DEPORTES
Análisis

La muerte del fútbol | Maldita TV (22ª entrega)

El autor repasa el proceso que subvirtió los valores en el fútbol, dejando al juego y a los jugadores en un rincón secundario para priorizar al negocio y a los pseudo-protagonistas. Y culpa, en gran parte, a la televisión que transformó en show bizarro al espectáculo deportivo.

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Televisor | AGENCIA SHUTERSTOCK

En el mapa topográfico del fútbol, el que muestra la suma de todas las Eras geológicas que atravesó desde su nacimiento, se advierte una capa dividiendo las aguas para siempre. Es una veta distinta a todas las demás, brilla falsamente en la oscuridad y oscurece los falsos brillos; es la perversa napa de la televisión. Que da y quita en igual medida, pero confunde a propios y a extraños. No por acaso uno de los últimos genios italianos, el cineasta Federico Fellini, sentenció que “la televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural”. Incluyamos al fútbol en ese claro arruinado y maquillado desorden.

La televisión, por fin nombrada aquí, en esta serie, no existía en la génesis del fútbol pero es la serpiente de este pecado original. ¡Maldita TV! Ella le dio la visibilidad que no precisaba y seguramente merecía, pero lo hizo ‘show’ a costa de su desnaturalización. Fue así, por ella, que aparecieron las manchas más pringosas, los dineros incontables, los derechos de imagen y de (de)formación, los derroches publicitarios, la ‘sponsorización’ en las camisetas –hasta de entrenamiento–, los cuerpos técnicos más abultados que los propios planteles, partidos con más árbitros que jugadores, periodistas cómplices inclusos en el sistema y los ‘vueltos’ más jugosos y más y más, todo lo que queramos listar en este asalto a la dignidad futbolera. Todo al por mayor y retorcido.

Fue la TV la que descorchó el champán de la farra desmedida y antepuso el colorinche a los colores y la epidermis de la mercadotecnia a la sustancia histórica. La que dio fama a los cuatro de Copa, confundiéndolos entre los siete de Oro ‘como si nada’. La que llenó al futbol de inadecuados pseudo-protagonistas y lo vació de adecuados fieles-espectadores. Fue la ‘caja boba’ la que cambió aficionados por consumidores en las tribunas y socios por jeques árabes, magnates americanos y oligarcas rusos en los títulos de propiedad de los clubes.  

La muerte del fútbol | Un tiro en el pie (primera entrega)

La TV transformó a los entrenadores en fantoches de un nuevo star sistem y a los jugadores en intérpretes sordos de un rock and roll sin gracia. Ella, como nada ni nadie, sentó a parasitarios directivos en la antesala de la política corrupta. En alto volumen pareció decirles “aprendan a robar aquí si quieren robar más arriba”. La ‘tele’, para rellenar sus horas vacías, le dio status a entornos que salieron de la justa sombra para acceder a una luminosidad que nunca les correspondió. Ella, maestra de catequesis infernal, les enseñó a todos el perjuro lema del “nunca te expliques, nunca te disculpes”.

No es casualidad que los barrabravas crecieran con el rating futbolero y que el paradigmático Bosnan arruinara a los clubes enriqueciendo desmesuradamente a jugadores que no pasan de mediocres mercadería de hábiles agentes. Tampoco es por acaso que el marketing hiciese trizas las tradiciones en aras de una ganancia que excede cualquier lógica y nunca ‘encuentra’ Debe y Haber en el saldo final. Y que los periodistas se hayan convertido en personajes de un fútbol que habla más de lo que ellos mismos dicen que del propio juego. Ni que los árbitros sean figuras conocidas más allá de las canchas y el VAR, en vez de sustituirlos, los embuta en su business plan...

Todo lo que hoy es errado ya existía, estaba aquí desde Adán y Eva: era fruto prohibido en el paraíso solo para convertirse en pecado terrenal. Es cierto. Nada es nuevo. La vileza ya era parte activa en el fútbol desde que el británico Ebenezer Cobb Morley escribió el primer reglamento del sport que un día fue once contra once y hoy es millones contra millones... Más, todo era ‘controlable’, ‘manejable’ y a veces corregido. Pero la televisión escribió otro storyboard, bizarro y confuso; fue ella que usó al fútbol para su primer ‘Gran hermano’ sin que nadie lo percibiese “porque mientras está adentro, me gusta”, como decía aquella prostituta rusa, que se olvidaba de cobrarle a sus clientes, en los cuentos anónimos que recopilaba Aleksandr Afanásiev.

La muerte del fútbol | La reinvención de la pólvora (15ª entrega)

La TV lo desmadró todo abriendo latas de caviar en medio de la orgiástica noche de los ‘negociados-en-gran escala’ que fueron creciendo y creciendo hasta salirse de los libros contables. Negociados siempre hubo, pero eran cosa de granujas de poca monta, de bebés de pecho mal amamantados cuando se los compara a los atracadores que habitan el fútbol de este tiempo, el que nos toca vivir, padecer y criticar. Señores –con el perdón de la palabra que hoy casi no tiene destinatarios–, señores, decía, que se adueñaron del viejo espectáculo futbolero y no solo pudrieron su carne, se metieron en el esqueleto de todos los deportes.

