DEPORTES
Análisis

La muerte del fútbol | El dinero no compra felicidad (16ª entrega)

Complementando la entrega sobre la renuncia de los clubes a su identidad y tradiciones, el autor describe el negocio de enriquecer a unos pocos, desvirtuando su esencia, con la publicidad y venta de camisetas.

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La nueva camiseta de la selección nacional argentina de fútbol. | Twitter

Antes de complementar lo descripto en la entrega anterior (‘la reinvención de la pólvora’), adhiero a la bronca del ex zaguero y hoy panelista televisivo, Oscar Ruggeri, por la nueva y horripilante versión de la camiseta de la Selección Argentina. Manchada sin ninguna justificación y descolorida sin ningún significado, aunque alguien haya dicho que “representan a las 23 provincias” (¿será por eso que Mendoza y Córdoba quieren independizarse?), ese diseño solo afea su reconocida belleza y demuele a la tradición, la aparta de su historia. La despersonaliza. Crear una identidad visual lleva años, soterrarla algunos meses.

Esa no es la camiseta nacional del bicampeón mundial, la de los goles de Mario Alberto Kempes y la de la ‘mano de Dios’ de Diego Maradona. El ‘Cabezón’ Ruggeri, que la vistió como pocos y la sudó como casi nadie más, ganador a ultranza y apasionado por ‘nuestro fútbol’, se enoja con razón: él entiende de qué se trata. Los impostores modernos no, espían mal: tocan el timbre. Esas manchas son un timbre de alerta de aquello a lo que pueden llegar por un puñado de dólares. Ojalá nadie compre esta T-shit, porque T-shirt no es.

No hay dudas, el negocio de unos pocos está matando al fútbol. Lo sangra lentamente, como un torturador sádico. En 1985, en Los Ángeles, Estados Unidos, cuando atraparon al satanista y asesino serial Richard Ramírez, bautizado ‘night stalker’ (perseguidor nocturno) por la prensa californiana, confesó que lo que impulsaba su instinto criminal era “la expresión de horror de sus víctimas”. Algo de eso debe haber en creadores y fabricantes de uniformes deportivos y dirigentes que aprueban su agotado marketing.

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La muerte del fútbol | Engañame que me gusta (segunda entrega)

El horror en nuestras caras y el espanto de nuestras almas debe incentivar a los ‘creadores’. Y el sobresalto que causan a quienes ‘amamos esto’ debe motivar a los directivos que aceptan esos cachivaches. Son seguidores de Ramírez. Solo así se entiende que cada vez presenten peores diseños, castiguen con mayores tormentos a la historia y perfeccionen sus métodos de tortura a los fans. Este trapo sucio que presentaron ahora como camiseta y que ya usó, la semana pasada, la Selección Sub-23 en Japón, casi que obliga a hinchar contra porque, si se pierde, se amplía la chance de archivarla para siempre.

Jugadores del nivel de Lionel Messi, que ya amortizaron su carrera y diez generaciones familiares, y debiesen estar ‘más allá del bien y del mal’, si tuviera personalidad, debiese negarse a usarla. Con decir “yo juego para Argentina y no para una murga de carnaval”, ya alcanzaría. Pero no va a ocurrir. A él, o a su padre mejor dicho, le gusta más el dinero que a los cachorros felices mover la cola. Me pregunto si Julio Grondona la hubiese permitido. ¿O este modelo es un rescate de algo que ‘Don Julio’ pidió quemar alguna vez? Hoy, algunos marketeros y dirigentes se parecen a las superbacterias, esos microbios que de tanto desarrollarse ya no les hacen efecto los antibióticos. Pasan de todo.

