CULTURA
Cees Nooteboom

Viajero en casa

La Feria del Libro contará una vez más con el célebre escritor holandés, que no ha dejado género sin practicar ni país sin visitar. Dueño de una de las prosas más tersas de la literatura mundial, aprovechará la visita para presentar su libro Cartas a Poseidón.

Img2860
|

En su nueva obra, Cartas a Poseidón, la vena literaria de Nooteboom desangra en precisos interrogantes sobre urgentes respuestas. Que es todo lo que un escritor que se precie debe lograr: generar inquietudes. Su verdadera curiosidad es saber si este dios está interesado en la humanidad como retórica de la razón sobre la creencia. Ingenioso y profundo, original (Cees Nooteboom, al salir de su isla de verano, pide permiso cada otoño a Poseidón para regresar), Cartas a Poseidón está siendo editada en español por Siruela. Con casi sesenta libros publicados –entre novelas, ensayos, antologías de cuentos, libros de viajes y reportajes–, este holandés, representante de las letras de su país como uno de los máximos exponentes de la literatura moderna, atendió el teléfono de su casa para hablar un poco en español y otro poco en inglés (“Me toma unos días habituarme al acento argentino”, dice y se le adivina una sonrisa por el tono) con Perfil. Consulta si la palabra es la correcta, pronuncia con estricta precisión. “Déjeme mirar el diccionario de mi biblioteca, por favor, no encuentro el vocablo en español ni en inglés, me tomará un minuto apenas”, confía en un par de oportunidades; “hay que tener un diccionario al lado a la hora de comunicarnos, es un libro muy importante”, agrega. Muchos de los temas comenzados no fueron concluidos gracias a su entrañable verborragia y su intención de ser claro, además de su vasta experiencia en el campo literario que sea y así enlazar diferentes tópicos que venían a cuento. O no.

Hombre de mundo, escritor de novelas, reivindica la poesía en primer lugar. Con casi 80 años, este novelista, traductor e hispanista no deja espacio sin cubrir con inquietudes. Junto a su esposa, Simone Sassen, fotógrafa ella, viajan y viven en el mundo entero con absoluta libertad –pasan gran parte del año en la isla de Menorca, el Mediterráneo español–.
Nacido en la ciudad de La Haya, la más grande de los Países Bajos luego de Amsterdam y Rotterdam, el 31 de julio de 1933, Cornelis Johannes Jacobus Maria (Cees) Nooteboom, tuvo una formación que varió entre colegios agustinianos y monasterios franciscanos. Desde muy joven se independizó de los núcleos literarios, y de forma individualista se dedicó a sus propias letras y, por sobre todo, a viajar.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Huérfano de padre a temprana edad (murió en un bombardeo en plena Segunda Guerra Mundial), fue criado por un padrastro católico y, como destacará el entrevistado: “Todos estos rasgos se pueden ver en mis libros y notas”. Narrará breve pero precisamente su formación: fue vasta, políglota, teológica, “que paradójicamente me acercó más a los dioses griegos y romanos”.

Dueño de una erudición única, en su trabajo no ahonda en perplejidades sino que las aplasta directamente. Se traduce de su obra un destacado desarraigo, aunque destacando una real identidad europea y la inestabilidad de la existencia que caracteriza al ser humano. Sus ensayos tienen como eje central en arte en general, destacándose la pintura y la fotografía sobre el cine y la arquitectura, aunque no deja de escribir sobre todos ellos.

De su labor como traductor de poesía española, catalana, alemana, francesa, de teatro americano, se desprende un interés y una meditada preocupación por los nacionalismos y el eje del europeísmo. Uno de sus títulos, Cómo ser europeo –una recopilación de notas, discursos y artículos periodísticos del holandés–, “no fue comprendido, lo tomaron como un libro de cuentos”, se lamenta.

