La pandemia Covid-19 nos pone a prueba diariamente y es muy posible que nos deje algunas enseñanzas colaterales luego del aislamiento social, preventivo y obligatorio nunca antes vivido. No solo tenemos la gran preocupación sanitaria de achatar la curva en estos días y evitar contagios e internaciones masivas; no solo tenemos que ocuparnos de la economía frágil y precaria que teníamos y que seguramente se profundice en las próximas semanas; sino que además debemos añadir la aparición de nuevos conflictos en base a nuestra convivencia ligados a la difusión masiva y constante del coronavirus y de garantizar, desde las diversas instituciones estatales, el acceso a los derechos que hoy comienzan a peligrar.
Podemos empezar a visualizar en la temprana multiplicación de casos donde se intenta expulsar a los profesionales de la salud de los consorcios de los edificios o “sugerir” que busquen otro lugar apto junto a otros trabajadores afectados al servicio sanitario. Esto un ejemplo donde comienzan a revelarse fracturas comunitarias que traen detrás la construcción de ciertos estereotipos, arbitrariedades e intolerancia que se desarrollan luego como claras situaciones de discriminación que dan pie finalmente a la negación o al goce de un derecho como lo es permanecer en su propio hogar sin ningún tipo de hostigamientos.
La pandemia puso a los médicos contra las cuerdas
Son varias las voces que tratan de buscar culpables del origen, el traslado o del potencial lugar donde podría producirse el contagio del Covid-19. Los medios de comunicación masivo y diversos líderes de opinión que, en busca de deslindarse de responsabilidades, concentran el dedo acusador generando prejuicios y estigmatizaciones infundadas. En nuestro país la colectividad de origen asiático está padeciendo de descalificaciones que va escalando cada día. La idea de que son los responsables del surgimiento del virus en Wuhan, China los hace parecer cómplices y que sean sus miembros los que hoy están abriendo las puertas de sus establecimientos de cercanías para el comercio de alimentos, anima a una segregación violenta contra su comunidad.
Es una tentación para los que dirigen el Estado en todo momento crítico tender a concentrar poder o ejercer de manera paternalista el liderazgo democráticamente obtenido. En post del cuidado general de la sociedad no pueden conllevar la estigmatización de los que han sufrido el contagio mediante ciertas marcas ni de impedir el goce de derecho a diversas poblaciones etarias. El límite sanitario siempre es fino pero exclamarlo o traspasarlo generan vulneraciones a derechos humanos de los más elementales.
Es por eso necesario e imprescindible que el Estado ponga principal atención -como lo hace con los expertos sanitaristas y con los economistas- a las problemáticas que están emergiendo en base a la construcción de estereotipos y la elaboración de políticas públicas federales donde participen el Gobierno Nacional, los gobiernos provinciales y los municipios.
También saca a la luz la parte más oscura de las personas que es la intolerancia y el odio
Este virus no es solo una tos pasajera. También saca a la luz la parte más oscura de las personas que es la intolerancia y el odio. Los aplausos de las 21hs no son solo un reconocimiento al personal esencial que está y que va a estar poniendo el pecho por esta sociedad. Los aplausos también es el símbolo de vencer al miedo que llevamos adentro y que nos tienta con cerrarnos a la cultura de la diversidad por el temor a contagiarnos. Albert Camus sostenía en su escrito La Peste que “Lo peor de las pestes no es que mata a los cuerpos, sino que desnuda a las almas y ese espectáculo suele ser horroroso”.
Estoy convencido de que podemos salir de esta crisis como mejor sociedad.
*Licenciado en Ciencia Política UBA con Posgrado en Derechos Humanos de la American University Washington College of Law –Washington D.C. EEUU-