Este horror solo ratifica lo dicho en la entrega anterior y lleva, como estaba previsto, a hablar del otro negocio que generan las camisetas de clubes y selecciones. Uno es el de la publicidad, que es caso a caso y ya se vio aquí, y el otro es el de la venta de ellas a los hinchas. Lo peor de este segundo business en el que los clubes de todo el planeta (y algunas selecciones) someten sus colores y permiten que se violente la personalidad de sus diseños históricos, es que, además, es un negocio injusto. Por ejemplo, en el caso de Nike, sobre la venta de cada camiseta oficial, los clubes solo se llevan el 3,6% de su precio final, un tercio de lo que embolsa la marca fabricante y la mitad del costo. Mundialmente, en promedio, el 22% se queda con la red minorista y más del 55% se va en impuestos. ¿Vale la pena entregar el linaje, la identificación y la memoria de un siglo, por un porcentaje tan pequeño aun cuando su escala lo torne atractivo?

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Aunque parezca una propuesta tan loca como inviable a esta altura del partido,

a) los diseños y colores de las camisetas no debiesen alterarse nunca (para ello están las casacas alternativas, a usarse solamente cuando se juega de visitantes y en casos en que sea realmente necesario vestirlas) pudiendo recrearse algún modelo especial en fechas conmemorativas; y

b) las publicidades estampadas en ellas deben prohibirse. ¿Por qué? Por una simple razón: su dinero no solucionó nada, apenas aumentó ‘el manoteo’. Esos ingresos solo alimentaron más y más las conjeturas de corrupción.

Y tampoco mejoraron los rendimientos deportivos. Con publicidad y al igual que antes de la publicidad, siguen habiendo buenos y malos equipos, últimos y descendidos en todos los torneos y el campeón continúa siendo uno solo. Además, y esto es lo más importante, las quiebras, las zozobras y las deudas de las instituciones, no solo no terminaron, están peor; se incrementaron en cantidad de clubes-víctimas y en las impagables cifras de sus pasivos, ahora astronómicos.

¿O acaso River Plate consigue renovarle contrato al colombiano Santos Borré, o evita perderlo por nada o dejó de acumular deuda con él? Se le está yendo y quiere que el goleador le perdone los tres millones de dólares que le deben. ¡No les perdone ni un centavo, señor Borré, que ese dinero estará mejor con su familia que pagándole nueve meses de contrato a Marcelo Gallardo, el técnico que gana cuatro millones limpios de impuestos por año! Si es que va a ese destino y no a otros bolsillos...

La muerte del fútbol | Sin chances de redención | (13ª entrega)

Se llegó a un punto tan absurdo en el que algunas estrellas juegan en el team de las marcas de indumentaria deportiva. El caso del galés Gareth Bale lo ejemplifica perfectamente. El delantero era un ‘jugador Adidas’. Cuando el año pasado, el Real Madrid decidió venderlo, el problema fue su destino... Durante meses se intentó convencer a uno de los otros dos gigantes (Juventus y Bayern Munich) vestidos por la marca alemana, a llevárselo. Por su elevada cotización Bale no podría actuar en clubes menores, aunque también fuesen del planeta Adidas... Además, por su gran identificación con la marca de las ‘tres tiras’, clubes del circuito Kappa, Reebok, Le Coq Sportif, etc. no lo aceptaban... Como Juventus y Bayern lo rechazaron, hubo que regresarlo al equipo inglés que lo catapultó a la fama antes de irse a los ‘Galácticos’ españoles, el Tottenham Hotspur londrino, que ahora es un ‘club Nike’. Adidas y Bale rescindieron su contrato. ¿No es descabellado y excesivamente comercial?

Parte de ese negocio, en algunos clubes argentinos se está delineando con ribetes inadecuados. Boca Juniors es uno de ellos. Paralelamente al business oficial de los ‘xeneizes’, con Adidas, sus colores hoy también son fuente de ingreso de una empresa privada de Rafael Di Zeo, líder de la famosa barrabrava ‘La Doce’. Tiene dos marcas propias que le promocionan gratuitamente jugadores del club. Una, lleva sus siglas, ‘RD’, y la otra, cuyos fondos reparte con la barra, homenajea a su ‘escuela de vida’: se llama ‘Jugador Número 12’... El agitador, mientras espera ir a juicio oral por las dos muertes que se le imputan, en el sitio ‘La Pecera Xeneize 12’ vende online estos uniformes que modelan los actuales cracks Wanchope Ábila, Carlitos Tévez y el ex arquero Pablo Migliore, quien antes de atajar, pateó... gente con la propia barra ‘La Doce’.