En su tinta. Amsterdam será este año la ciudad invitada de honor en la Feria del Libro en nuestro país. Así, la Fundación Letterfonds recreará el espacio entrañable de un bar, Café Amsterdam, donde Cees Nooteboom será uno de los protagonistas junto a sus pares Arnon Grunberg, Herman Koch y Gerbrand Brakker, entre otros. También se expondrán muestras conformadas por la edición monumental de cartas de Vincent Van Gogh y su hermano Theo, historietas holandesas, ilustradores infantiles, los mejores libros diseñados de los Países Bajos y más.
—¿Cuántas veces vino a nuestro país?
—Esta será mi cuarta visita a la Argentina; me gusta pasar algo de mi tiempo allí cuando voy. La segunda vez que fui hice un viaje desde Chile, Valparaíso, en barco alrededor de la costa, cruzamos Cabo de Hornos, Río Gallegos hasta Montevideo y luego fuimos a Buenos Aires. Y la tercera vez fui a Ushuaia, hermoso Ushuaia, tanto nos gustó que cuando llegamos a Buenos Aires tomamos un avión de vuelta hasta Tierra del Fuego y de ahí fuimos en coche a Purmamarca. El año pasado fui en septiembre, me quedé un mes y medio en un departamento que alquilé en Barrio Norte. (Nota: Vino invitado por Filba, el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires, y dio cátedra en la librería palermitana Eterna Cadencia).
—¿Planea quedarse otra vez?
—¡Sí!
—Hablemos de su nueva edición, por favor, “Cartas a Poseidón”.
—En Cartas a Poseidón le formulo cantidad de preguntas. En total son setenta y cinco cartas, muchos interrogantes… En una de las cartas que le escribí desde El Hipopótamo, el café en Buenos Aires (Nota: Defensa y Brasil, San Telmo), por ejemplo, le cuestiono si nos tiene celos a los humanos porque podemos morir y él no. Me lo imaginaba sentado frente a mí, con su tridente y su barba mojada escuchándome mientras yo le formulaba tantas preguntas. Las diferencias entre los mortales y los supuestos inmortales, entre escribir a un dios y a un humano. No contestará el dios, de ahí la retórica.
—¿Por qué Poseidón y no otro dios?
—Porque es el hermano más desmerecido de Zeus. Siempre lo veo en el mercado de Lindau donde hay una bellísima estatua de él.
Con inevitables tintes personales, será siempre un alter ego del escritor quien arremeta contra la misma historia. Veintidós son las cartas donde acosa con preguntas al dios y cincuenta y tres donde le cuenta anécdotas. Como la siguiente:
—Fui mucho al zoológico, también, en Palermo. Fui testigo de una historia de amor entre una jirafa y una cebra…
—¿Es legal eso?
—(Risas) ¡No lo sé! Sí sé que fue triste. Estaba yo parado mirando –en el zoológico de Buenos Aires, si se fijan, la jirafa y la cebra son vecinas– cómo la cebra alzaba su cabeza mientras la jirafa con su largo cuello bajaba todo lo que podía hasta tocarse sus caras. Quedé tan impresionado que le pedí a mi esposa, que es fotógrafa, al día siguiente que viniera conmigo y fotografiara semejante escena. “Vayamos a la misma hora”, le dije, “a las cuatro y media de la tarde” pero lamentablemente no ocurrió.
Quizá lo suyo con los zoológicos, esa fascinación por conocerlos, se desprende de alguna de sus inquietudes como describe en Hotel nómada: “¿Realmente un parque zoológico en el mundo debería tener la valentía de llegar a la conclusión final acerca de nuestros ancestros? Una jaula con el Homo sapiens en todas sus diversas formas, tal vez entonces podríamos entendernos mejor. La pregunta, por supuesto, es si los otros animales se aprueban.”
—¿Fue “Cartas a Poseidón” una manera indirecta de cuestionar en forma de ficción al Dios cristiano?
