CULTURA
psicodelia y terapia

“¡Viva la pepa!”: cómo fue que el psicoanálisis argentino incluyó el LSD en el diván

Fernando Krapp y Damián Huergo escribieron un libro que recupera los inicios del psicoanálisis en el país en los ‘50 y las extraordinarias experiencias por las que pasaron desde Arturo Frondizi a Noé Jitrik.

Damián Huergo y Fernando Krapp
Damián Huergo y Fernando Krapp | Pablo Cuarterolo

Si no estabas en el Di Tella y en mi clínica, en Buenos Aires no existías”, aseguraba Alberto Fontana, uno de los protagonistas citados en ¡Viva la pepa!, el libro que indaga sobre la experimentación con LSD en el psicoanálisis en la Argentina. Damián Huergo y Fernando Krapp decidieron reabrir esta historia que comienza en los ‘50 y que incluye protagonistas como Noé Jitrik, David Viñas, Graciela Fernández Meijide, Arturo Frondizi y profesionales que buscaban con la experimentación controlada, que sus pacientes progresaran.

¡Viva la pepa!

El médico y psicoanalista argentino Fernando Tallaferro recibió la primera valija de ampollas con ácido lisérgico que llegó a la Argentina, pero por un incidente doméstico terminó en la basura sin usarse, tuvo que esperar una segunda valija para empezar a experimentar.

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Damián Huergo y Fernando Krapp
Damián Huergo (Foto: Pablo Cuarterolo)

La “criatura” fue producto del trabajo en Suiza de Albert Hofmann quien tuvo un primer contacto con la dietilamida del ácido lisérgico en 1943. “Quizás un poco de la solución de LSD había tocado la punta de mis dedos al recristalizarla y un mínimo de sustancia había sido rearsorbido por la piel”, recuerda el científico citado en el libro. Esa dosis pequeña, accidental, sin embargo, le provocó algo: “Tenía una calidad placentera de cuento de hadas”, recordaba en 1976 en una entrevista que concedió al High Times.

Los autores del libro encontraron que Tallaferro fue el puntapié de la experimentación con LSD en la Argentina. El médico era pediatra y fue uno de los fundadores de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) que profesionalizó esta disciplina.

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Actualmente, Buenos Aires es una de las capitales mundiales del psicoanálisis, en el país hay 202 psicólogos cada 100 mil habitantes, son 81 milen total y de ellos el 46% está radicado en la Ciudad de Buenos Aires.

“La historia arranca con una invitación que nos hace Fernando Pérez Morales, creador de la librería y editorial Notanpuan, a quien conozco por haber publicado un libro de cuentos y una novela con él hace unos años”, explicó a PERFIL Damián Huergo. “A él le interesaba que se contara esta historia y uno de los protagonistas es su padre, Francisco ‘Paco’ Pérez Morales”.

“Todo libro tiene sus dificultades y en este en particular teníamos que recrear una época con fuentes de segunda o tercera generación, porque los protagonistas habían fallecido, había muy poca documentación al respecto, más allá de los libros o papers que habían escrito los analistas y, por otro lado, había desafíos desde lo formal porque como cronistas escritores nos proponíamos escribir con las herramientas de la novela o del periodismo narrativo, no queríamos hacer un ensayo, queríamos abrir la puerta a la mayor cantidad de lectores posibles”, aclaró Huergo.

Este capítulo de la experimentación del LSD en el psicoanálisis en la Argentina quedó en parte borrado y olvidado. “La prohibición del ácido que hizo Richard Nixon en Estados Unidos fue la primera causa de que ese trabajo quedara en el pasado”, detalló Fernando Krapp. “Pero particularmente en relación con el psicoanálisis -estos psiquiatras pertenecían a la Asociación Psicoanalítica Argentina- y al llevar esta nueva técnica dentro de la asociación, esto despertó muchos resquemores o muchas tensiones internas”.

Damián Huergo y Fernando Krapp
Fernando Krapp (Foto: Pablo Cuarterolo)

“También lo que nosotros creemos que pasó -agregó Krapp- es que más o menos cinco años después de la prohibición llegó Jacques Lacan a la Argentina y modificó la técnica psicoanalítica, entonces la idea de los psiquiatras usando fármacos fue completamente desplazada y después, la tercera hipótesis es que la dictadura también implicó un silenciamiento alrededor de este tipo de prácticas”.

Un personaje central, interesante y contradictorio narrado en el libro es Alberto Fontana. “El director de cine Rafael Filippelli nos dijo que Fontana fue el psicoanalista más brillante que conoció en su vida, pero que era a la vez el más brutal”, recordó Huergo. “A su clínica iban muchos artistas o gente de la publicidad que querían tener experiencias, quizás un poco más radicales, entonces se daba esa contradicción dentro de la clínica, por eso también hay mucha gente que salió beneficiada, tuvo buenas experiencias y gente que la pasó realmente mal y que no quiso hablar o que para ellos la experiencia de la terapia con Fontana había sido extrema y hasta peligrosa”, sumó Krapp.

Damián Huergo y Fernando Krapp
Fernando Krapp y Damián Huergo (Foto: Pablo Cuarterolo)


“Estos tipos, junto con Rebeca Álvarez de Toledo que es una mina que viajó hasta Perú para tener experiencias con ayahuasca, eran gente que estaba muy interesada en tener experiencias personales con lo que estaba pasando en la época”, destacó Krapp. “Eso es algo muy novedoso también para pensar hoy en día cuando uno inicia una terapia con un analista, pensar si el analista tiene también ese tipo de experiencia de vida o si nosotros lo ponemos en un lugar abstracto de supuesto saber”.

Los escritores y el psicoanálisis con LSD

Entre las maravillosas historias que recupera el libro aparece la del mundo del arte y su vínculo con el psicoanálisis. “(Oscar) Masotta tuvo un brote psicótico con un intento de suicidio. Su amigo David Viñas le recomendó atenderse con el analista que lo había atendido a él, y con quien el resto de los integrantes de Contorno hacían terapia de grupo para equilibrar un poco los egos. Su nombre era Alberto Fontana”.

El escritor Noé Jitrik le reveló a los autores su experiencia en las sesiones que mantuvo con Paco Pérez Morales:

Fue muy importante para mí. En un sentido personal me desbloqueó. Yo estaba bastante mal, estaba deprimido, no estaba feliz. Me ayudó a desbloquear y a tener una relación un poco más natural, digamos, con las cosas y con la gente, con mis responsabilidades. Puedo agradecerle a esa experiencia psicoanalítica el hecho de asumir una tarea, la literaria, la escritura, el pensar, que fue para toda la vida”.

"Nosotros hemos encontrado testimonios de todos los colores, pero la mayoría hablaron de experiencias reveladoras o que les cambió la vida, que les ayudó a destrabar cosas, hicimos más de setenta entrevistas y también hemos encontrado cosas negativas, pero las cosas negativas no eran por el uso del LSD sino en todo caso por los modos de intervención que tenían los analistas para coordinar estos grupos", destacó Huergo.

"Nosotros seguramente estamos contando un pedacito de esa historia, pero bueno, es un pedacito de esa historia que no se había contado", concluyó.

CP