Hay una tercera marca que vive de los colores auriazules del club de la Ribera: ‘Los Dueños de la Historia’ es su pomposo sello comercial. Está a nombre de la novia de Di Zeo y de otro barrabrava, Hugo Adrián Gutiérrez, con derecho de admisión negado hasta poco tiempo atrás en las canchas. Ninguno de ellos paga regalías a Boca, los royalties van a la empresa ‘Tiro Libre SA’. ¿Por miedo les regalan los derechos? Puede ser, hoy, buena parte de los directivos del fútbol además de cacos son cobardes. Ya no está ‘Quique el Carnicero’, ni gravitan ‘El Abuelo’, ‘Los Melli’ Fernández, Mauro Martín, Maximiliano Mazzaro y Santiago Lancry, o sus lugartenientes, como altisonantemente se llama en las barras a los sirvientes más próximos, pero nada cambió en Boca y en ningún lado, solo algunos nombres de estos pasajeros de la violencia. Nada más.

La muerte del fútbol | Un grito de socorro (tercera entrega)

¿Qué hubiera ocurrido, en estos últimos años, si no hubiese entrado, en la caja de los ‘Grandes’ clubes argentinos, el dinero de los sponsors de camisetas? ¿Quiere saber?... Le cuento algunas hipótesis. Boca Juniors no habría comprado a César Marcelo Meli, a Hernán Grana y al paraguayo Junior Alonso por falta de caja y River Plate, porque no hubiese tenido el dinero para suscribir esos acuerdos, se hubiera ahorrado de adquirir al peruano Josepmir Ballón, a Luciano Vella y al paraguayo Adalberto Román. Solo se hubiesen perjudicado los intermediarios y aquellos que ‘se llevaron algo’ en esos pases insólitos.

Y sin el dinero por venta de camisetas, ¿qué hubiese dejado de suceder? Más hipótesis: Racing Club le habría pagado menos mensualmente al ineficaz atacante Claudio Bieler, también al técnico Miguel Ángel Russo, en 2010, y al ‘tronco’ paraguayo Federico Santander. Su vecino Independiente habría firmado un contrato más modesto con Luis Guadalupe, Gastón Silva y Ángel Puertas; en tanto San Lorenzo, tal vez, le hubiera tenido más paciencia a algunos de los directores técnicos que despidió en los últimos años (Pablo Guede, Diego Aguirre, Claudio Biaggio, Jorge Almirón, Juan Antonio Pizzi, Diego Monarriz y Mariano Soso, a quienes debió indemnizar) y así tampoco hubiese contratado a la ristra de mediocres jugadores que lo condenaron al fracaso en este periodo de los presidentes Matías Lammens...table y Marcelo Tinelli.

Futbolísticamente, créalo, no les hubiese sucedido nada peor a ninguno de estos clubes, ni los resultados hubiesen sido muy diferentes. Quizá hasta hubieren sido mejores... ¿Cuántos chicos de inferiores no tuvieron su chance porque su lugar lo ocupaban las centenas de fracasos que necesitaban entrar a la cancha para justificar las maniobras de la dirigencia? Todas esas transferencias, altos sueldos y veloces cambios de técnicos fue plata mal invertida, que se gastó porque ‘estaba allí’, tentando a los dedos más veloces. Y mucha, mucha, mucha de esa caja ingresó vía los anunciantes de camisetas y por la venta de t-shirts a pobres otarios, como uno que compramos para usar o regalar, porque nuestros hijos, ahijados y nietos las piden...