—¡Quizá los argentinos puedan ahora que tienen un papa! (Risas.) En Sicilia está el Templo de Poseidón, un lugar enorme, imponente, un edificio realmente magnífico. La gente se acercaba a rezar a sus dioses, a dejarles sus ofrendas… Cuando estuve ahí le pregunté qué se sentía ahora que nadie le reza ni le trae nada. ¿Recordarás cuándo todo esto ocurría? ¿Recordarás qué fue lo último que te trajeron o lo último que te han pedido? Y por último le pregunté qué le parecía que hoy día las iglesias del norte de Europa, al menos, estén prácticamente vacías, qué le parece que le ocurrió al dios que vino tras ellos, al de hoy. Fue apenas una pregunta más.
Todavía no he visto los ejemplares, pero me llegó uno de Madrid con las ediciones que salen en Argentina y en Colombia.
—Cuéntenos sobre su libo de fotografías de tumbas de escritores.
—En Tumbas, creo que en español se tradujo así, hay fotos de la sepultura de Borges en Ginebra, de Bioy Casares en Buenos Aires. Recorrimos el mundo sacando fotos de tumbas de escritores y filósofos. ¿Qué me inspiró a hacerlo? Visitando el cementerio Père Lachaise en París, mi esposa tomó una foto de la tumba de Proust muy linda… fue mi amor por Proust lo que me motivó. Ahí me puse a trabajar y buscar dónde estaban Pushkin, Beckett, Machado y otros. Son 83 en total.
Cómo habrá trabajado que encontró e indirectamente solucionó algunos errores: la tumba del poeta ruso Joseph Brodsky cerca de Venecia tenía una cruz, igual que la de Elías Canetti (ambos de origen judío), pero al año siguiente cuando volvió a visitarlas las cruces habían desaparecido.
Sacamos también con mi esposa un libro de viajes que hicimos por Japón, dos veces, sobre los templos budistas. Aquí hay menos textos y más fotografías.
—Siendo usted traductor, ¿cuán exigente es a la hora de hacerlo con su propia obra?
—Ahora trabajo codo a codo con Isabel-Clara Lorda Vidal, una española amiga. Y estoy muy tranquilo, soy hispanista, ella tiene un gran manejo de la lengua holandesa, un buen equipo. Sé que hay poemas intraducibles, pero el español es muy rico.
—¿Cuáles son sus planes en Argentina cuando venga a la Feria del Libro?
—En este próximo viaje a Buenos Aires cruzaré a Montevideo por una semana. También me invitaron a Chile, pero declinaré ya que querría pasar cierto tiempo ahí para conocerlo bien, pero debo volar a México inmediatamente. Me gusta viajar en auto por las rutas en Argentina. Justamente esta tarde alguien me preguntaba por mi momento crítico en un viaje y le conté sobre mi experiencia en la Ruta 40 en mi ida a Bolivia. Habíamos parado con el auto y fuimos por un paseo con mi mujer; cuando quiso volver, le dije: “No, no, vayamos un poco más a ver qué vemos”. Dejé el auto en Argentina y me mezclé entre un grupo grande de mujeres aborígenes que cargaban pesados sacos de cemento a la hora de cruzar la frontera. Eran muchas, más de cien, todas en procesión, y alguien me explicó que hacían este arduo trabajo por la diferencia de precios entre Argentina y Bolivia y el cambio monetario. Era increíble, casi una escena bíblica. Como fuera, me vi envuelto en esta marea y crucé la frontera sin haber pasado por la aduana, así que podemos decir que transgredí la ley… No estuve más que una hora y al volver les expliqué a los del lado argentino que crucé a pie, sin maletas ni nada. No hubo problemas, me dieron la bienvenida.
Así será recibido una vez más a nuestro país para presentar su Cartas a Poseidón, sin duda, de lectura obligada. Su exitosa carrera literaria refiere a su capacidad de pincelar con deslumbrantes colores una opaca realidad.