CULTURA
ENTREVISTA A JEAN ECHENOZ

Historias pequeñas de la Guerra Grande

Considerado desde hace años como la última esperanza de las letras francesas, Echenoz es un autor constante y contundente que ha obtenido algunos de los principales premios europeos. En PERFIL, una entrevista sobre su última novela, que explora la Primera Guerra Mundial.

Microhistoria. Su mirada sobre la guerra se centra en las historias del débil declive, en la dimensión humana de hechos cruciales.
| Cedoc

Jean Echenoz ha publicado una tríada de “vidas imaginarias” al modo de Marcel Schwob y novelas, como Un año y Rubias peligrosas, que se vinculan con el policial. En el 2012, la editorial francesa Minuit publicó la novela breve 14. En contra del discurso sobre la Gran Guerra, Echenoz elige contar una serie de historias mínimas centradas en una peripecia amorosa. Aunque la guerra suena con trompeta en todo el libro, es claro que 14 no sólo se ocupa de la desventura bélica, sino también de la traición y de la triste ausencia que ocurren durante una guerra. 14 vincula la historia individual con el fresco histórico, la tragedia personal con la espera colectiva. Al modo de las pinturas de El Bosco o de Brueghel, Echenoz arma una pequeña sinfonía sobre los destinos disímiles y curiosos de unos jóvenes estrafalarios en circunstancias aciagas.

El gusto por el pasado se ha manifestado en diferentes libros de Echenoz. Sus “vidas imaginarias” pueden ser leídas como frescos miopes e indirectos de la historia del siglo XX. Asimismo, 14 pone el foco en un hecho crucial de la centuria, pero demorándose en los prolegómenos, las postrimerías y las derivaciones de la guerra, como si la novela fuera una forma privada de narrar un hecho social y fatídico. Aunque se podría leer 14 como la historia de cualquier guerra, hay indicadores que muestran, a las claras, que el libro se refiere, en la ficción, a la Primera Guerra Mundial. Y no es por afán mimético o naturalista que menciono este hecho, sino por el halo de hermosa melancolía –al modo de la película Delicatessen– que riega las páginas. Si bien el libro no pretende hacer historia en un sentido científico, el lector percibe que hay un apego a las sinuosas y mínimas sutilezas de la vida cotidiana en tiempos de guerra: “fue la casualidad de haber descubierto un diario de guerra lo que ha desencadenado, bastante tiempo después de que lo he leído (re transcrito, estudiado, etc.), el deseo de escribir el libro. Quizás si hubiese encontrado documentos referentes a otro conflicto, me habría ocupado de ese. Al mismo tiempo, no, no creo que lo hubiera hecho: en la memoria francesa, la guerra del ’14 (que todavía llamamos la “Gran Guerra”) está todavía fuertemente presente. En el año del centenario de la primera guerra, en Francia, se ve aparecer decenas y decenas de publicaciones de libros, películas, conmemoraciones televisivas, manifestaciones diversas, etc. El sentimiento de horror es quizás más grande que el que se refiere a la Segunda Guerra Mundial, que hizo que se produjeran inmensas y sin dudas peores atrocidades, como se sabe, pero según un “guión” –si puedo decir así– muy diferente”.

Después de publicar la última novela de la serie de “vidas imaginarias” (Ravel, Correr, Relámpagos), Echenoz manifestó que quería dejar de trabajar con novelas basadas en personajes reales. 14 abandona los célebres personajes reales. “En efecto, después de la serie de tres vidas imaginarias, quería  volver a la pura ficción –aún si la ficción nunca es evidentemente “pura”. El azar hizo que haya encontrado unos papeles de familia que datan de esa época, y principalmente un diario de guerra manuscrito, como tantos que hubo durante este conflicto. A partir de esa lectura, realicé investigaciones sobre la Primera Guerra Mundial. No pensaba en absoluto escribir sobre este tema, era por interés personal –teniendo en cuenta mi relativa ignorancia– que me informaba. Luego, al cabo de un tiempo, todo lo que pude recoger a propósito de este período (libros históricos, relatos, novelas, archivos fotográficos y filmados, etc.) me dio la idea de escribir una novela sobre este tema”.