 Los Juegos Olímpicos y los Mundiales de bolita o carreras de embolsados, de cualquier competición que exista, los tiene enquistados de distintas formas; con cara de agencias de apuestas, por ejemplo. Así como los sufre el fútbol que cambió los puestos de choripanes por puntos de tráfico y cuota social por petrodólares... Pero no son las bolitas ni los embolsados los amplificadores de este aturdidor heavy metal, es el fútbol el que hospeda a los más disonantes, esos personajes que las promesas del más allá no atienden y quienes parecen haber sido expulsados del Cielo para habitar la Tierra en nuestro tiempo. Sujetos que la Biblia olvidó mencionar pero la ‘tele’ no. Peor, les da identidad.

¿Cómo eran los negociados antes de que la TV ‘meta la cuchara’ de su ficticia abundancia? Ejemplo: en los años sesenta, con la complicidad de algunos directivos y la ignorancia de otros (siempre hubo y habrá de los dos tipos), representantes como Samuel Ratinovich, por citar al más conspicuo de varios, en época de pre-temporada, traían a la Argentina a ‘equipos foráneos famosos’... Como el Flamengo o el Botafogo de Brasil, que entonces era el país de moda por ser bicampeón mundial (1958 y 1962). Y engañaban a la gente pero no mentían, porque realmente eran clubes así llamados y eran de Brasil. Solo que se trataba del Botafogo de Riberão Preto y el Flamengo de Caxias do Sul (algo así como, si a la inversa, en Brasil, anunciasen Racing e Independiente y llevasen Racing de Olavarria e Independiente de Trelew). Y siempre, sobre la hora, informaban que Garrincha o Gerson, los únicos cracks de los verdaderos Botafogo y Flamengo, respectivamente, que entonces conocía el periodismo ‘de aquí’, “sufrian una lesión y no podían viajar”. El lamento duraba cinco minutos, se les ganaba en otros 90 y todos felices hasta el verano siguiente.

La muerte del fútbol | El crimen casi perfecto (Octava entrega)

Recuerdo que en 1988 yo trabajaba, por primera vez, en Brasil y el colega Beto Etchezuri, desde TyC, me llamaba por teléfono para pedirme información de los clubes brasileños que podían llevar para los ya famosos ‘torneos de verano’. Ya no pitaban más los Ratinoff y mal funcionaba ese tipo de engaño antes relatado. Esa temporada, finalmente, desembarcaron en Mar del Plata un clásico continental, Peñarol de Montevideo y el emergente de moda, América de Cali. “Carlos Ávila y José Santoro no quieren televisar equipos truchos”, me decía del otro lado de la línea, Etchezuri, confiándome la exigencia de los dueños de las cámaras... Que luego serían los dueños de la pelota por bastante tiempo: el español Santoro vendería su parte, en 1993, a Luis Benjamín Nofal (un sobreviviente del Banco de Crédito Rural Argentino, del grupo Gotelli y Antuña, declarado en quiebra en 1983: adquirían préstamos del Central para financiar exportaciones nunca realizadas, además de hacerse acreedores de bonos entregados por el BCRA).

Los torneos de verano fueron invento del genial presidente de Boca Juniors, Alberto ‘Puma’ Armando, por dos motivos: uno, para hacer relaciones con el fútbol internacional porque desde el extranjero no invitaban a los equipos argentinos (Alfredo Di Stefano, rey de España y DT de Boca, le conseguía los equipos europeos); y, el otro, porque había aparecido la maldita televisión, en este caso de la mano de Alejandro Romay, dueño de Canal 9. Armando no podía dar la cara por causa de River Plate, por eso los organizaba el famoso Oscar ‘Gordo’ Martínez. A su muerte el negocio pasó a manos de la camaleónica familia Vigil, de Editorial Atlántida (publicaba El Gráfico), favorecida por la influencia militar. Exactamente por el contralmirante Carlos Alberto Lacoste, al que en tiempos de dictadura y Mundial ’78 apoyaron con ‘beso en la boca, como cantaría Chayanne. ¿Fue el comienzo de este casamiento por conveniencia de fútbol, televisión, política y marketing basura? Tal vez.

Los negociados de hoy son de otro calibre, el de un raro ‘tangible-intangible’ que es la televisión (se quedó con todo). Tanto lo son que exigieron la intervención de Interpol y el FBI para desmantelar algunos de ellos, porque los ladrones que jamás dejan de despachar –también- en la Argentina, cuando reinciden, nunca roban menos, la sensación de impunidad crece y su ambición también; siempre roban más. Y más. Y nadie pide explicaciones porque las explicaciones incomodan a los poderosos y así no se investiga nada como debiese investigarse: por citar dos casos recientes y pornográficos, el fastuoso estadio único ‘Madre de Ciudades’ erguido en la paupérrima ciudad de Santiago del Estero (45% de indigencia según el Indec) y Fútbol para Todos, como lo describe el libro virtual ‘Kartell’ del rosarino Marcelo López Masía y del que se habló en otra entrega de esta serie.