La muerte del fútbol | El crimen casi perfecto (Octava entrega)

Está visto que el dinero no compra felicidad, solo corrompe, destruye belleza y aumenta la capacidad de errar. Desconozco cómo es hoy, pero hubo un tiempo en el que los agentes del FBI norteamericano solo llevaban una bala en el cargador de su arma; eso, porque está comprobado que, si se tiene una sola munición, la chance de acertar es del 90%, mientras que si se cargan muchas balas, la chance de errar con cada una de ellas es enorme. Se desperdician. Esto es parecido. Con ‘caja llena’ los dirigentes hacen llover errores y desperdicios, especialmente a la hora de las transferencias que es cuando más se producen ‘apropiaciones indebidas’...

Ricardo Fuica, un simpático correntino que vendió muchos jugadores, fue socio del exitoso uruguayo ‘Paco’ Casal y representó a algunos de ellos, vivía de noche. Paseaba, en boites y cabarets porteños, a dirigentes europeos que supuestamente viajaban a la Argentina a ver jugadores para comprar... lo que ya estaba arreglado de antemano.  Pocas veces me hizo reír tanto como el día que le pregunté por un director deportivo del Cádiz español: “Buscalo debajo de la mesa”, me respondió. El señor de mucho bigote y poco cabello, solo negociaba de ese modo, nunca por arriba del paño, transparentemente y sin vuelto. ¿Para eso los clubes venden sus camisetas y las manchan con avisos que en uno o dos años serán reemplazados y dejarán de recordarse?

Ilusamente, los humanos creemos que 'con dinero’ lo haríamos mejor. La historia lo desmiente. Sin dilapidar fortunas y sin ensuciar su nombre o venderse a la plata fácil, siempre con la cabeza erguida, muchos jugadores, directivos y entrenadores demostraron que es posible vencer y crecer sin comprometer a los clubes. Argentino Geronazzo, Don Pepe Amalfitani, Ángel Tulio Zof, Luis Carbone, Ricardo Infante, el ‘Gitano’ Juárez, Santiago Leyden, Herminio Masantonio, Antonio Faldutti, Juan Carmelo Zerillo, Antonio ‘Cuila’ Sastre, Carlos Timoteo Griguol, José Dellagiovanna, el ‘Piojo’ Yudica y tantos otros ilustres que nunca traicionaron colores ni vendieron camisetas. Sin nadar en millones, todos ellos dejaron un legado de arte, sabiduría y honestidad.

La muerte del fútbol | Desarraigo y 'Clubicidio' (quinta entrega)

No solo el pasado nos regala ejemplos, algunos recortes del presente también: el pasaje del ‘Ruso’ Ricardo Zielinsky en Belgrano de Córdoba y Atlético Tucumán, el recién fallecido Don Tito Hollman presidiendo y Walter Andrade jugando, ambos en Patronato de Paraná, y Sergio Rondina dirigiendo en Arsenal de Sarandí, más allá de un resultado u otro, con humildad y discreción todos ellos, entre otros, demostraron y demuestran lo contrario. A lo mejor nunca serán los más ganadores de la historia porque jamás tendrán los recursos necesarios para intentarlo, pero nos enseñan que así como no compra felicidad, el dinero tampoco compra capacidad. Solo suele vender deshonra.

Ninguno de los mencionados besó hipócritamente el escudo del club del momento y tampoco se sacó la camiseta, su segunda piel, para gritar un gol. Maldito hábito moderno que comenzó a fines del siglo pasado con algún jugador que tenía un tatuaje en el cuerpo o una dedicatoria que deseaba exhibir. O porque no quería que la publicidad de la casaca apareciese en la foto del gol. ¡Vaya a saberse! Solo se registró que a partir de 2004 y por un festejo del uruguayo Diego Forlán, en el fútbol inglés, la International Board ordenó a la FIFA que ese gesto se sancionase con una tarjeta amarilla. Pero era tarde, en todo el mundo se había adoptado el feo hábito y aún hoy, penalizado, no consiguió erradicarse. Como todo lo malo: se instala, resiste y persiste. Sobrevive. Mientras el fútbol se muere.

Continuará...

* Ex director asociado de ‘Diario Perfil’ y creador de la icónica revista ‘Solo Fútbol’.