con qué estructura iba a afrontar el desafío de liderar al peronismo ampliado de Córdoba. La performance electoral de Passerini despejó esa duda y ahora cuenta con el poder en dos de las estructuras más grandes del país (Provincia y Municipio), desde donde comenzará a cimentar su proyección.
El dato no es menor: en varias etapas de la campaña se analizó en profundidad la posibilidad de que el radical De Loredo gobernara la Ciudad y desde ahí batallara contra Llaryora. De hecho, ahora que la elección pasó, en el PJ reconocen que Passerini arrancó unos 10 puntos abajo. “Sabíamos que era difícil pero supimos que lo dábamos vuelta después de ganar el 25 de junio”, cuentan los dirigentes del peronismo.
En el entorno del actual intendente pusieron a trabajar a toda la maquinaria del peronismo porque contaban tres aspectos que consideraban clave: aprobación de imagen del propio Llaryora por encima del 60%; aprobación de la gestión cercana al 65%; y el triunfo en las elecciones del 25 de junio. “No se podía dilapidar eso”, señalan en Hacemos Unidos por Córdoba.
El propio Llaryora dispuso del atril que no tuvo en la noche del 25 y desarrolló un encendido discurso, a los gritos, donde cargó duro contra Juntos por el Cambio y buena parte de sus dichos los direccionó al escenario nacional.
“Parece que si no vas a Capital Federal no existís. Tiene que llegar un gobierno que distribuya mejor”, dijo el gobernador electo.
“No puede ser que nosotros banquemos las retenciones. Son US$ 3.500 millones que se nos llevan de nuestras manos. Es hora de que empecemos a pensar un país distinto y federal. Empiecen a generar un país más juntos, sino un día nosotros vamos a ir por la nuestra”, sostuvo en uno de los momentos más álgidos de su discurso.
Al final, cerró ponderó a Schiaretti presidente: “No hay que esperar que los liderazgos vengan de afuera. Pongamos a Schiaretti de presidente”.