La muerte del fútbol | La Caja de Pandora (séptima entrega)

Además y por casos testigos como el santiagueño, si no es para desvalijar en grande a clubes o a cofres públicos, a partir de ahora, nada justificará construir cualquier estadio específico para la práctica de fútbol. No tendrá sentido porque cada vez se reunirá menos público en torno de los partidos que ya no interesan a los jóvenes más avispados y con mejores alternativas de distracción. Los estadios precisarán ser menores, polideportivos y multishows. O se convertirán en panteones porque el fútbol será pretérito antes de un siglo. Y céspedes retráctiles como el que acaba de instalarse en el Santiago Bernabeu, la ‘casa blanca’ del Real Madrid, solo servirán para enverdecer los últimos túmulos...

Gracias a la televisión, es cierto y últimamente mucho más debido a internet, hoy no se podría engañar a nadie trayendo al Botafogo de Riberão Preto y al Flamengo de Caxias do Sul, como si fuesen los dos grandes clubes cariocas. Pero esa contribución no redime a ‘la caja boba’ de toda la podredumbre que regó y riega en millares de fields de todo el planeta, haciendo crecer la hierba hasta convertirla en el yuyo dañino que es. No. Y tampoco es una de cal y una de arena, como ya lo fue. La argamasa, ahora, es cinco de cal y una de arena.

Una argamasa tan ficticia como la abundancia de los aportes televisivos que alimenta a organizaciones como la CONMEBOL, capaz, en estos tiempos modernos, de abandonar en el aeropuerto de Salvador de Bahía, Brasil, a ocho jugadores de un club (Independiente) que está allí por causa de una de sus principales competiciones. Dejando que duerman en el piso, sin agua y sin comida, expuestos a contagios de COVID-19 y siendo maltratados por la seguridad del lugar, como acusó el goleador Silvio Romero. En tanto, sus ocho compañeros eran deportados y se demostraba que no cargaban el virus que generó el incidente, desmantelando la mentira que disminuyó el poderío futbolístico del visitante.

La muerte del fútbol | Sin chances de redención | (13ª entrega)

La que abandona a sus afiliados es la misma CONMEBOL que facilita las cosas a otros, como al ‘consentido’ River de Marcelo Gallardo, que comenzó su curva decadente, un lujo que no quieren permitirse. Tal como lo dijo el presidente de su rival de Copa Libertadores, Independiente Santa Fe de Bogotá, Eduardo Méndez, quién ‘no entendió’ por qué su partido fue llevado a Paraguay (podrían haberlo jugado en Platense, que era todavía más cerca de River...).

Sus obscenos millones están sucios y por eso no sirven para nada que no sea útil a los propios y mezquinos intereses de esos arlequines de la vergüenza humana que son sus capitostes. Los que insisten en jugar la Copa América en medio de la pandemia, cuando debió haberse cancelado hace meses, como también se denunció aquí, con el actual agravante de que la otra sub-sede, Colombia, en este momento arde, literalmente, por una crisis social y económica tan profunda como la argentina.

La muerte del fútbol | Gatillo fácil (14ª entrega)

Es el mismo carnaval de siempre, cuyas mascaritas celebran por estos días que el Tribunal Penal Federal Suizo haya separado al siempre elogiado fiscal general Stefan Keller por investigar, penalmente, al intrigante presidente de la FIFA, Gianni Infantino, por una posible conducta delictiva. Encima le tiene que pagar los honorarios procesales a quien se sospecha llevó a renunciar al anterior fiscal, Michael Lauber cuando había iniciado otra investigación sobre la corrupción en el fútbol... Ninguno de ellos sería lo que son sin la frazada de la TV que los cubre a cambio de la comida futbolera que estas organizaciones les dan. Hoy por mí, mañana por ti.

Sin televisión, puede pensarse que el fútbol no sería muy distinto del que era en los años sesenta y es difícil decir si eso es bueno o malo. El centímetro del tiempo siempre es desajustado. Además, esa fue la década en que, sin transmisiones de TV ‘en vivo y en directo’, comenzaron las Copas internacionales que hubiesen crecido de cualquier modo, porque la aeronavegación mejoró acortando las distancias. Y porque es humano ‘querer medirse’ con vecinos y no vecinos y parece estar en nuestra índole el salvajismo de ‘conquistar sus territorios’ y la honorabilidad de ‘defender los propios reinos’. Pero, seguro, casi nada sería igual a lo que es, hoy día, en el fútbol. Pros y contras merecen un debate más amplio que estas líneas y con más actores que este cronista, para emitir un aproximado juicio final. Sin embargo puede comenzar a escribirse el libro de quejas. Que es lo que se hará en la siguiente entrega.

Continuará...

* Ex director asociado de ‘Diario Perfil’ y creador de la icónica revista ‘Solo Fútbol’.