DEPORTES
tras la caida de san antonio

Como toda estrella, también Manu carga su mochila de penas

Para llegar a ser el mejor jugador argentino, el escolta vivió en su carrera numerosos momentos de frustración. Es de esperar, por eso, que supere la derrota ante Miami.

Impotencia. Fue la que vivió durante las finales. Después, reconoció a LeBron James.
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Esa cara de tristeza con la que fue a saludar a cada uno de los jugadores de Miami es la misma que alguna vez tuvo cuando veía cómo Pepe Sánchez se adueñaba de su protagonismo en los Mini de Bahiense del Norte. Es la misma que puso cuando le comunicaron que quedaba fuera de la Selección de Bahía Blanca de Cadetes por petiso. Esa mirada tan expresiva llena de frustración es la misma que se le vio aquella fría noche de 1994, cuando su club descendió a la Segunda División del torneo local ante un rival llamado Comercial. Esa noche no pudo contener el llanto y estuvo horas encerrado en una pieza de su casa de Pasaje Vergara. Su procesión es siempre interna. Como cada vez que las alternativas deportivas le pegan un cachetazo. No habla con nadie hasta que lo supera.

Esas manos en la nuca, con el resultado decretado, buscando que todo termine de una vez para irse al vestuario, son un retrato idéntico al de su último partido en la Liga Nacional, con Estudiantes y frente a Atenas. Esa vez también tiró un triple desesperado que no entró. Es la misma persona siempre. Parece claro. Si uno compara fotos, no quedan dudas. Es el mismo tipo que sufre a un costado de un podio, tras perder la final del Mundial de Indianápolis 2002, mientras sus compañeros reciben la medalla de plata. Y el mismo que mira al cielo frustrado tras un tiro errado por Andrés Nocioni en el cierre de las semifinales con España, por el Mundial de Japón 2006.

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En el año 2004, por las semifinales de la Conferencia Oeste, se enfrentaban San Antonio y Los Angeles Lakers. Quedaban 0,4 segundos y el equipo de Popovich ganaba por dos. Parecía historia sellada. Pero Derek Fisher, el hombre que le tocaba marcar, sacó un tiro de la galera, anotó el triple inesperado e inclinó definitivamente la serie. Spurs terminó eliminado.

Esos ojos con lágrimas ocultas que se pierden entre tanto festejo ajeno son los mismos que se le vieron tras su lesión en el tobillo en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. No pudo completar la semifinal ante Estados Unidos en uno de los momentos más tristes que recuerda de su carrera. Un par de días más tarde quiso forzar la situación y se cambió con sus compañeros para ir a buscar el bronce ante Lituania, pero no le dio el cuero. Y ahí sí dejó que llanto descargara.

Cada eliminación es una tortura. Son noches sin dormir, repasando lo que podría haber sido y no fue. Como la última final de Conferencia ante Oklahoma o el increíble partido que se perdió ante Rusia, por los Juegos Olímpicos de Londres. Frustraciones que se multiplican. Y que pesan. Tal vez por eso la cara de tristeza que ahora vemos refleje tanta decepción. Es el mismo tipo. Siempre. Le han pasado todas. Nadie podría creer jamás que el protagonista de todas estas postales sea Emanuel Ginóbili. Nadie podría sostener una infamia tan absurda. Pero si se repasa cada historia en detalle, ahí está Manu.

Ginóbili es, posiblemente, uno de los mejores deportistas de la historia argentina. Un embajador de lujo, un ganador, un exitoso. Es cierto. Pero es, también, un hombre al que la derrota lo ha acompañado de cerca. De ella ha aprendido a alimentarse. A reinventarse. A madurar. No será ésta la excepción.

 

“Creería que voy a seguir”

Ginóbili admitió el jueves por la noche estar “muy triste” por la derrota frente a Miami Heat por 95 a 88, que les impidió a los Spurs conseguir el quinto título de su historia, pero también con “bronca” porque no puede dejar de pensar en el sexto juego, en el que estuvieron a segundos de la consagración. “Estamos todos muy tristes. Todavía pienso en el juego número seis. Pasamos un muy mal momento estos dos días. Me da bronca, se escapó ese juego por dos rebotes, se tiró una moneda al aire y lo perdimos”, fueron sus palabras.

Tan duro golpeó a Ginóbili haber dejado escapar el título que dijo no saber qué va a pasar con su futuro, aunque señaló que cree que va a seguir: “No estoy bien, a los 50 años pensaré que llegué a cuatro finales de la NBA, pero hoy no puedo. Creería que voy a seguir, pero ahora no puedo pensar en eso. Necesito pensar con calma antes de tomar una decisión”, comentó.

Manu jugó un buen partido, con una efectividad de 4-7 en dobles, 2-5 en triples y 4-4 en tiros libres en los poco más de 35 minutos que estuvo en cancha.