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A pesar de todo, 14 no es una novela distinta desde el punto de vista formal y técnico: “trabajé con este libro como con los otros. La técnica narrativa es flexible: se adapta al tema, depende de él, pero esto pasa de manera casi inconsciente. En el transcurso de la escritura, el libro se vuelve un organismo casi independiente –aunque siempre controlado, evidentemente– y en función del cual uno avanza”.

14, Un año, Ravel, Correr, Relámpagos son libros breves. Se pueden leer como cuentos largos o novelas cortas. Pareciera que a Echenoz no le preocupa el problema de la extensión. Sus libros transitan por los géneros como un medio hacia la forma necesaria o justa para su tema o historia. Sostiene Echenoz: “es el tema el que impone el formato, como el personaje impone la forma. Uno no escribe igual sobre un compositor que sobre un atleta. La cuestión de la extensión del libro no me interesa, particularmente”.

Hay en 14 un gusto por el detalle de época, por la narración como un gesto épico. La novela está escrita con el tono del cuento encantador. El narrador conoce y expone cada una de las propiedades de los personajes y de los acontecimientos. Y se esmera en describir escenas y situaciones para hacer detonar el mundo a través del detalle: “el narrador, de todas maneras, soy yo. Y, de un libro a otro, mi persona no cambia realmente, me parece. En cuanto a los personajes, quería que los principales vinieran de un medio modesto, de artesanos y de obreros que han sido, como la población campesina, reclutados y sacrificados por esta guerra”.

El personaje Blanche lee Gentes de mar, de Marc Elder, un libro que gana el premio Goncourt y que rivaliza con Proust. El narrador es amigo de la familia de Blanche. Esta es una manera de definir el tipo de familia que tiene Blanche y también un modo de mostrar a la sociedad de la época. “En efecto, era uno de los elementos, una de las marcas que permitían describir un medio de burguesía provincial, en la región de Nantes. Resulta que también, muy anecdóticamente, mis abuelos paternos pertenecían a esa clase social, en Nantes, y mi abuelo era amigo de Marc Elder, actualmente un escritor muy olvidado en Francia”.

Blanche está embarazada. Se lo confirma el médico de la fábrica. En ella trabajan también Charles y Anthime. A Charles le gusta la fotografía y la aviación. Los personajes son pocos, pero funcionan como sutiles mecanismos de relojería que se mueven de acuerdo a un estricto control del narrador. “Los personajes se imponen. El personaje de Anthime, que es contador en la vida civil, viene directamente del autor de los cuadernos de guerra que yo había encontrado, y de lo que le hablé hace un momento”.

Los pormenores definen el relato: la precisión de colores, tamaños, olores, partes de objetos, perfilan una manera de encarar la narración: “trato de trabajar siempre de una manera lo más visual y sensorial posible. Entonces recurro evidentemente a objetos precisos, a colores, a detalles que pueden reconstituir un período. Primero de forma material, desde luego, después, por contagio, tratando de reconstituir elementos mentales”.

En la novela hay una historia de amor trunco. Como si la guerra fuera un pretexto para narrar el conflicto amoroso, Echenoz elige contarla a través de una historia emocional: “una novela, vaya a saber por qué, siempre está atravesada por historias de amor. Pero creo haber podido observar que pasa lo mismo con la vida en general”.

Si se compara el tratamiento narrativo de 14 con el cine, se podría decir que trabaja con muchos planos generales. Se ven grupos que luchan, que caminan, que gritan. A la par hay planos de detalles. Hábilmente, Echenoz selecciona los planos mínimos para los momentos intensos y usa planos generales para las descripciones o presentaciones: “siempre trabajo con ‘imágenes mentales’ que construyo y que trato de describir luego. Y el cine, al respecto, desde siempre me resultó muy útil. A partir del registro de diferentes planos de la cámara y de una visión más general de las técnicas cinematográficas (planos de conjunto, primeros planos y otros; travelling, montaje, banda de sonido, etc.), tengo la impresión un poco curiosa de que el cine me enseñó mucho sobre la literatura –al menos sobre lo que tenía ganas de hacer con la literatura”.